?Auge del terrorismo global?
Desde aquel fat¨ªdico 11 de septiembre, entre los ciudadanos y las ¨¦lites pol¨ªticas de los pa¨ªses con elevados niveles de desarrollo socioecon¨®mico se ha generalizado el convencimiento de que existe un terrorismo de alcance global verdaderamente capaz de amenazar el mantenimiento de la seguridad internacional, el pac¨ªfico entendimiento entre civilizaciones y la continuidad misma de los reg¨ªmenes democr¨¢ticos. Los asombrosos atentados ocurridos hace ahora un a?o constituyeron en s¨ª mismos un exponente de ese terrorismo global. Fueron deliberadamente dise?ados y perpetrados tomando como referencia a variadas audiencias de la sociedad mundial en su conjunto. La difusi¨®n tanto de modelos similares de articulaci¨®n organizativa como de pautas semejantes de victimizaci¨®n entre grupos terroristas localizados en muy distintos escenarios pol¨ªticos y ¨¢mbitos geogr¨¢ficos resulta asimismo reveladora de esa tendencia a la globalizaci¨®n del terrorismo.
Pero el indicador m¨¢s evidente de la aparici¨®n de un terrorismo global reside en el hecho de que se asienta sobre una red extendida desde el sureste asi¨¢tico hasta Norteam¨¦rica, desde las riberas mediterr¨¢neas hasta la zona trifronteriza del Cono Sur latinoamericano. Al Qaeda, un complejo entramado terrorista internacional, dispone de tres mil miembros procedentes en su mayor¨ªa de pa¨ªses ¨¢rabes y un n¨²mero indeterminado, pero bastante m¨¢s elevado, de correligionarios dispuestos a ser movilizados ocasionalmente. Mantiene lig¨¢menes con numerosos grupos armados, a muchos de los cuales ha conseguido de hecho absorber y est¨¢ infiltrada en una quinta parte del total de las asociaciones isl¨¢micas conocidas, incluyendo partidos pol¨ªticos confesionales y organizaciones no gubernamentales que se presentan como entidades caritativas. Se encuentra establecida en al menos setenta y cuatro pa¨ªses de todo el mundo, tanto en territorios de abundante poblaci¨®n musulmana, donde cuenta con campos de entrenamiento y otras infraestructuras log¨ªsticas, como entre comunidades isl¨¢micas de inmigrantes, que son utilizadas para recabar apoyos y recursos.
Transcurridos 12 meses desde que ocurrieran los actos de megaterrorismo contra las Torres Gemelas del World Trade Center y las dependencias del Pent¨¢gono, la cantidad de v¨ªctimas mortales entonces causada, sin precedentes por lo que respecta a ese tipo de acciones de violencia llevadas a cabo por actores no estatales desde el final de los a?os sesenta, as¨ª como la tendencia al incremento en la letalidad del terrorismo internacional que se ven¨ªa observando desde el inicio de los noventa, permiten anticipar nuevos incidentes de similar o mayor magnitud. Incluso hacen temer el recurso a armas de destrucci¨®n masiva por parte de quienes instigaron y ejecutaron aquellos catastr¨®ficos hechos. Voluntad para ello la hay, al amparo de un integrismo isl¨¢mico colmado de sentimientos de ira y desesperaci¨®n que oportunamente explotan sus l¨ªderes, pero en todo caso carente de inhibiciones morales para el asesinato masivo de quienes no se sometan a los preceptos de ese credo religioso, considerado por sus devotos como superior a cualquier otra observancia. Al Qaeda emula con tal fin el repertorio de terrorismo que practicaron desde finales de los sesenta hasta los a?os ochenta una serie de organizaciones seculares palestinas, pero hace del mismo no ya un uso t¨¢ctico, sino antes bien estrat¨¦gico, destinado a quebrar la confianza colectiva y el com¨²n sentido de orden institucional en que descansan las sociedades abiertas.
En este sentido, cabe poner de manifiesto que, desde el final de la guerra fr¨ªa, la evoluci¨®n del terrorismo internacional parece acomodarse a lo argumentado en la conocida hip¨®tesis de un choque entre civilizaciones. Por una parte, los incidentes en que los terroristas y los blancos de su violencia proceden de civilizaciones diferentes superan, durante la d¨¦cada de los noventa y al contrario de lo ocurrido en los dos decenios precedentes, a aquellos en los cuales tanto agresores como v¨ªctimas pertenecen a la misma. Por otra parte, la gran mayor¨ªa de quienes han perpetrado esos atentados son individuos o grupos de origen isl¨¢mico, mientras que los blancos principales vienen siendo personas e intereses adscritos al ¨¢mbito occidental, incluso si consideramos a los objetivos israel¨ªes en una categor¨ªa separada. Cabr¨ªa preguntarse si esta pauta, junto a los recurrentes asaltos de organizaciones xen¨®fobas y racistas contra colectivos de inmigrantes musulmanes que acontecen en distintos pa¨ªses europeos, acciones de violencia que por cierto reclaman un tratamiento pol¨ªtico y jur¨ªdico correspondiente al de los hechos terroristas, es ya el reflejo de una situaci¨®n de conflicto manifiesto entre civilizaciones o anticipan el potencial de desarrollo que tiene dicho antagonismo.
Respecto a los medios para llevar a cabo aquellos prop¨®sitos fundamentalistas de expandir el credo isl¨¢mico a costa del odiado mundo occidental sabemos que Al Qaeda, cuya capacidad para infligir da?o sigue en buena medida intacta, mantiene a la mayor¨ªa de su directorio en activo y durante el ¨²ltimo decenio procur¨® entrenamiento a m¨¢s de diez mil activistas propios y de grupos asociados. Recientemente, dicha red terrorista internacional ha combinado el acopio y la sofisticaci¨®n de arsenales convencionales con la experimentaci¨®n en armas qu¨ªmicas y tambi¨¦n bacteriol¨®gicas, cuya utilizaci¨®n limitada resulta previsible por su idoneidad para alimentar estados mentales de ansiedad y miedo. Es asimismo veros¨ªmil el recurso a atentados con elementos radiactivos susceptibles de contaminar de manera prolongada extensas zonas habitadas. Aunque lo que suscita especial inquietud est¨¢ relacionado con un dato proporcionado por la Agencia Internacional de Energ¨ªa At¨®mica: en torno a mil toneladas de uranio altamente enriquecido y de plutonio carecen actualmente de salvaguardias. Adem¨¢s, esta misma entidad especializada ha detectado que el tr¨¢fico il¨ªcito de elementos radiactivos o nucleares se ha duplicado desde la descomposici¨®n del otrora imperio sovi¨¦tico. Osama Bin Laden ha intentado repetidamente, desde 1993, hacerse con esa clase de materiales y adquirir el conocimiento t¨¦cnico que permita transformarlos en artefactos mort¨ªferos.
Ahora bien, tras el ¨¦xito de los atentados ejecutados en Nueva York y las cercan¨ªas de Washington, es posible que los actuales maquinadores del terrorismo global opten por continuar gestionando en su beneficio el ambiente de miedo inducido desde entonces y no decidan repetir acciones tan excepcionalmente destructivas y espectaculares, ya sea mediante armas convencionales o dispositivos no convencionales, hasta que consideren suficientemente atenuado el impacto de aquellos dram¨¢ticos sucesos. Se estima que ese lapso de tiempo es de entre dos y tres a?os. Que entonces lleguen a conseguirlo es bastante probable. Sin embargo, la aplicaci¨®n de un enfoque multilateral y a la vez multifuncional con el que afrontar un fen¨®meno que cruza fronteras f¨ªsicas, pero impone r¨ªgidas demarcaciones culturales, bien diferente por tanto de cualquier modelo basado en iniciativas unilaterales que se centran en operaciones militares no exentas de efectos contraproducentes y con las cuales se debilita, pero no destruye la actual urdimbre del terrorismo global, puede sin duda resultar extraordinariamente eficaz en tareas preventivas de contenci¨®n y decisiva para impedir que esa red transnacionalizada de fundamentalistas religiosos desencadene una espiral de violencia capaz de precipitarnos en el caos.
Fernando Reinares es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Rey Juan Carlos y experto del Terrorism Prevention Branch, de Naciones Unidas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.