Las cajas y el principio de Apeles
Cuando el pintor envi¨® al entrometido zapatero a ocuparse de sus menesteres estaba sentando el ¨²til principio de Apeles o de la especializaci¨®n, que ha sido de gran provecho, sobre todo en profesiones o saberes emergentes como la econom¨ªa por ejemplo, para descalificar a los profanos, aficionados y diletantes varios y acotar as¨ª un terreno propio. Aunque su utilidad no es menor aplicada a casi cualquier aspecto de las ocupaciones ordinarias de la vida, incluyendo por supuesto las actividades productivas, mercantiles o financieras. Sobre todo si se le acompa?a de su primer corolario, al que podr¨ªamos denominar como consecuencia cautelar: no te metas en camisas de once varas.
Las cajas de ahorro, como el resto de entidades bancarias, tienen una funci¨®n principal que es la intermediaci¨®n financiera -tengamos presente que las cajas y los bancos est¨¢n creando dinero cada d¨ªa mediante el proceso de expansi¨®n m¨²ltiple de los dep¨®sitos- y tambi¨¦n la gesti¨®n de nuestro sistema de pagos. Por ello su solvencia y estabilidad no es asunto balad¨ª o que caiga en su ¨¢mbito privado de competencia: son esenciales para el conjunto de la econom¨ªa. Y por ello gozan de estatus especial y tambi¨¦n por ello, cuando entran en crisis, hay que acudir a salvarlas, no por ellas mismas sino por su trascendencia para los intereses generales del pa¨ªs. No olvidemos que, entre 1977 y 1985, de los ciento diez bancos que operaban en Espa?a en 1977 cincuenta y seis entraron en crisis obligando a los responsables pol¨ªticos a acudir a su salvaci¨®n con recursos p¨²blicos, o sea con el dinero del contribuyente, en cuant¨ªa que, aunque desconocida hasta la fecha, debe ser astron¨®mica teniendo en cuenta la magnitud y continuidad de la operaci¨®n de salvamento y que, adem¨¢s, la crisis bancaria a¨²n coleaba en los primeros noventa.
La intermediaci¨®n financiera y la gesti¨®n del sistema de pagos es la funci¨®n principal que deben realizar las cajas
?Se debi¨® la crisis al propio negocio bancario, a captar pasivo, prestar dinero, descontar valores y otros servicios y actividades financieras? En absoluto. Fallos garrafales de gesti¨®n al margen, que los hubo, la crisis fue en parte fruto de la ruptura del statu quo bancario y del proceso de liberalizaci¨®n que permiti¨® la aparici¨®n repentina de una pl¨¦yade de banquitos y banqueritos -en Valencia tuvimos alg¨²n ejemplo- que sin clientela s¨®lida, sin conocimientos y sin experiencia quisieron entrar directamente en el mundo de los negocios y la especulaci¨®n. O sea, se metieron en camisa de once varas y perdieron hasta la ¨ªdem. La otra gran parte causal fue tambi¨¦n extrafinanciera: la crisis industrial transmitida a la banca a trav¨¦s de sus estrechos v¨ªnculos y participaciones empresariales, que siempre comportan un elevado factor de riesgo.
En claro contrapunto con esta grav¨ªsima crisis bancaria los casos de insolvencia o simplemente de dificultades entre las cajas de ahorro fueron insignificantes y no necesitaron ayudas p¨²blicas, entre ellas mismas se bastaron para solucionarlos. Aunque alguna hubo -la Caja de Ahorros de Valencia, hoy Bancaja, sin ir m¨¢s lejos- que lleg¨® a tambalearse al borde del precipicio y, como casi siempre, por un olvido del principio de Apeles y su consecuencia cautelar, que en el caso valenciano se tradujo en una irresponsable expansi¨®n de sus activos inmobiliarios. Y suerte tuvo puesto que una causa similar -la fuerte participaci¨®n en actividades altamente especulativas en el sector inmobiliario- provoc¨® la desaparici¨®n de buena parte de las cajas de ahorro escandinavas a comienzos de la d¨¦cada de los noventa.
Adem¨¢s, las cajas de ahorro no s¨®lo sortearon la crisis bancaria sino que la aprovecharon para aumentar de forma casi continua sus cuotas de mercado, que crece diez puntos por lo que se refiere a recursos ajenos entre 1985 y 2000, situ¨¢ndose hoy en torno al cincuenta por ciento del conjunto del sistema financiero espa?ol y crece a¨²n m¨¢s, catorce puntos, en cuanto a cr¨¦ditos y valores. Cifras nada despreciables puesto que adem¨¢s, frente a quienes arguyen a favor de privatizar las cajas que una sociedad que cotiza en bolsa tiene una medida dada por el mercado de su eficiencia a trav¨¦s de su cotizaci¨®n, puede perfectamente arg¨¹irse que el ¨¦xito de las cajas de ahorro en t¨¦rminos de competitividad reflejado por estas ganancias en cuanto a cuotas de mercado, as¨ª como una mayor rentabilidad que la banca, es tan buen o mejor indicador que el burs¨¢til para concluir a favor de su mayor eficiencia.
Por tanto, todo aparece indicar que las cajas de ahorro deber¨ªan dedicarse primordialmente a sus actividades digamos normales -normales en cada momento hist¨®rico- como entidades de cr¨¦dito, que tan buen resultado les han dado hasta la fecha y que, como concluye el profesor Cals de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, les proporciona una legitimidad indudable en el plano econ¨®mico para exigir que se respete su estatuto jur¨ªdico. Argumento no desde?able cuando el PP est¨¢ abriendo el futuro proceso de intento de privatizaci¨®n de las cajas de ahorro a trav¨¦s del proyecto de Ley de Reforma del Sistema Financiero que, tras pasar por el Congreso, est¨¢ a punto de iniciar su debate en el Senado. Aunque las cajas, por su propia naturaleza fundacional y social, vienen obligadas a adquirir ante la sociedad una legitimidad suplementaria a trav¨¦s de las actuaciones de su Obra Social, que resulta lamentablemente escasa, por lo que se refiere a las cajas en su conjunto, respecto al porcentaje de beneficios que destinan los bancos a remunerar a sus accionistas.
Si adem¨¢s tenemos en cuenta que en el pasivo de las cajas m¨¢s del 80% procede de los dep¨®sitos de las familias, mayor prevenci¨®n deber¨ªan de provocar las propuestas de constituir inis auton¨®micos y mayor intranquilidad produce contemplar el riesgo que Zaplana ha obligado a asumir a Bancaja y la CAM en sus insensatas aventuras tem¨¢ticas. Riesgo subsumido ahora en esa confusa y deslavazada corporaci¨®n industrial y financiera que acaba de crearse.
Dif¨ªcil es no coincidir, para ir concluyendo, con las sensatas recomendaciones que nuestro paisano Jaime Caruana, gobernador del Banco de Espa?a, dirig¨ªa el pasado a?o a la Asamblea de la Confederaci¨®n Espa?ola de Cajas de Ahorro : 'La adquisici¨®n de acciones en empresas, como inversi¨®n de car¨¢cter financiero, es una alternativa por la que las Cajas pueden diversificar sus estructura de negocio (...) sin embargo, las inmovilizaciones permanentes en inversiones en empresas industriales con vocaci¨®n de control o de influencia notable en la gesti¨®n, representan compromisos a largo plazo con responsabilidades adicionales (...) porque tales participaciones pueden desviar a las Cajas de aquellas caracter¨ªsticas que mejor se corresponden a su naturaleza, creo que este es un terreno en el que son necesarias la prudencia, la automoderaci¨®n (...) as¨ª como una gran transparencia y amplia participaci¨®n en la definici¨®n de su estrategia'.
Prudencia, automoderaci¨®n, transparencia y participaci¨®n amplia son conceptos que no est¨¢n recogidos en el diccionario pol¨ªtico del PP en general y, a¨²n menos, en el de Zaplana en particular. Por todo lo expuesto, y para tranquilidad de ciudadanos e impositores, creo que lo mejor que cabe desearle a esta reci¨¦n nacida corporaci¨®n que se llama precisamente (?lagarto, lagarto!) Cartera de Participaciones Empresariales, es una l¨¢nguida existencia, una venturosa inactividad y una dulce y pronta extinci¨®n.
Segundo Bru es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Pol¨ªtica y senador socialista por Valencia.
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