Escobas
Al final de una noche de s¨¢bado, mientras las fiestas ard¨ªan en alcohol , se oy¨® la primera detonaci¨®n en una esquina de la ciudad. Un polic¨ªa acababa de detener a un ratero y ¨¦ste, al entrar en contacto con el metal de las esposas, hab¨ªa estallado. Su cuerpo convertido en una bomba no produjo un solo herido ni siquiera hab¨ªa da?ado levemente al sabueso, aunque se hab¨ªa esparcido por la acera en cien pedazos, que fueron a sumarse a la basura que el reba?o nocturno hab¨ªa dejado en la calle. Poco despu¨¦s se oy¨® otra deflagraci¨®n en una glorieta cercana. El navajero ahora detenido tampoco hab¨ªa producido v¨ªctimas, ni siquiera una mancha de sangre a los presentes al reventar, pero la gente comenz¨® a preguntarse qu¨¦ pasaba, sin experimentar p¨¢nico en absoluto, sino simple curiosidad. Alguien corri¨® la voz de que hab¨ªan entrado en acci¨®n las medidas del gobierno contra la delincuencia y, en efecto, al final de aquella noche de s¨¢bado en todos los barrios estallaron muchos cacos y vagabundos sin papeles al ser apresados. El caso de estos peque?os malhechores explosivos fue considerado normal. En realidad s¨®lo era un problema de limpieza. Los cuerpos dispersados en trozos de menos de un kilo de carne, junto con sus respectivos harapos, no se distingu¨ªan de los cristales de las botellas despanzurradas, de las vomitonas, de los envases ah¨ªtos de vino, de los orines fermentados en los z¨®calos. En cuanto saliera el sol llegar¨ªan los barrenderos. Estas escuadrillas armadas con escobas estaban compuestas en gran parte por inmigrantes sospechosos que pod¨ªan ser arrestados mientras barr¨ªan los despojos sangrientos de sus hermanos, aunque ya se sabe que por cada uno de ellos que puede darte un tir¨®n o ponerte una navaja en el cuello, m¨¢s de mil llegan a este pa¨ªs s¨®lo a limpiarte la mierda del retrete o a contarle cuentos suaves a tu abuelito. Este hecho ins¨®lito comenz¨® a ser habitual todos los fines de semana, hasta el punto que las explosiones ya hab¨ªan sido incorporadas a la diversi¨®n de las noches del s¨¢bado. En cuanto un polic¨ªa comenzaba a perseguir a un ladr¨®n, la gente sal¨ªa de las tascas y se agolpaba en la acera para ver si se produc¨ªa el contacto, sabiendo de antemano que la detonaci¨®n no les causar¨ªa da?o alguno. Las medidas del gobierno no lograron erradicar el delito callejero aunque produjeron un efecto muy emotivo, porque al barrer los domingos la basura de la noche del s¨¢bado, al final, las escobas siempre quedaban manando sangre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.