Los pat¨®genos sencillos encabezan las listas mundiales de propagaci¨®n
La virolog¨ªa inform¨¢tica constituye un campo tan ajeno a la previsibilidad como el azar. A pesar de que un virus consta de instrucciones l¨®gicas, n¨²meros en binario y operaciones algebraicas traducidas a c¨®digo m¨¢quina, no hay m¨¢s lugar para las matem¨¢ticas. No existen reglas para calcular o premeditar su grado de expansi¨®n o la suerte que correr¨¢ en las listas de prevalencia.
El control de un escritor de virus sobre su creaci¨®n termina cuando ¨¦sta cruza las lindes del ordenador en el que ha sido programada. Tras 16 a?os transcurridos desde la aparici¨®n del primer pat¨®geno, el pakistan¨ª Brain, la experiencia permite extraer cierta conclusi¨®n: los virus m¨¢s propagados han sido, por norma general, los t¨¦cnicamente menos desarrollados.
Es el caso de Jerusalem (conocido como Viernes 13) o Barrotes, que con rudimentarios m¨¦todos de infecci¨®n, sobrevivieron como aut¨¦nticas plagas durante varios a?os tras su propagaci¨®n. A la sombra de estos y otros espec¨ªmenes se fue desarrollando una segunda rama, la de los virus de museo, programados para no ser distribuidos, sino estudiados como obras de arte por programadores expertos, o intercambiados por coleccionistas.
Nuevas t¨¦cnicas
Se trata de creaciones no destructivas con las que autores asociados en grupos tratan de demostrar, desde hace a?os, que los virus no son necesariamente da?inos. Estos programadores investigan nuevas t¨¦cnicas, la aplicaci¨®n de complejos m¨¦todos de replicaci¨®n u ocultaci¨®n, y la superaci¨®n del reto que supone alcanzar ciertas metas tecnol¨®gicas. Virus que mutan su forma o incluso sus caracter¨ªsticas generaci¨®n tras generaci¨®n, que componen haikus (poes¨ªa japonesa), que se ejecutan al rev¨¦s, que invierten el contenido de la pantalla... La audacia del escorzo binario, en definitiva.
En la era Windows, iniciada en 1995, la realidad no es distinta. Pat¨®genos muy simples conceptualmente como Melissa, I love you o Happy99 han supuesto las mayores plagas. Sin embargo, los virus de museo empiezan a ser historia. La mayor¨ªa de grupos que emergieron en los 90 se han disgregado, y hoy, las escasas creaciones avanzadas, son de autores individuales que s¨ª optan por la distribuci¨®n, como una forma de evaluar la 'calidad' de sus espec¨ªmenes, a falta de compa?eros con los que compartir conocimientos.
El resultado: la inevitable aparici¨®n de virus como BubbleBoy, Marburg, CIH, Babylonia, Nimda o Hybris, contados espec¨ªmenes que han pasado a la posteridad a pesar de su nivel tecnol¨®gico. Pero este reducido grupo no es m¨¢s que una excepci¨®n, considerando que los pat¨®genos pueden equipararse a castillos de naipes: cuanto m¨¢s complejos son, m¨¢s posibilidades tienen de derrumbarse frente a la simplicidad conceptual de los espec¨ªmenes m¨¢s sencillos.
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