Temple, imaginaci¨®n y sana alegr¨ªa
Al quinto d¨ªa resucit¨® la plaza, queremos decir el p¨²blico, y llen¨® por primera vez los tendidos, que asistieron con gozo y bondad, a una corrida de excelente juego para los toreros, que le dieron fiesta, temple, imaginaci¨®n, su aquel de sana alegr¨ªa. El espect¨¢culo lo dejaron servido y compuesto, bien adornado.
Se concedieron orejas sin remordimientos, eso s¨ª, y hubo un amago de indulto, que es la moda, aunque parece m¨¢s una man¨ªa persecutoria. Tranquilidad p¨²blico, aficionados todos. Despu¨¦s el astro rey dio calor, y la gente de buena voluntad se fue con paz en el alma, pues desea, ante todo, ser premiada con el arte del toreo, ese que a r¨¢fagas sopl¨® sobre el albero de San Sebasti¨¢n de los Reyes.
Del R¨ªo / Caballero, De Mora, El Juli
Toros de Victoriano del R¨ªo, desigualmente presentados, muy c¨®modos, nobles y que dieron buen juego; al 4? se le dio la vuelta al ruedo. Manuel Caballero: estocada tendida (oreja); -aviso- estocada ca¨ªda y trasera (dos orejas). Eugenio de Mora: estocada ca¨ªda y atravesada (oreja); dos pinchazos, estocada tendida, tres descabellos -aviso- y se echa el toro(ovaci¨®n). El Juli: estocada (dos orejas); dos pinchazos, casi entera -aviso- y se echa el toro (palmas). Manuel Caballero y El Juli salieron a hombros. Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes, 30 de agosto. 5? de feria. Lleno.
Manuel Caballero digamos que en su primero fue pura pulcritud, no molest¨® al toro y lo pas¨® de muleta con suaves muletazos, despegado y sereno. Sin embargo, en el cuarto, Caballero lleg¨® a recrear y matizar el temple hasta tocar con la punta de los dedos el cielo azul del buen toreo. Los tendidos le aclamaron en una faena que fue a m¨¢s, en series cada vez mejor abrochadas, al natural y en redondo sobre el pit¨®n derecho. Los remates de las series llegaron a ser filigrana en rama.
El Juli puso entusiasmo de su parte, variedad con el capote, sentido de las distancia en el tercio de banderillas, que parece ir mejorando. Estuvo valiente, hecho un jabato con la espada en su primero, as¨ª como m¨¢s centrado en el quinto, que termin¨® pinchando.
Eugenio de Mora en su primero, valiente y de temple aleatorio, esculpi¨® alg¨²n pase de pecho perfecto. Y se dio de bruces con un quinto, tan inv¨¢lido como bondadoso. Que no le dej¨® abrir esa puerta grande...
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