Palestinos olvidados
Los veinte a?os transcurridos desde la matanza de Sabra y Chatila, donde varios centenares de palestinos fueron asesinados a manos de milicias falangistas libanesas, deber¨ªa servir no s¨®lo para recordar aquella tragedia, que cont¨® con la complicidad del Ej¨¦rcito israel¨ª -bajo el mando de Ariel Sharon-, que cerc¨® los campos palestinos durante los cuatro d¨ªas que dur¨® la carnicer¨ªa; deber¨ªa servir tambi¨¦n para sacar del olvido a los varios miles de palestinos que se han quedado embarrancados en Chatila y otros centros de refugiados en condiciones infrahumanas.
Los ni?os nacidos por entonces en Chatila, o en cualquiera de los campamentos en los que se hacinan m¨¢s de 300.000 palestinos en L¨ªbano, tienen hoy veinte a?os de edad, y ante s¨ª, una vida sin esperanzas, en territorios acotados y en un pa¨ªs como L¨ªbano, que les tiene vedado el acceso a m¨¢s de 70 profesiones, entre ellas la medicina. ?se es el caldo de cultivo de los m¨¢rtires de la causa, de los asesinos suicidas que ven en tales acciones una salida digna, y del que se alimentan los movimientos extremistas y fan¨¢ticos. El atentado suicida que ayer acab¨® con la vida de un polic¨ªa en el norte de Israel, con independencia de su origen, vino a recordarlo y a interrumpir la pausa en este tipo de terrorismo que se hab¨ªa registrado desde el pasado 4 de agosto, probablemente forzada por la presi¨®n militar y policial israel¨ª.
El grifo de la ayuda internacional a los campos de refugiados en L¨ªbano se ha ido cerrando en beneficio de los fondos dirigidos a la Autoridad Nacional Palestina. Hoy, libaneses o jordanos, y muchos palestinos que viven bajo la ANP, parecen haber olvidado el triste sino de unos refugiados a los que s¨®lo se presta atenci¨®n cuando se les usa como principio irrenunciable en negociaciones sobre un futuro Estado palestino. Aunque a veces d¨¦ la impresi¨®n de que estos refugiados sobran, no habr¨¢ paz en Oriente Pr¨®ximo sin resolver su dram¨¢tica situaci¨®n. Dos d¨¦cadas despu¨¦s, el horror de Sabra y Chatila sigue presente y vivo en los horrores que le han seguido hasta hoy mismo.
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