Las heridas no cicatrizan
Un a?o despu¨¦s de los atentados, los familiares de las v¨ªctimas mantienen sus traumas. Muchos de ellos prefirieron ayer apagar la televisi¨®n
Muchos familiares y testigos del 11-S no siguieron los actos del aniversario. Era demasiado duro. Optaron por ceremonias privadas o lo m¨¢s parecido a una rutina laboral. En este a?o los afectados han luchado por volver a la normalidad pero la mayor¨ªa sigue padeciendo las secuelas psicol¨®gicas de una experiencia que les ha marcado de por vida. Han tenido que enfrentarse adem¨¢s a muros de burocracia y papeleos para conseguir algo de las ayudas que el Gobierno y las organizaciones caritativas prometieron repartir.
Carrie Lemack, hija de una de las pasajeras del avi¨®n de American Airlines que primero choc¨® contra el World Trade Center, ya ten¨ªa claro que no asistir¨ªa a ning¨²n acto p¨²blico. 'Esto no es algo que quiera compartir con el resto del mundo. Los aniversarios siempre son duros. S¨¦ que mucha gente ha querido estar lo m¨¢s lejos posible de Nueva York'.
'Todos estamos muy cansados del 11-S. Muchos han preferido recordarlo en privado. La ceremonia de la zona cero ha sido un despliegue emocional demasiado grande', dice William Rodr¨ªguez, que trabajaba en la Torre Norte y escap¨® de milagro.
Rodr¨ªguez se encarga ahora de la ¨²nica organizaci¨®n en defensa de las v¨ªctimas latinas. Cada vez que escucha temblar las v¨ªas del metro en un puente elevado, se le saltan las l¨¢grimas. Se acuerda del estruendo de las torres al derrumbarse. El d¨ªa de los atentados, se refugi¨® bajo un coche de bomberos y sinti¨® c¨®mo los trozos del edificio iban hundiendo poco a poco el veh¨ªculo hasta que qued¨® casi aplastado.
'Vivo en un constante estado de melancol¨ªa profunda. Intento aplicar los consejos que les dan a los depresivos y a los alcoh¨®licos: tomar la vida poco a poco. Cuando hablo con las familias de los fallecidos me siento minimizado por el dolor que est¨¢n pasando y me siento culpable de haber sobrevivido'.
Desde hace un a?o, Estados Unidos vive recordando. No hay evento p¨²blico, partido de b¨¦isbol, concierto o acto oficial que no se interrumpa para recordar los muertos del 11-S. Es una obsesi¨®n nacional. La sombra de un avi¨®n en los rascacielos neoyorquinos, el ulular de las sirenas, una detonaci¨®n sospechosa se transforman imperceptiblemente en se?ales de peligro. El p¨¢nico que provocaron las misteriosas cartas contaminadas con carbunco (¨¢ntrax) contribuy¨® durante meses a prolongar el estado de inquietud de la poblaci¨®n. Incluso ahora, el 72% de los neoyorquinos cree que habr¨¢ otro ataque, revel¨® hace poco una encuesta del Daily News.
Los numerosos estudios publicados a ra¨ªz de los acontecimientos, calibran de forma muy distinta el impacto psicol¨®gico de este ¨²ltimo a?o. La onda expansiva funciona en c¨ªrculos conc¨¦ntricos: cuanto m¨¢s cerca de las torres, peor. Un informe de la Duke University de Carolina del Norte afirma que el 11% de los neoyorquinos padece s¨ªntomas de depresi¨®n. Extra?amente los efectos han sido mucho menores en Washington donde se han mantenido los niveles normales. Los investigadores lo achacan a la ubicaci¨®n del Pent¨¢gono, mucho menos c¨¦ntrica. Pero las cifras enga?an porque s¨®lo una peque?a minor¨ªa pide ayuda.'Tengo un paciente que duerme con los zapatos puestos y no puede salir a la calle. Le cay¨® algo encima cuando evacuaba una de las torres y desde entonces no ha vuelto a hacer vida normal', dice Jos¨¦ Genua, psiquiatra en el hospital Sant Vicent de Nueva York. 'Otra paciente que trabajaba en una de las oficinas federales del World Trade Center, incapaz de volver al trabajo, decidi¨® marcharse de Nueva York'.
'Los s¨ªntomas tardan en aparecer. Es un proceso paulatino. Al principio casi todo el mundo tuvo pesadillas. Los que est¨¢n realmente traumatizados son los que, despu¨¦s de meses, no consiguen salir de esa etapa', cuenta Genua. 'Nosotros tambi¨¦n est¨¢bamos traumatizados. ?ramos enfermos que trataban a otros enfermos. En Sant Vincent estuvimos d¨ªas y d¨ªas atendiendo a los familiares que buscaban a los suyos'.
'Tras los atentados muchos estadounidenses se hicieron muy sensibles a presuntas se?ales de peligro, como un desconocido de aspecto ¨¢rabe o un paquete abandonado', explica el doctor Luis Rojas Marcos, que el 11-S dirig¨ªa la red de hospitales p¨²blicos de Nueva York. 'Pasado el peligro inmediato, las im¨¢genes m¨¢s espeluznantes del suceso se entrometen en nuestra vida privada, nos quitan el sue?o o nos mantienen despiertos, agotados, tristes e irritables'.
No s¨®lo habla el m¨¦dico, sino tambi¨¦n el testigo presencial. 'Trabajaba cerca de las torres, estuve all¨ª cuando pas¨® todo y, aunque no lo piensas, el cuerpo te pide huir. La experiencia influy¨® en mi reciente cambio profesional [Rojas Marcos dej¨® su puesto a principios del a?o pasado] en parte impulsado por la necesidad de evadirme de una situaci¨®n parecida. Hay varias cosas que me siguen costando, como tratar con gente que ha sufrido traumas. Me identifico con su sufrimiento'.
Los expertos ya han aprendido mucho del atentado contra el edificio federal Alfred P. Murray de Oklahoma que el 19 de abril de 1995 caus¨® la muerte a 168 personas. Comprobaron que a partir del segundo a?o, los afectados recurr¨ªan cada vez m¨¢s a una ayuda psicol¨®gica. Muchos padec¨ªan aut¨¦nticos problemas f¨ªsicos causados por el estr¨¦s y la pena. Se registr¨® un aumento del consumo de drogas y de alcohol, m¨¢s problemas, m¨¢s tensiones, m¨¢s divorcios, incluso m¨¢s abusos.
'Estamos construyendo las bases rudimentarias de un sistema de salud mental en casos de desastre', comentaba a The New York Times, un responsable de la Asociaci¨®n Psiqui¨¢trica Americana, 'es un experimento social muy interesante que nos ense?ar¨¢ c¨®mo reaccionar en tiempos de crisis'.
La Cruz Roja y otras organizaciones de ayuda han anunciado que ¨¦ste ser¨¢ el mayor esfuerzo de ayuda psiqui¨¢trica jam¨¢s emprendido en EE UU. Todo el que pueda demostrar s¨ªntomas del 11-S, en Nueva York, en el resto del pa¨ªs o incluso en el extranjero, podr¨¢ pedir el reembolso de sus gastos m¨¦dicos. Se estima que el programa podr¨ªa abarcar 150.000 familias. La Cruz Roja ha cifrado el coste inicial en 40 millones de d¨®lares.
A la pena se ha sumado el papeleo. No siempre ha sido f¨¢cil obtener ayuda de las organizaciones caritativas privadas que en un a?o han recaudado 2.700 millones de d¨®lares. Muchos afectados tuvieron que esperar horas y horas de cola para conseguir un cheque, algo de comida o un vale para comprar ropa. Se estima que los familiares m¨¢s allegados han obtenido una media de 125.000 d¨®lares de compensaci¨®n, mucho m¨¢s para los bomberos y polic¨ªas, que se han beneficiado del impulso patri¨®tico de los estadounidenses.
El Gobierno por ahora no ha dado ninguna indemnizaci¨®n. El proceso del Fondo de Compensaci¨®n para las v¨ªctimas es complicado y muy largo.
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