Un dominio pol¨¦mico

La presencia de Venus y Serena Williams en la final del Open de tenis de su pa¨ªs, en la pasada madrugada, no ha dejado indiferente a nadie. Sus detractores est¨¢n convencidos de que su dominio perjudica al circuito porque le resta inter¨¦s. En cambio, sus seguidores consideran que ambas han levantado el list¨®n de su deporte y lo han llevado a cotas de popularidad impresionantes.

En cualquier caso, lo que s¨ª existe ya de forma generalizada es cierta resignaci¨®n. Ah¨ª hay acuerdo global. Todo el mundo sabe que ser¨¢ dif¨ªcil romper la dictadura de las Williams. En las semifinales, ni la francesa Am¨¦lie Mauresmo ni la tambi¨¦n norteamericana Lindsay Davenport consiguieron hacerlo. Serena se impuso a Davenport por 6-3 y 7-5. Venus, la mayor, aun sin estar a su mejor nivel, super¨® a Mauresmo por 6-3, 5-7 y 6-4. Sus victorias situaron a las dos hermanas en una final del Grand Slam por tercera vez consecutiva, tras las de los torneos de Roland Garros y Wimbledon, en los que venci¨® Serena.

'?Qu¨¦ problema hay en ello?', plantea Venus cuando alguien le pregunta si est¨¢ preparada para jugar contra Serena y arrebatarle el liderato mundial. 'Tal vez es que entre vosotras hay demasiado amor', insiste el interlocutor, en una alusi¨®n a la falta de agresividad que han demostrado en algunos de sus enfrentamientos anteriores. '?Demasiado amor? No entiendo por qu¨¦ se cuestionan tanto nuestros partidos ni creo que sean malos para el tenis femenino'.

Desde que se opusieron por primera vez en la segunda ronda del Open de Australia de 1998, las Williams han repetido nueve veces. Venus lleva ahora una ventaja de 5-4, pero Serena ha ganado las tres ¨²ltimas.

Desde su irrupci¨®n en las alturas, en 1999, cuando Serena gan¨® el Open de Estados Unidos, han conquistado ya siete t¨ªtulos del Grand Slam de los 12 posibles. Un balance impresionante, sobre todo porque ha coincidido con la recuperaci¨®n de la estadounidense Jennifer Capriati y la explosi¨®n de las belgas Kim Clijsters y Justine Henin. Adem¨¢s, han desplazado a Davenport, la norteamericana M¨®nica Seles y la suiza Martina Hingis. Todas se resignan ya a una dualidad similar a la de las estadounidenses Chris Evert y Martina Navratilova. '?Fue negativa?, espeta Venus; 'nadie se lo pregunt¨® entonces'.