11-S
Aquella tarde, Miquel Alberola y yo nos reunimos en A¨ªn para que ¨¦l pudiera cerrar un peque?o reportaje sobre el conflicto que enfrentaba a la Parroquia de A¨ªn con el Ayuntamiento a prop¨®sito de la titularidad del Reloj P¨²blico sito en la torre campanario del pueblo. Mientras com¨ªamos en el Bar Cooperativa, al fondo, la pantalla del televisor arrojaba unas im¨¢genes de un edificio alto y cuadrado cuyo remate parec¨ªa una descomunal chimenea. Miramos distra¨ªdamente las lejanas im¨¢genes y dijimos que igual se trataba de una pel¨ªcula m¨¢s para la rentr¨¦e con desastres espectaculares incluidos; un g¨¦nero que nos parec¨ªa detestable y sin inter¨¦s. Continuamos hablando de nuestras cosas hasta que Miquel tuvo que irse para llegar a hora a la redacci¨®n del peri¨®dico.
De all¨ª me fui a casa para seguir el final de etapa de la Vuelta Ciclista a Espa?a en la TV. Puse la 2 de TVE, y como los comentaristas aburren hasta la saciedad, busqu¨¦ en el Plus el Canal Eurosport. Mientras pasaba de una programaci¨®n a otra, me d¨ªa cuenta que en la mayor parte de los canales de noticias aparec¨ªa la misma imagen, aquel edificio singular que no tard¨¦ en identificar como una de las dos Torres Gemelas de Nueva York.
Un incendio, pens¨¦; una de esas cat¨¢strofes que atraen c¨¢maras como buitres para pelearse por cautivar el morbo de los espectadores. Me fui a buscar la Vuelta y no tard¨¦ en dejarlo, la etapa era aburrida, larga, sin alicientes ni h¨¦roes, porque hasta que se vio que ?ngel Luis Casero era un serio aspirante a ganarla hasta los comentaristas m¨¢s inquietos andaban remisos y obvios.
Volv¨ª a la reiterada imagen, me interes¨¦ un poco desganadamente, entr¨¦ en el asunto, y despu¨¦s de enterarme que un avi¨®n se hab¨ªa estrellado contra una de las dos torres, presenci¨¦ en directo y horrorizado c¨®mo un segundo avi¨®n se empotraba en una de las torres, y luego otro, y las repeticiones... Esa tarde ten¨ªa que escribir una columna sobre la AVL que dej¨¦ sobre la mesa. Llam¨¦ a Miquel Alberola. Acongojados lamentamos nuestro craso error de la hora de la comida.
Despu¨¦s vinieron d¨ªas, semanas, meses, y hasta hoy inmersos en la batalla que Fukuyama previ¨® como la ¨²ltima contradicci¨®n a resolver por la humanidad despu¨¦s de la derrota ideol¨®gica del marxismo y la pol¨ªtica del comunismo: el enfrentamiento entre el modelo pol¨ªtico democr¨¢tico-liberal occidental y la pulsi¨®n autoritaria y retr¨®grada de los movimientos, naciones y Estados anclados en la consideraci¨®n de la religi¨®n como verdad incontestable (con una especial referencia al islamismo m¨¢s dogm¨¢tico, y no necesariamente s¨®lo al chi¨ªsmo).
Un a?o despu¨¦s de aquel estupor, el mundo occidental liderado por EE UU ha desencadenado una guerra contra un r¨¦gimen integrista (Afganist¨¢n), ha demonizado el terrorismo isl¨¢mico, ha suavizado la conmiseraci¨®n con la causa palestina, se est¨¢ planteando atacar a Irak de manera inminente y dise?a un rosario de intervenciones contra el llamado eje del mal. Quienes descalificaron a Fukuyama con prepotencia y se empe?an en desconocer las ense?anzas de la historia no pueden comprender ni responder porqu¨¦ a los enemigos de la libertad en el siglo XX les tuvo que vencer siempre el mismo y denostado amigo americano. Mientras escucho el denso y emotivo tercer movimiento (Ruhevoll) de la Cuarta de Mahler en inopinado homenaje a las v¨ªctimas de la barbarie me pregunto angustiado cual es la madre de todas las batallas.
Vicent.Franch@eresmas.net
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