Elogio de la LRU
Muchas veces desde que se plante¨® el debate de la LOU, y especialmente en aquellas ¨¢speras semanas en que todos los mercenarios de la pluma se lanzaron a demonizar a la LRU y a los que critic¨¢bamos el nuevo proyecto, he sentido la necesidad de reivindicar el valor progresivo y modernizador de la Ley de Reforma Universitaria. Tambi¨¦n durante estos meses he repetido que la Universidad Carlos III de Madrid es un proyecto derivado de esa ley, durante cuya vigencia se ha desarrollado en sus 12 primeros a?os, y los resultados no han sido malos. Un art¨ªculo del profesor Garc¨ªa Carcel, que public¨® el 9 de agosto en la prestigiosa tercera de Abc, haciendo responsable a la LRU de todos los males universitarios, del corporativismo, del gremialismo y de la irracionalidad, me ha parecido tan injusto y tan sesgado que he cre¨ªdo necesario explicar mi opini¨®n sobre la Ley Universitaria socialista. Cuando dice el profesor Garc¨ªa Carcel que 'el Estado se inhibi¨® de cualquier proyecto racionalizador' y cuando se atribuye, tambi¨¦n a la ley, las consecuencias de 'la tribu universitaria' que tan bien describi¨® Alejandro Nieto en 1984, apenas entrada en vigor, me parece un deber de justicia salir al paso de esas afirmaciones de un respetable colega universitario desde mi propia experiencia. Me ha parecido admirable el distanciado y elegante silencio del profesor Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall, padre e impulsor de la anterior ley, y tambi¨¦n de sus colaboradores, pero no creo que en este momento sea ya posible callar.
La injusticia y la visi¨®n deformada del profesor Garc¨ªa Carcel se acrecienta porque ese reproche descalificador de la LRU se acompa?a de un silencio clamoroso sobre el largo periodo de la Universidad franquista. Con una referencia despectiva a los 'intelectuales que pontificaron sobre la Universidad espa?ola en los ¨²ltimos estertores del franquismo', sus referencias a esa ¨¦poca se agotan con la escueta expresi¨®n 'acabado el franquismo'. Como las referencias de ambos momentos est¨¢n tan desequilibradas, merece la pena recordar a los centenares de catedr¨¢ticos expulsados de sus c¨¢tedras, o fusilados o en el exilio, al final de la guerra civil, y los vencedores estampillados como licenciados o ingenieros, o convertidos en catedr¨¢ticos en aquellos ex¨¢menes patri¨®ticos de los a?os cuarenta. Conviene tambi¨¦n recordar el gobierno autoritario con rectores nombrados a dedo, y tribunales de oposiciones del mismo origen, as¨ª como la discriminaci¨®n y persecuci¨®n que sufr¨ªamos hasta en los primeros a?os setenta los profesores j¨®venes de izquierdas, experiencia que viv¨ª en mis propias carnes, como otros muchos colegas. C¨®mo se puede olvidar la represi¨®n estudiantil, sobre todo a partir de los a?os sesenta, con los expedientes, las multas, la acci¨®n de los tribunales militares y del Tribunal de Orden P¨²blico, o el asesinato a manos de la polic¨ªa del estudiante de Derecho don Enrique Ruano Casanova, tipificado as¨ª por sentencia del Tribunal Supremo. ?Se puede olvidar que la LRU es el cierre de ese siniestro periodo y la devoluci¨®n de la libertad y de la autonom¨ªa a la Universidad, de acuerdo con el mandato constitucional? Ese olvido, que es extenso y profundo, desequilibra el diagn¨®stico de Garc¨ªa Carcel. Es un olvido imperdonable, sobre todo para un historiador.
Pero la LRU acierta en muchas m¨¢s cosas, y es precursora de otras que ahora nos vienen desde esa idea del espacio universitario europeo.
Restablece unos tribunales de oposiciones con tres miembros elegidos por sorteo y dos nombrados por la Universidad, que no se olvide es la comunidad titular del derecho a la autonom¨ªa universitaria. ?Es criticable ese modelo frente a la designaci¨®n por el Ministerio, que era el sistema del franquismo? Con ese sistema han sido reclutados excelentes catedr¨¢ticos y excelentes titulares. ?Es atribuible a la ley que hayan existido patolog¨ªas e injusticias o ha sido resultado de una acci¨®n torcida de miembros concretos de la comunidad universitaria?
La ley pretendi¨® una renovaci¨®n de los planes de estudio para modernizarlos, y ahora vemos que tambi¨¦n para europeizarlos. As¨ª, favoreci¨® la reducci¨®n a cuatro a?os de las licenciaturas y a cinco de las ingenier¨ªas, y tambi¨¦n la potenciaci¨®n de las diplomaturas y de las ingenier¨ªas t¨¦cnicas y tambi¨¦n la posibilidad de acceso de una carrera a otra y de titulaciones s¨®lo de segundo ciclo. A trav¨¦s de pasarelas con complementos de formaci¨®n se facilit¨® con los reglamentos de desarrollo de la ley esa comunicaci¨®n entre titulaciones que ahora se llama la transversalidad, que favorece la movilidad estudiantil entre varias carreras. Frente a esos planteamientos tomaron posiciones los sectores m¨¢s inmovilistas, que torpedearon la reforma, se negaron a reducir los planes de estudios, a aceptar el sistema de cr¨¦ditos. ?Es la LRU la corporativa o lo son m¨¢s bien esos sectores? Cuando se intent¨® que la carrera de periodismo fuera s¨®lo de segundo ciclo y que se pudiera acceder a ella con complementos desde otras titulaciones, un numeroso grupo de profesores del ¨¢rea de periodismo, felizmente no todos, con muchos decanos a la cabeza, se opusieron a este intento, planteando incluso un recurso contencioso-administrativo que acaban de perder definitivamente en el Tribunal Supremo. ?Qui¨¦nes eran en este caso los gremialistas? He estado presente en debates en el Consejo de Universidades donde dos distinguidos colegas elegidos en el Parlamento a propuesta del PP se opon¨ªan con todo vigor a las pasarelas que facilitasen la movilidad y la transversalidad de los estudios favorecida por la LRU, y hoy uno de los puntos centrales del modelo europeo. ?Qui¨¦n estaba en este caso en la l¨ªnea correcta?
En la organizaci¨®n de la Universidad, la LRU pretendi¨® construir el modelo desde los departamentos y desde centros donde se impartiesen varias titulaciones. ?se es exactamente el modelo de la Carlos III, que ha facilitado establecer ense?anzas simult¨¢neas, y en eso hemos sido pioneros, mientras que esos mismos sectores se resist¨ªan y manten¨ªan el r¨¦gimen de la facultad con una ¨²nica titulaci¨®n, lo que ha dificultado enormemente esas innovaciones.
Adem¨¢s, conquistas muy positivas como el art¨ªculo 11, que abr¨ªa la oportunidad de dict¨¢menes profesionales y de impulsar la consultor¨ªa entre el profesorado universitario y favorecer igualmente la investigaci¨®n, son obra de la vituperada ley. Como lo era el art¨ªculo 46-2, que inici¨®, como signo de calidad universitaria, la evaluaci¨®n individual por las propias universidades de la actividad docente, investigadora y de gesti¨®n de los profesores.
Dice Garc¨ªa Carcel que la nueva ley, la LOU, ha nacido con voluntad de enfrentarse con la cuesti¨®n universitaria hoy. No coincido con ese dictamen, y creo que la ley nueva, en su af¨¢n revanchista y rectificador, ha multiplicado los problemas, porque ha dado la raz¨®n a los inmovilistas y porque crea m¨¢s dificultades que las que resuelve. La se?ora ministra y su equipo van a ser juzgados con mucha dureza en la historia de las universidades. Su precipitaci¨®n, su voluntad de distanciarse de todos los proyectos de la LRU, incluso su rid¨ªcula acci¨®n de cambiar muchos nombres de los ¨®rganos de gobierno de la Universidad, traer¨¢n a medio plazo males dif¨ªciles de reparar. Y ese brindis al sol progresista con la conversi¨®n de todos los contratos en contratos de trabajo, sin haber medido las consecuencias, es una imprudencia que puede costar muy cara. Como han olvidado que s¨®lo el Estado es competente en materia de legislaci¨®n laboral, y no han creado contratos laborales espec¨ªficos, esos profesores se ajustan a la legislaci¨®n laboral com¨²n, con lo que se produce un deterioro de la carrera universitaria, donde todos los gatos ser¨¢n pardos y el punto central de evaluaci¨®n, con intervenci¨®n de los sindicatos, ser¨¢ la estabilidad en el empleo y no el nivel acad¨¦mico del candidato. Contar¨¢n m¨¢s los a?os de permanencia que un buen curr¨ªculum y adem¨¢s explotar¨¢ la endogamia.
Hay que sacudir al pa¨ªs y a su opini¨®n p¨²blica para que abandonen cualquier sensaci¨®n de que el problema se ha acabado con la nueva ley, cuando la realidad es que se ha agravado porque la ley misma es un problema. Pero parece que todo est¨¢ resuelto porque los medios de comunicaci¨®n han dejado de considerar a la
Universidad como centro de atenci¨®n, y la opini¨®n p¨²blica debe saber la verdad, tanto la falta de veracidad de muchos ataques a la LRU como el espejismo del valor positivo de la nueva ley. La Universidad ha superado otras situaciones m¨¢s extremas, como esa etapa del franquismo que ahora se quiere silenciar. Tambi¨¦n se superar¨¢ ¨¦sta y se acabar¨¢n desvelando los defectos de la LOU. Ni siquiera los m¨¢s beneficiados por ellas, las universidades privadas, se atreven a defenderla. Yo s¨ª he querido hacerlo con la LRU, porque me parece una exigencia de la probidad acad¨¦mica y una deuda que tenemos todos los universitarios con Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall y con todos sus colaboradores.
Gregorio Peces-Barba Mart¨ªnez es rector de la Universidad Carlos III.
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