Las Torres Gemelas del capitalismo
Krugman ha escrito que el esc¨¢ndalo de la empresa Enron (contabilidad creativa para enga?ar a los ciudadanos en general, a los inversores y a sus trabajadores y jubilados) marcar¨¢ un punto de inflexi¨®n mayor para la percepci¨®n que los EE UU tienen de s¨ª mismos que los atentados del 11 de septiembre de 2001. Seguramente es una hip¨¦rbole, pero sirve para analizar el papel que la econom¨ªa ha jugado en este principio de siglo en el centro del sistema y, por extensi¨®n, en el resto del planeta. A partir de esa fecha un sentimiento de pesimismo y de perplejidad se extiende por el mundo, y todav¨ªa no se ha despejado.
?A partir de esa fecha? Los atentados del 11 de septiembre dan visibilidad a una crisis que ya estaba instalada desde al menos a?o y medio antes. En el mes de abril de 2000 se inicia un penoso camino a la baja en los valores tecnol¨®gicos de los mercados de valores (lo que se ha venido en llamar nueva econom¨ªa), que primero se contagia al resto de los valores y a continuaci¨®n penetra en la econom¨ªa real generando p¨¦rdidas en las empresas, con lo que ello supone para el c¨ªrculo econ¨®mico tradicional: acumulaci¨®n de existencias, desinversi¨®n, menos salidas al exterior (reducci¨®n de la potencia de la globalizaci¨®n), mayor paro y extensi¨®n de la pobreza y la desigualdad.
En el inicio del nuevo milenio se da un enfriamiento global de la econom¨ªa. Desde la segunda crisis del petr¨®leo, en la segunda mitad de la d¨¦cada de los setenta, no hab¨ªan coincidido congeladas o en recesi¨®n las econom¨ªas de EE UU, Europa y Jap¨®n. Con la mayor interrelaci¨®n actual, este par¨®n prende con m¨¢s facilidad en el conjunto del planeta, a excepci¨®n de China (una econom¨ªa en apertura, pero poco globalizada a¨²n). Es muy did¨¢ctico acudir a las hemerotecas y revisar lo que dec¨ªan los principales analistas en los a?os 2000 y 2001. Los coyunturalistas m¨¢s afamados predec¨ªan todo lo contrario de lo que est¨¢ sucediendo: empezaba una nueva era de crecimiento duradero, impulsada por la nueva econom¨ªa (en la que se habr¨ªan acabado los ciclos econ¨®micos), basada en la ausencia de inflaci¨®n y de desequilibrios econ¨®micos fundamentales, y en la revoluci¨®n de la tecnolog¨ªa digital y de la sociedad del conocimiento que llevaba parejo un crecimiento permanente de la productividad. Algunos institutos de prospectiva insinuaban la posibilidad de un ciclo largo de crecimiento que durar¨ªa al menos hasta el a?o 2020. Dos d¨¦cadas seguidas de prosperidad que transformar¨ªan la faz de la Tierra... salvo que ocurriese algo imprevisto. Todav¨ªa a?o y medio despu¨¦s, en el verano de 2001, el ¨¢nimo de los analistas indicaba que lo peor hab¨ªa pasado, aunque sus respuestas eran m¨¢s dubitativas. La misma semana que The Economist anunciaba en su portada la llegada de la recesi¨®n mundial, el presidente de Cisco Systems, una de las empresas m¨¢s paradigm¨¢ticas de la nueva econom¨ªa, declaraba que se ve¨ªa la luz al final del t¨²nel. Una met¨¢fora muy usada en econom¨ªa.
Cuando se produce la masacre del 11-S, el mundo ya estaba en recesi¨®n aunque no todos lo supiesen a¨²n. Los atentados aceleran la mala marcha de la econom¨ªa. Y entonces se produce la primera transformaci¨®n. Los mismos que hasta entonces se presentaban como liberales a ultranza responden como keynesianos tradicionales y ponen a trabajar el dinero p¨²blico. La pol¨ªtica antic¨ªclica presupuestaria tan olvidada, tan vituperada, se activa sin que nadie se ponga colorado. El reaganiano George Bush sufre una transmutaci¨®n y ya no quiere ser como su antecesor, sino m¨¢s bien una mezcla de los dos Roosevelt que ha tenido la Casa Blanca: el republicano Teddy, que pele¨® contra los monopolios y la corrupci¨®n de las empresas, y el dem¨®crata Franklin Delano, que gan¨® la batalla contra la Gran Depresi¨®n con m¨¦todos socialdem¨®cratas. Primero se aprobaron ayudas por valor de 40.000 millones de d¨®lares para la reconstrucci¨®n de los lugares afectados por los atentados y para la lucha contra el terrorismo (comp¨¢rense estas cifras con las que estos d¨ªas se han barajado para el desarrollo sostenible y la ayuda al desarrollo en la cumbre de Johanesburgo). Luego llegaron las ayudas directas a las compa?¨ªas a¨¦reas por valor de 15.000 millones. Un poco m¨¢s adelante, el presidente prometi¨® a los militares 'todos los recursos, todas las armas, todos los medios necesarios para hacer segura la victoria'. En una primera tanda, el 1% del PIB norteamericano, mientras el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, cebaba la bomba de la demanda bajando los tipos de inter¨¦s una y otra vez.
La segunda fase de la pol¨ªtica econ¨®mica de Bush estuvo basada en el proteccionismo m¨¢s tradicional. Poco despu¨¦s de que la Administraci¨®n republicana abanderara ret¨®ricamente la libertad de comercio en la asamblea de Doha de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio (OMC), en el interior de sus fronteras los norteamericanos reiniciaban una guerra comercial, en el bienentendido de que una buena pol¨ªtica econ¨®mica es aquella que es buena para sus empresas. Se implantaban aranceles al acero importado o a la madera; el Congreso consent¨ªa una mayor protecci¨®n a la moribunda industria textil. Se aprobaba una ley agraria que dejaba peque?a a la proteccionista Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n (PAC) de la Uni¨®n Europea y revocaba las reformas aperturistas impuestas en la d¨¦cada de los noventa por el equipo Clinton repartiendo cheques de ayuda a las empresas agr¨ªcolas.
Los aranceles del acero fueron un intento de fijar el voto republicano de Virginia Occidental, Ohio y otros Estados con abundante producci¨®n de ese metal. La ley agraria estaba destinada a aumentar las posibilidades de los republicanos en las pr¨®ximas elecciones de noviembre en lugares como Arkansas y Dakota del Sur. Si a ello se le a?aden las ayudas directas a las compa?¨ªas a¨¦reas o el plan energ¨¦tico liderado por el vicepresidente Cheney, que parece haber sido redactado en su mayor parte por la industria el¨¦ctrica, se configura una pol¨ªtica econ¨®mica proteccionista y dirigida, sin matices, a los intereses clientelares de la Administraci¨®n de Bush.
Hay analistas que han valorado el paquete de medidas para estimular la econom¨ªa no tanto como una pol¨ªtica econ¨®mica defensiva ante la recesi¨®n, cuanto como una compensaci¨®n a las grandes empresas. Una publicaci¨®n conservadora afirmaba que se trataba de 'una colecci¨®n de asistencia a las empresas, subsidios interesados y favores bien definidos'. Como consecuencia de ello, la econom¨ªa norteamericana pasaba del super¨¢vit p¨²blico dem¨®crata al d¨¦ficit republicano. El mundo al rev¨¦s. El intelectual Marshall Wittman ha escrito que el pegamento antigubernamental y anticomunista heredado de Reagan, que manten¨ªa unido al movimiento conservador estadounidense, se est¨¢ disolviendo y la defensa del mundo empresarial ha ocupado su lugar.
En la estupenda pel¨ªcula de John Ford La diligencia aparece un banquero corrupto que huye con el dinero de los depositantes cuando la Administraci¨®n le pide los papeles para saber en qu¨¦ situaci¨®n est¨¢ su establecimiento. En la diligencia que huye de los indios, el banquero da a los dem¨¢s viajeros su discurso ideol¨®gico: 'Nos agobian con los impuestos y ?qu¨¦ conseguimos? Ni siquiera el amparo del ej¨¦rcito. No s¨¦ ad¨®nde va a parar este Gobierno. En vez de proteger a los hombres de negocios, mete la nariz en los negocios. Pero si hasta se habla ahora de poner inspectores en los bancos, como si los banqueros no supi¨¦ramos dirigir nuestros bancos. He recibido una carta de un rid¨ªculo funcionario diciendo que van a examinar mis libros. Yo tengo un lema, caballeros, del que deber¨ªan blasonar todos los peri¨®dicos del pa¨ªs: Am¨¦rica, para los americanos; el Gobierno no debe intervenir en los negocios. Lo que necesita el pa¨ªs es un hombre de negocios como presidente'. Y le responde el borracho que va a su lado: 'Lo que necesita el pa¨ªs son m¨¢s cogorzas'.
En el tiempo en que EE UU est¨¢ gobernado por un empresario ha estallado la m¨¢s formidable cadena de esc¨¢ndalos de la Am¨¦rica corporativa, creando una crisis de confianza descomunal: casi nadie se f¨ªa de los resultados que presentan las sociedades y ello ha abundado en el desmoronamiento de los mercados burs¨¢tiles. La secuencia es preocupante: la ca¨ªda brutal del precio de los activos financieros arrastra a las empresas y a las familias a una contracci¨®n de su patrimonio. En el caso de las familias se habla ya de un efecto riqueza negativo. Esta sensaci¨®n de empobrecimiento puede conducirles a reducir sus gastos de consumo; las empresas, por su parte, estar¨¢n tentadas a diferir las inversiones previstas, o a desinvertir, y dirigir sus esfuerzos a reducir su gigantesco endeudamiento.
Desde el estallido de Enron a finales del a?o pasado apenas hay d¨ªa en que no surja una empresa en la que no se hayan disfrazado las cuentas, utilizando la contabilidad creativa con el objeto de enga?ar a los inversores. Ocho meses despu¨¦s de Enron quiebra la telef¨®nica WorldCom, sustituyendo a la primera en la lista de grandes fiascos empresariales mundiales. A ambas empresas les ha denominado las Torres Gemelas del capitalismo americano. WorldCom era otra de las causas ejemplares de la nueva econom¨ªa. Entre las dos sociedades, Xerox, Johnson and Johnson, Global Crosing, IBM, ABB, Nortel, Dynegy, Adelphia, Qwets, Tyco y muchas etc¨¦teras. Hasta tal punto que hace tiempo el Financial Times hizo un h¨¢bil juego de palabras y sustituy¨® la significaci¨®n real del ebitda, una de las formas de presentar el resultado operativo de las empresas, por otra significaci¨®n figurada, m¨¢s propia de la contabilidad creativa. Del ebitda como siglas de 'earnings before interest, taxes, depreciations and amortizations' (beneficios antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones) al ebitda traducido como 'earnings before I Fricked the dumb auditor' (beneficios antes de enga?ar al tonto del auditor).
La fase de enfriamiento global se funde con una pol¨ªtica econ¨®mica interesada y clasista y con la falta de confianza de los ciudadanos sobre una clase empresarial acostumbrada a la burbuja especulativa de los a?os noventa y a los espejismos de la nueva econom¨ªa. ?Qu¨¦ es lo que va a suceder en el futuro? Los m¨¢s alarmistas empiezan a hacer una especie de analog¨ªa con la situaci¨®n de Jap¨®n en la d¨¦cada pasada. Un escenario a la japonesa a las puertas de la deflaci¨®n. Hay algunas similitudes (ca¨ªda espectacular del mercado de acciones, sobreinversi¨®n empresarial, agotamiento de la pol¨ªtica monetaria con tipos de inter¨¦s muy bajos, utilizaci¨®n de los est¨ªmulos presupuestarios...), pero dos diferencias sustanciales: en Jap¨®n, tras la ca¨ªda burs¨¢til se produjo el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, y en EE UU, no. Y, sobre todo, el sistema bancario americano est¨¢ mucho mejor capitalizado, a pesar de la crisis de Am¨¦rica Latina y de las noticias inquietantes de la prensa especializada sobre las dificultades de Citigroup (el primer conglomerado bancario de EE UU), mejor vigilado y con unos niveles moderados de cr¨¦ditos morosos.
El balance de la econom¨ªa americana despu¨¦s del 11-S se confunde con el que hay que hacer sobre los ¨²ltimos 15 a?os de pol¨ªtica desregulatoria. En este momento es cuando hay que recordar que la principal raz¨®n de la Gran Depresi¨®n no fue la ca¨ªda de la Bolsa, sino el hundimiento del sistema bancario estadounidense. La crisis burs¨¢til no es todav¨ªa una crisis financiera.
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