MD o el don de fascinar
'Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde. A los 18 a?os ya era demasiado tarde', leemos en la primera p¨¢gina de El amante, de la gran Marguerite Duras, aut¨¦ntica diva de la literatura francesa del siglo XX. Todo parece indicar, por tanto, que a ella le ocurri¨® antes de los 18 lo que al com¨²n de los mortales nos lleva al menos cinco d¨¦cadas. De hecho, algo definitivo empez¨® a ocurrirle a 'la ni?a' a los quince a?os y medio, cuando, en la traves¨ªa del r¨ªo Mekong en direcci¨®n a Saig¨®n, la mirada melanc¨®lica de un joven chino muy elegante se detuvo sobre aquel cuerpo fr¨¢gil, a¨²n casi infantil, que se adivina a trav¨¦s de un vestido ra¨ªdo de seda vagamente blanco que la brisa adhiere a la piel; lleva adem¨¢s un extra?o sombrero de ala plana y unos zapatos de tacones altos de lam¨¦ dorado.
Por entonces, antes ya de esos 15 a?os, cuando todo est¨¢ a¨²n en suspenso en 'la superficie de la fuerza del r¨ªo', la jovencita ya le hab¨ªa dicho a su madre que lo que quer¨ªa era escribir. En realidad ya conoc¨ªa el dolor de muchas p¨¦rdidas, de la humillaci¨®n, de la pobreza, del deseo, y sab¨ªa que de eso escribir¨ªa un d¨ªa. 'No se trata de que sea necesario conseguir algo, sino de que sea necesario salirse de donde se est¨¢' para hacerlo; eso tambi¨¦n lo sab¨ªa ella segundos antes de que algo definitivo empezara a ocurrir, en el instante mismo en que el joven chino sali¨® de su limusina, se acerc¨® a ella temblando y le ofreci¨® un cigarrillo ingl¨¦s. En ese instante, la fr¨¢gil quincea?era ya estaba preparada para lo que estaba por ocurrir, ya era mayor, casi adulta. Cincuenta y cinco a?os despu¨¦s, convertida ya en MD, ella misma nos lo confirma en El amante: 'Desde el primer instante 'la ni?a' sabe algo as¨ª: que el hombre est¨¢ en sus manos. (...) Tambi¨¦n sabe algo m¨¢s: que, en lo sucesivo, ha llegado sin duda el momento en que ya no puede escapar a ciertas obligaciones que tiene para consigo misma. (...) La ni?a ahora tendr¨¢ que v¨¦rselas con ese hombre, el primero, el que se ha presentado en el transbordador'.
Que no se lleve a enga?o el lector: no estamos ante una historia m¨¢s de un primer amor. Por muchos motivos; tantos, que, por no abrumarle, me referir¨¦ s¨®lo a dos: primero, porque, aunque -como en las novelas rosa o en los culebrones- el amante sea rico y la ni?a pobre, ¨¦l chino y ella blanca, y ese deseo, ese amor, sean imposibles antes ya de empezar, esta historia, que ocurre en 1929 en la antigua Indochina, nos conduce mucho m¨¢s all¨¢ de la simple an¨¦cdota; ilumina, con la contagiosa pasi¨®n que emana de ella, nuestra propia experiencia, por ajena y lejana que sea de la que lleva a la autora a confesar: 'A los 18 a?os envejec¨ª. (...) Quienes me conocieron quedaron impresionados al volver a verme dos a?os despu¨¦s. He conservado aquel nuevo rostro. (...) Tengo un rostro destruido'.
El segundo motivo se refiere a la voz narrativa de la Duras, que ha fascinado a tantos imitadores, destroz¨¢ndolos, por supuesto, porque, de hecho, es ¨²nica; su escritura le pertenece s¨®lo a ella, y s¨®lo suyo es el don de fascinar con ese estilo propio, inimitable.
Tuve el privilegio de conocerla poco despu¨¦s de que publicara en Francia El amante. Ella sal¨ªa del infierno de una cura alcoh¨®lica y se sum¨ªa a¨²n de vez en cuando en silencios insondables que hab¨ªa que respetar. Deb¨ªamos elegir una foto para la cubierta de nuestra edici¨®n espa?ola, la primera en otro idioma. Desparram¨® sobre una mesa un mont¨®n de fotos de aquellos tiempos, entre los 15 y los 17 a?os. De pronto, apareci¨® el primer plano de un rostro deslumbrante, la mirada fija en nosotros, una mirada adolescente, triste y perversa, temerosa y atrevida a la vez. ?All¨ª estaba 'la ni?a'! A MD le gust¨® que la eligi¨¦ramos sin vacilar. Esa foto dio luego la vuelta al mundo en la cubierta de incontables ediciones en otros idiomas, porque no cab¨ªa duda: era el rostro de MD antes de que se convirtiera en un 'rostro lacerado por arrugas secas', el mismo que ten¨ªamos nosotros delante aquella tarde de invierno en Par¨ªs mientras eleg¨ªamos la foto.
Tambi¨¦n le gust¨® la traducci¨®n de Ana Mar¨ªa Moix, que ha conseguido transmitir en nuestro idioma a los lectores la fuerza, la peculiaridad de esa escritura inimitable. Esta fuerza convirti¨® El amante en algo desconocido e insospechado hasta entonces para MD: un best-seller, ?ella, que ya hab¨ªa escrito m¨¢s de veinte novelas, que era ya una autora consagrada! A partir de entonces, con el rostro y el cuerpo ya devastados por aqu¨¦lla y otras experiencias feroces, pas¨® a ser venerada en el mundo entero.
Envidio de verdad a quienes lean por primera vez este libro, e invito a releerlo a quienes ya lo hab¨ªan hecho, porque, al igual que los grandes cl¨¢sicos, su lectura sigue estremeciendo y alumbrando nuevas emociones y reflexiones.
Beatriz de Moura es editora de Marguerite Duras en Espa?a.
De Saig¨®n a Par¨ªs
Terminaba el verano de 1929 y Marguerite volv¨ªa al internado de Saig¨®n. Aquella ciudad fue el escenario de su primer amor mientras la crisis de la Bolsa de Nueva York sacud¨ªa el mundo. Su familia, sin embargo, ya se hab¨ªa arruinado antes. Tres a?os m¨¢s tarde, hu¨¦rfana y pobre, la joven se instalar¨ªa en Par¨ªs para estudiar Derecho. All¨ª, siendo ya 'una mujer vieja que hac¨ªa libros', rememorar¨ªa a los 70 a?os de edad la pasi¨®n destructora de un adulto y una 'ni?a' mientras en la vida real viv¨ªa con el 'muy joven' Yann Andr¨¦a. Este ¨²ltimo romance tambi¨¦n ser¨ªa truculento. En una larga carta de amor titulada Yann Andr¨¦a Steiner, Duras recuerda el d¨ªa que ¨¦l le pregunt¨®: '?Qu¨¦ significa ese escribir toda la jornada? Todo el mundo la abandonar¨¢, porque usted est¨¢ loca, es insoportable. Una gilipollas'.
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