Miedo
La semana pasada, en la que tantos sevillanos estuvimos colgados de la televisi¨®n viendo y oyendo a testigos del terror del 11-S y pendientes tambi¨¦n de un programa tan anunciado como pesado sobre el mismo tema, pens¨¦ que no hay control social posible contra el terror. Aqu¨ª estamos muy lejos y ese terror se nos olvida en dos d¨ªas; como mucho se nos queda despu¨¦s coleando un miedo difuso que no deja de ser una suerte para las autoridades porque una sociedad con algo de miedo es m¨¢s f¨¢cil de controlar pues suele ser precavida, reprimida y obediente. Pero cuando en lugar de temerosa est¨¢ aterrorizada es capaz de todo, puede rebasar cualquier expectativa, es imprevisible y no la puede dominar ninguna autoridad o poder.
El terror se produce siempre frente a lo desconocido, a lo que se imagina uno -o que ni siquiera puede llegar a imaginarse- que puede suceder por sorpresa, sin raz¨®n l¨®gica ni aspecto conocido. Llegado ese momento parece ser que es imprescindible ponerle cara a ese terror y, a ser posible, nombre y apellido para que, con esa imagen o esos datos, podamos pensarnos capaces de controlar la situaci¨®n y eso nos tranquilice convirtiendo el p¨¢nico en miedo; destino que, queramos o no, es lo que conviene.
Como siempre habr¨¢ sus excepciones. Creo, por ejemplo, que en casos individuales quiz¨¢ no sea tan ¨²til, pues me imagino que en el maltrato dom¨¦stico, que s¨ª padecemos en esta ciudad, dudo mucho que el nombre y apellido ofrezca alg¨²n consuelo. Tambi¨¦n existe la diferencia entre un terror ocasional, ex¨®geno, como pudiera ser una cat¨¢strofe natural y otro cuyo motivo sea estructural, generado por la cultura o las circunstancias de la sociedad, que en estos momentos nos ofrece una imagen turbia, dislocada y de pocas seguridades. La cat¨¢strofe natural pasa, impresiona en la noticia, se soluciona m¨¢s o menos -casi siempre menos-, y la olvidan la inmensa mayor¨ªa que no la sufrieron. La que genera nuestra propia sociedad la tenemos dentro y surge y vuelve a surgir con diferentes apariencias. Lo curioso es que en ambos casos, y cuando se trata de una colectividad, puede ser cierto que un nombre cient¨ªfico o personal o colectivo como culpable sirva para tranquilizar y dominar el desorden del terror; para que en los intervalos nos conservemos en el miedo.
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