El suicidio de un parado desata la ira social
Los vecinos del pueblo italiano de Cercola agreden al alcalde en el funeral de un desempleado que se quem¨® a lo bonzo
Un millar de vecinos, casi todo el pueblo de Cercola, a las afueras de N¨¢poles, acudi¨® ayer al funeral de Bernardo Romano, un hombre de 47 a?os, padre de seis hijos, que se prendi¨® fuego el lunes, desesperado por la falta de un empleo fijo. La tensi¨®n que se respiraba en el templo, repleto de compa?eros del fallecido, parados como ¨¦l que sobreviven con trabajos precarios en el Ayuntamiento, estall¨® cuando varias personas descubrieron entre la gente al alcalde de Cercola, Giuseppe Gallo, y se le abalanzaron, ech¨¢ndole de la iglesia a patadas y pu?etazos. El mi¨¦rcoles, la tensi¨®n hab¨ªa decidido al presidente de la Rep¨²blica, Carlo Azeglio Ciampi, a enviar un telegrama a la viuda de Romano, asegur¨¢ndole que las instituciones no dejar¨ªan de velar por sus hijos.
El drama de Bernardo Romano ha conmocionado a Italia y ha expuesto, una vez m¨¢s, a la clase pol¨ªtica nacional a la ira popular. La historia de este napolitano, que en 47 a?os de vida no hab¨ªa logrado encontrar, pese a intentarlo con ah¨ªnco, un trabajo estable, no parece encajar con el perfil de un pa¨ªs rico y desarrollado como Italia, sexta potencia mundial.
Como muchos otros napolitanos, el fallecido viv¨ªa con 400 euros al mes, el sueldo que percib¨ªa en calidad de trabajador 'socialmente ¨²til', un t¨¦rmino acu?ado para ocultar la realidad de miles de parados sin esperanza de un trabajo fijo. Despu¨¦s de esperar en vano que la agencia de la limpieza para la que trabajaba ocasionalmente lo contratara de forma estable, Romano decidi¨® que no pod¨ªa seguir adelante. El lunes, al terminar su turno de trabajo, se dirigi¨® al patio del Ayuntamiento, se roci¨® con gasolina y se prendi¨® fuego ante los ojos horrorizados de algunos empleados. Al d¨ªa siguiente falleci¨® en el hospital local a causa de las quemaduras. Junto a su cuerpo abrasado, encontraron una nota en la que culpaba de su decisi¨®n a las autoridades. Vecinos del suicida declararon que Romano se hab¨ªa quejado repetidas veces de no poder pagar las facturas ni tener medios para enviar a sus seis hijos a la escuela. La familia viv¨ªa en un espacio de 50 metros cuadrados, bajo la escalera de un edificio moderno, en la peque?a localidad a las afueras de N¨¢poles.
Los funerales, celebrados con especial solemnidad por dos sacerdotes, concentraron en Cercola a centenares de personas, algunas llegadas de N¨¢poles. La rabia y el dolor por un suceso que est¨¢ lejos de ser nuevo en N¨¢poles explotaron al final de la misa en actos de violencia dirigidos contra uno de los representantes de las instituciones, presente en ese momento en el templo, el alcalde de Cercola, Giuseppe Gallo, elegido en las listas del centro-izquierda. Al grito de 'asesino', la multitud la emprendi¨® con Gallo a patadas y pu?etazos. El alcalde pudo huir de la iglesia y del Ayuntamiento gracias a la intervenci¨®n de algunos vecinos que lo defendieron y a la protecci¨®n policial. 'Es alcalde desde hace s¨®lo dos meses, no es culpa suya', declaraban algunos vecinos. El p¨¢rroco de la localidad vecina de Volla ley¨® una homil¨ªa incendiaria en la que acus¨® a los pol¨ªticos de no ser capaces de resolver la situaci¨®n que se ha creado en el Sur con estos trabajadores precarios.
Como Bernardo Romano, otros parados napolitanos han optado en los ¨²ltimos a?os por prenderse fuego para llamar la atenci¨®n del pa¨ªs sobre la dram¨¢tica situaci¨®n que se vive en el Sur, donde las estad¨ªsticas de paro duplican la media nacional y las esperanzas de encontrar trabajo fijo rara vez se cumplen. En junio del a?o pasado, un joven de 25 a?os, Luigi Pellicia, se prendi¨® fuego como Romano por parecidas razones. Muri¨® tras cuatro d¨ªas de agon¨ªa.
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