Un gran adolescente
'La vida tumultuosa de Malraux se asemej¨® a una prestigiosa tira c¨®mica'. La frase de Olivier Todd adquiere todo su sentido por comparaci¨®n: ?verdad que a nadie se le ocurrir¨ªa imaginar a Sartre o a Camus como personajes de c¨®mic? Malraux es un activista compulsivo, y como tal le presenta Todd, que convierte su biograf¨ªa en una reflexi¨®n sobre la impostura, sobre los repliegues del juego narcisista del escritor con la experiencia.
El detallista recorrido de Todd por la vida del autor de L'Espoir, en que a veces lo anecd¨®tico rompe la intensidad de una vida sin pausas, va poniendo de manifiesto la distancia entre las peripecias que Malraux vive y su manera de contarlas: 'Una mezcla constante de mentira y verdad'. La mitificaci¨®n de la figura del padre, el falso curr¨ªculo escolar con unos conocimientos de griego y de s¨¢nscrito y unos estudios orientales que nunca hizo, las andanzas por Indochina donde empez¨® como traficante de tesoros arqueol¨®gicos y acab¨® como novelista de la revoluci¨®n, las confusas relaciones con la Uni¨®n Sovi¨¦tica con muchas complicidades silenciadas, su magnificado papel en la resistencia a la que s¨®lo lleg¨® en 1944 o la entrevista con Mao cuyo relato no tiene nada que ver con la transcripci¨®n oficial son algunos de los ejemplos que Olivier Todd va acumulando.
ANDR? MALRAUX. UNA VIDA
Olivier Todd Traducci¨®n de Encarna Castej¨®n Tusquets. Barcelona, 2002 402 p¨¢ginas. 22 euros
Hiperactivo, mit¨®mano, Andr¨¦ Malraux (Par¨ªs, 1901-Essone, 1976) siempre falseaba la realidad en beneficio propio, probablemente porque, como dice Clara, su primera esposa, 'no estaba tan seguro de s¨ª mismo como pod¨ªa parecer'. El argumento de Todd es que Malraux viv¨ªa para escribir, actuaba en la vida siempre pensando en convertirla en un relato de s¨ª mismo, lo cual condicionaba sus decisiones y su escritura, el modo de actuar y el modo de dar cuenta de su experiencia. ?Se puede construir una visi¨®n del mundo con la mentira? ?Malraux escrib¨ªa para enga?arnos o nos enga?aba porque era prisionero de su escritura? La literatura y la realidad juegan siempre al equ¨ªvoco en tanto que a la realidad le gusta esconderse y la literatura no tiene otra verdad que el compromiso con la escritura. 'Ni verdadero ni falso, simplemente vivido', dec¨ªa Malraux en La condici¨®n humana.
Su materia prima, el propio Mal
raux lo dice, es la acci¨®n, la aventura. Pero su preocupaci¨®n es el sin sentido, 'lo esencial', para Malraux, 'es la alianza de la muerte, de la vida y del absurdo, del destino y de la fatalidad'. Por m¨¢s que a?ada e invente a la realidad, esta textura sombr¨ªa, que se traduce en una idea de esperanza te?ida de oscuro, no abandona nunca ni la obra ni la vida de este militante un poco milenarista que opta por escapar siempre que la realidad le abruma. De ah¨ª las mil y una estaciones de su viaje, de ah¨ª un extra?o conformismo de un militante que salta de causa en causa, pero las asume todas con m¨¢s pasi¨®n por la acci¨®n que por la cr¨ªtica y por la verdad.
Sustenta Olivier Todd que el momento de mejor sinton¨ªa de Malraux con el mundo es la guerra de Espa?a. Tambi¨¦n ah¨ª Malraux exagera en sus relatos: ni sus intervenciones fueron tan decisivas ni sus momentos de armas tan importantes. Tambi¨¦n ah¨ª opt¨® por la ceguera voluntaria: no quiso ver nada de lo que ocurr¨ªa en el bando republicano: ni siquiera la represi¨®n comunista sobre la izquierda trostkista. Pero escribi¨® L'Espoir -un retablo de personajes de la guerra-, que junto con La condici¨®n humana son las dos grandes novelas que ha dejado. Y que le dieron entre los a?os treinta y cincuenta la reputaci¨®n de un hombre que 'reconciliaba la acci¨®n y la literatura, la pol¨ªtica y la moral'. Al fin y al cabo, la novela y la pol¨ªtica han alimentado el imaginario de un siglo de revoluciones y guerras mundiales. El propio Arthur Koestler apelaba a la autoridad de Malraux en una carta de renuncia al partido comunista alem¨¢n: 'Como Malraux ha dicho, la moral no basta para hacer una revoluci¨®n, pero sin ella nada puede hacerse'.
Malraux fue un gran adolescente: como si no le pasaran los a?os, vivi¨® siempre fascinado por la guerra, por los grandes hombres, por los honores, por el poder. De Lenin al general De Gaulle, su ¨²ltima estancia, el viaje -con destacadas escalas en Asia y en Espa?a- fue largo. 'Se acab¨® el gaullismo', dijo Malraux, cuando el general ejecut¨® su suicido pol¨ªtico en el refer¨¦ndum de 1969. Y renunci¨® a seguir siendo ministro. 'La pol¨ªtica fue su afrodisiaco', dice Todd, 'la literatura, su mejor terapia'.
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