Todo Dickens antes de Dickens
Dombey e hijo es la primera novela propiamente dicha -y propiamente larga- del gran narrador ingl¨¦s. En ella se encuentran la mayor¨ªa de los asuntos y personajes que ser¨¢n de su predilecci¨®n: el ni?o v¨ªctima de la familia y el sistema educativo, los padres terribles (en esta obra, el se?or Dombey y la se?ora Skewton), los bondadosos sustitutos que compensan el cari?o de los padres ego¨ªstas y desafectos (Mrs. Richards, Susana Nipper), los simples de coraz¨®n cuya simpleza es a la vez fuente de desastres y apoyo decisivo (el capit¨¢n Cuttle, Mr. Toots), la presencia de la revoluci¨®n industrial y sus efectos (en este libro representada por el ferrocarril), etc¨¦tera. La novela es un melodrama por todo lo alto en el que no falta de nada y se comporta como tal de la primera a la ¨²ltima p¨¢gina. Si la dividimos idealmente en dos partes, la primera est¨¢ dedicada a la pasi¨®n y las esperanzas depositadas por el se?or Dombey en su hijo y sucesor; la segunda se centra en la hija menospreciada ('una ni?a no era m¨¢s que una moneda sin curso legal para Mr. Dombey'). La novela se levanta en torno al se?or Dombey ('era uno de esos financieros siempre reci¨¦n afeitados y elegantes, relucientes de pies a cabeza, quienes, al menor movimiento, cruj¨ªan como un billete de Banco nuevo en la mano que lo aprieta'), pero lo cierto es que la trama se complica y se abre en varias direcciones que, llegado el momento, se ir¨¢n cerrando hasta culminar en la cl¨¢sica exposici¨®n de los destinos finales de los personajes principales.
DOMBEY E HIJO
Charles Dickens Traducci¨®n de Fernando Guti¨¦rrez y Diego Navarro Ediciones del Azar Barcelona, 2002 896 p¨¢ginas. 29,90 euros
Junto al sentimentalismo
que empapa tanto ¨¦sta como las primeras novelas de Dickens, encontramos tambi¨¦n un punto de comedia grotesca a lo Pickwick (v¨¦ase el desplome del piso del reverendo Mechisedech Howler), aunque es el sentido del humor cr¨ªtico el que se empareja con lo sentimental para crear ese delicioso equilibrio que acompa?a a todas las novelas anteriores a Historia de dos ciudades. Aparece tambi¨¦n ese culto a la apariencia de las cosas y de los modos que afecta tanto a la buena sociedad como a las clases inferiores, pero no a los malvados; la diferencia est¨¢ en el uso que se le da a tal actitud pues tanto los poderosos como los humildes acaban pill¨¢ndose los dedos (y m¨¢s que los dedos) o ganando su suerte a cuenta de esa sublimaci¨®n de la realidad mientras que los malvados se atienen siempre a la realidad pura y dura para obtener beneficio de sus actos (aunque ah¨ª est¨¦ el autor para corregir al final el mal o equivocado uso de los valores establecidos). El mundo de los malvados est¨¢ aqu¨ª representado por Mr. Carker, hombre de confianza de Mr. Dombey, que es quien se encarga de envenenar las cosas en su propio beneficio.
Y aparece, lo que es de una cierta pero simp¨¢tica ingenuidad, un narrador que apostrofa a los miserables, mezquinos y codiciosos y les advierte que ya pagar¨¢n muchas p¨¢ginas despu¨¦s su vergonzosa conducta. Todo ello, en fin, revela a un autor para el que la descripci¨®n de la vida y la intenci¨®n moral de su escritura predominan a¨²n sobre el an¨¢lisis y la complejidad. Es una novela expositiva y, como tal, contiene momentos y escenas tan soberbias como la presencia del fr¨ªo en el bautizo del ni?o Paul o la huida de Carker una vez descubierto, s¨®lo posibles en la pluma de un narrador absolutamente excepcional. Es tambi¨¦n soberbio en la creaci¨®n no s¨®lo de los personajes protagonistas, sino de la formidable bater¨ªa de secundarios que lo har¨¢n inmortal. Cada uno queda identificado r¨¢pidamente con su tic caracter¨ªstico que se repite peri¨®dicamente (la dentadura de Mr. Carker, el atolondramiento de Mr. Toots, el lenguaje marinero del capit¨¢n Cuttle o el extraordinario juego que extrae de su pesado sombrero de hule..., en fin, esos modos de ser de cada cual que a lo largo de tantas p¨¢ginas acaban siendo tan familiares al lector como sus propias man¨ªas y costumbres). Todo ello bien engrasado con escenas cumbres de melodrama -la separaci¨®n de Mr. y Mrs. Edith Dombey, la escena en el hotel entre Edith y Carker- que son una verdadera referencia en el g¨¦nero.
De todo lo dicho, quiz¨¢ se desprenda que estamos ante una obra menor o, quiz¨¢, demasiado exagerada, falta de poda, a¨²n desajustada de medida. Es verdad, pero tan verdad como que es una novela entera y verdadera que, con toda su fuerza y atractivo, no es sino el preludio a las grandes creaciones de Dickens: Grandes esperanzas, Casa desolada, Nuestro com¨²n amigo. Incluso es el preludio de esa gran novela de la primera ¨¦poca, David Copperfield. El mundo de Dickens y la fascinaci¨®n de su escritura est¨¢n aqu¨ª p¨¢gina a p¨¢gina. Porque hay que decir al lector que se anime a abrir este libro, que su gran virtud es la que se atribuye al buen contador de historias: uno lee y lee sin parar para saber qu¨¦ va a pasar y, sin embargo, quiere detenerse en cada episodio para saborearlo a gusto.
La edici¨®n, todo hay que decirlo, es un tanto descuidada.
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