Prohibido, pero poco
Un amigo m¨ªo de Madrid me contaba una vez de c¨®mo crey¨® entender a los andaluces, a trav¨¦s de la siguiente an¨¦cdota. Hab¨ªa venido el hombre a Sevilla, en su coche, y se puso a buscar aparcamiento por los aleda?os de donde ten¨ªa que realizar unas gestiones. Cansado de dar vueltas, par¨® un momento y requiri¨® informaci¨®n, a su prop¨®sito, de un vecino que por all¨ª pasaba. El ciudadano en cuesti¨®n se puso a otear el horizonte urbano y al cabo de unas cuantas dubitaciones dijo: 'Puede usted aparcar ah¨ª', se?alando un lugar obviamente vedado por una ostensible placa. 'Pero, oiga, ah¨ª no se puede...', observ¨® el madrile?o. A lo que el sevillano replic¨®, impert¨¦rrito: 'S¨ª, est¨¢ prohibido, pero poco'.
Algo as¨ª es lo que ha venido a decir el juez que ha decidido archivar el caso Isla Chica, en Huelva. Uno de los m¨¢s flagrantes enjuagues urban¨ªsticos de los ¨²ltimos tiempos -ya es decir-, al se?or Pasquau Lia?o le ha parecido simplemente 'poco cuidadoso con la legalidad'. Tambi¨¦n opina que en casos as¨ª no ha lugar sanci¨®n penal alguna, 'a menos que esa ilegalidad fuese abrumadora, consciente y deliberadamente injusta'.
Otro amigo m¨ªo abogado, muy ducho en recovecos de la justicia, me ilustr¨® hace tiempo en una taxonom¨ªa elemental de los distintos tipos de sentencias, para que yo, desde mi humilde oficio filol¨®gico, lo entendiera: 'Cuando una sentencia tiene muchos adjetivos y muchos adverbios, malo'. Las buenas sentencias son parcas en estas dos expansiones ornamentales del idioma. La del se?or Pasquau desde luego es harto florida. Pues a la saz¨®n, contin¨²a: 'un muy considerable beneficio' es el que obtuvo la empresa Odeinsa, adjudicataria del pelotazo en cuesti¨®n (lo de pelotazo vayan anot¨¢ndolo a la jerga futbol¨ªstica, que aqu¨ª viene como anillo al dedo); y por m¨¢s que hubo un 'concierto' entre miembros del equipo de gobierno y una entidad privada (la tal Odeinsa, manejada entonces por los tent¨¢culos de Beneroso y luego, al parecer, compensada en otros negocios de la ciudad) no observa el magistrado que tal cosa constituya anomal¨ªa reprobable. Total, en ese tr¨¢fago de concomitancias, los ciudadanos de Huelva s¨®lo han visto peligrar una estupenda zona verde, por la bonita cantidad de 2.700 millones de pesetas, que han ido a parar a un club de f¨²tbol. Eso s¨ª, el club, en la misma secuencia de juegos malabares, ha pasado a ser pr¨¢cticamente de propiedad municipal, misi¨®n principal¨ªsima de los ayuntamientos, como nadie ignora. El juez aqu¨ª se ha limitado a insinuar que pudo haber habido, qui¨¦n sabe, malversaci¨®n de fondos. Pero entre su hojarasca verbal, el mismo magistrado, como base de su argumentaci¨®n, se?ala que en tan disputado lugar no se ha construido vivienda alguna. ?Quiere decir eso que no se puede construir? Parece lo m¨¢s l¨®gico, y ojal¨¢. Desde luego, se empez¨® hablando de 900 viviendas, y ya van por 150. O sea, que en la ¨²ltima carambola de este retorcido entuerto, y por incre¨ªble que parezca, el alcalde Pedro Rodr¨ªguez se ha librado de la inculpaci¨®n penal, pero los huelvanos, a trav¨¦s de la acci¨®n popular, han visto logrado su principal objetivo: retener para uso p¨²blico la parcela, al menos en su mayor parte. El coche no hab¨ªa atropellado a nadie. S¨®lo estuvo mal aparcado, y no mucho.
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