Mar¨ªa Pag¨¦s juega en serio
La versi¨®n veraniega de Flamenco Republic que se vio anteayer en el Cuartel de Conde Duque de Madrid hizo re¨ªr, conmovi¨® y gust¨®; lo visto, con su hora y media, tiene muchas concesiones f¨¢ciles al p¨²blico estival. Esto no es un reproche, es lo que hay (Pag¨¦s tiene una larga experiencia en m¨¢s de medio mundo con lo que hay que darle al auditorio): detr¨¢s est¨¢ la mano firme de la artista, sus ideas.
La versi¨®n teatral de esta pieza era m¨¢s coherente, m¨¢s dosificada en los arrebatos de humor (que aqu¨ª al final se alargan demasiado), y que son parte de la vida, del fresco ambiental de esa ¨ªnsula Barataria del baile, idea brillante en s¨ª misma y original. Flamenco Republic existe y es un refugio moral: esa es la idea de Mar¨ªa, el fondo sentimental que rezuma tras el gesto, la humorada o los buenos bailes de grupo, o sus solos, intensos, decididos y con un trasluz de nostalgia de ese territorio verdadero e imposible.
Pag¨¦s utopiza y acota un terreno donde los bailes y sus consecuencias se ponen al servicio de una ideolog¨ªa: el flamenco como estadio y resumen vital. El baile puede ser la vida y viceversa. Respirar el comp¨¢s es salvarse, es encontrar la puertecilla po¨¦tica por donde amanecer... Para seguir bailando.
En todas las artes hace falta una Pag¨¦s. Nuestro tiempo es as¨ª: tremendamente competitivo y ecl¨¦ctico; ella tiene su papel en las distinciones del ballet flamenco moderno. El eclecticismo llevado a extremos formales sobre un apoyo sonoro convencional, pero donde destaca su medular heterodoxia, que termina imponi¨¦ndose con una personalidad singular. Pag¨¦s debe existir lo mismo que otros fen¨®menos disidentes. Son la demostraci¨®n democr¨¢tica de un paisaje plural. Ella lucha contra el formalismo trasnochado y el tipismo, as¨ª asume ir¨®nicamente lo que en otros son t¨®picos (los abanicos, el di¨¢logo percutivo entre las casta?uelas y los bastones, los corrillos festeros).
El peso de Flamenco Republic descansa sobre ella y su baile, la voz de mujer (canta Ana Ram¨®n, que heroicamente se raspa la hora y media sin respiro y a la que se puede disfrutar en su estado de gracia actual: ha madurado, su timbre tiene mucho cuerpo) y la caja, que interviene incluso, lejana, cuando unas grabaciones antiguas son apuntadas (?Qu¨¦ estremecedora belleza y sencillez aparente en los registros discogr¨¢ficos de estos sevillanos eternos: Rosal¨ªa de Triana y Manuel Vallejo!), en un intento de completar el paisaje del pa¨ªs imaginado e imaginario. En la rep¨²blica flamenca tambi¨¦n hay historia, hay parientes que se a?oran, hay pasado que venerar y transgredir. El acento tanguero del cuadro final, con perfume de arrabal, es otra muestra de lo que quiere decir esta andaluza internacional y moderna a ultranza: juguemos, pero en serio.
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