?chale a ¨¦l la culpa
Son las dos de la madrugada. Has salido de juerga con tus amigas y aqu¨ª me tienes, meditando, mientras hago zapping y en la pantalla del televisor se suceden escenas inconclusas: un partido de f¨²tbol al otro lado del oc¨¦ano, un tipo atraves¨¢ndose la mejilla con una gran aguja, una serpiente engullendo a un lagarto, una amapola junto a una carretera, una vieja india de piel arrugada que canta quejumbrosamente al anochecer... Trato de convertir estas horas sin ti en un tiempo ¨²til para pensarte como si fueras lo que siempre debiste seguir siendo cuando pensaba en ti: aquella persona independiente y libre que un d¨ªa ya lejano tuvo el gesto generoso de entregarme su amor. Pero el amor nos transforma, nos hace creer que somos due?os de los otros, nos convierte en rid¨ªculos esp¨ªas, en jueces implacables que condenan sin pruebas y comparten sus penas con el reo, porque el celoso encuentra en su absurdo pecado su absurda penitencia. El amor nos confunde como si fuera una bebida fermentada, nos reblandece las entendederas y trata ahora de que vea en tu fiesta una traici¨®n.
Para no caer en sus burdas trampas me rega?o con los nombres que cuadran a quien se deja embaucar por tan marrullero charlat¨¢n: ego¨ªsta -me digo-, rid¨ªculo, inseguro, celoso, gilipollas...Como una cura de humildad pienso en ti divirti¨¦ndote sola: te imagino bailando y mirando a otros hombres. Al calor del alcohol, le confiesas a una amiga todas esas cosas que te irritan de m¨ª sin que yo lo sospeche y, al menos por unas horas, saboreas una vida distinta, llena del recuperado brillo de la libertad, que esta noche te tienta porque eres humana, aunque no me haga gracia.
Son las cuatro de la madrugada y, mientras en la tele la programaci¨®n va limit¨¢ndose a esos espacios comerciales en los que dos tipos de cuerpo perfecto, macho y hembra, tratan de vender al resto de la poblaci¨®n una faja electr¨®nica que, sin ning¨²n esfuerzo por su parte, habr¨¢ de convertir sus asendereados f¨ªsicos en esculturas del maestro Fidias, yo voy cayendo en la cuenta de que tienes tus dudas acerca de pasar el resto de tus d¨ªas junto a m¨ª, como yo dudo a veces, y de que tambi¨¦n te aburres, como me aburro yo, y de que incluso alg¨²n d¨ªa habr¨¢s so?ado follar como una loca con el tipo que anuncia la colonia de moda, como yo sue?o cada noche hacerlo no s¨®lo con la modelo que anuncia el yogur desnatado, sino casi con todo aquello que lleve faldas y se mueva a mi alrededor. Para calmarme un poco tras la ¨²ltima idea, la que te representa feliz, a horcajadas sobre un t¨ªo musculoso con una polla dos veces m¨¢s grande que la m¨ªa, me digo que el amor es un juego donde cuentan mucho m¨¢s los faroles que las cartas, y procuro ponerme razonable, pensar que es m¨¢s hermoso que me quieras porque existen las fiestas, y las dudas, y los cuerpos de anuncio de colonia.
Son ya las seis de la madrugada y aqu¨ª me tienes, observando en la tele, hipnotizado, la carta de ajuste, como si en ese anagrama de la soledad en vez de un est¨²pido entramado de rayas de colores mis ojos vieran, por arte de magia, el trasero de Ana Galiena. En fin, me he ido un poco por las ramas. Lo que quer¨ªa que supieras al escribirte estas l¨ªneas es que entiendo mejor de lo que piensas ciertas cosas, que comparto todas tus flaquezas, que soy tu semejante, que he pensado besarte en cuanto llegues a casa; y que es el amor, ese tipo grotesco y marrullero, el que va a hacerte da?o con palabras absurdas de reproche cuando vuelvas, ?porque ya est¨¢s tardando, mala puta!
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