?C¨®mo ser¨ªa?
De Miguel Hern¨¢ndez se sabe mucho y muy confuso. Hay unas l¨ªneas generales: pastor de cabras -de las cabras de su padre-, lector, autodidacto, ayudado por su amigo Sij¨¦ -falangista-, enamorado hasta el final de su vecina Josefina Manresa a la que dedic¨® sus ¨²ltimos poemas (y a su hijo: La nana de la cebolla); militante comunista, comisario pol¨ªtico con el Ej¨¦rcito de la Rep¨²blica; quiso huir en la desbandada a Portugal, cuyo r¨¦gimen fascista le entreg¨® en seguida; pas¨® cuatro meses en la c¨¢rcel, regres¨® a su pueblo -Orihuela- donde fue encarcelado otra vez, condenado a muerte, indultado; y en la prisi¨®n de Alicante muri¨® tuberculoso. Cuento as¨ª esto porque el que vea la obra esquem¨¢tica en breves cuadros de Julio Salvatierra, a pesar de sus m¨¦ritos personales, no se va a enterar de nada. Muchos libros se publicaron cuando, pasado lo m¨¢s cruel y brutal de la posguerra, se pudo hablar algo de ¨¦l y entraron clandestinamente algunos de los publicados en el extranjero.
Miguel Hern¨¢ndez fue siempre republicano y revolucionario: pas¨® una etapa cat¨®lica al estilo de Bergam¨ªn y luego profundiz¨® cada vez m¨¢s en el pueblo como personaje de una pasi¨®n que se estaba celebrando y que acab¨® con la muerte de la revoluci¨®n. Julio Salvatierra, con la Compa?¨ªa del Teatro Mediterr¨¢neo, en la Sala Cuarta Pared, de Madrid, presenta la obra en breves cuadros: agonizante en la c¨¢rcel, pasan ante el los fantasmas de su vida, las conversaciones son vagas, algunos t¨¦rminos pol¨ªticos desaparecen o quedan en segundo plano y otros se exageran: supongo por la desigualdad de las biograf¨ªas publicadas a lo largo de los a?os. La limitaci¨®n de personajes -Josefina, Neruda, Ram¨®n Sij¨¦- limita la enorme riqueza de la ¨¦poca y las creaciones y discusiones de la nueva poes¨ªa y de la pol¨ªtica que luchaba a muerte. Supongo que en el esfuerzo para hacer m¨¢s comprensible lo dif¨ªcil, por culpa de un p¨²blico al que se supone sin preparaci¨®n suficiente, hizo que los actores gritaran lo que quiz¨¢ hubiera sido m¨¢s doloroso dicho en tono humano. Y supongo tambi¨¦n que para las personas que vivimos al mismo tiempo que ¨¦l, que sus compa?eros y su guerra y que recibimos como un duelo la noticia de su muerte en la c¨¢rcel, hay una serie de perturbaciones personales que nos reclaman m¨¢s claridad y m¨¢s opci¨®n de las que hay en el drama. Pero este buen teatro de la compa?¨ªa de Salvatierra gust¨®, o gust¨® el personaje del m¨¢rtir laico, y los aplausos reiterados nos sonaron a todos con agrado.
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