La Alemania en paro no tiene l¨ªder
En ciudades como Eisenh¨¹ttenstadt, en el Este alem¨¢n, nadie cree que Schr?der o Stoiber puedan solucionar un paro del 20%
'Tiempo para hechos', reza la pancarta de los democristianos en las inmediaciones de la estaci¨®n de Eisenh¨¹ttenstadt, a escasa hora y media de tren de Berl¨ªn, en el r¨ªo Oder, que marca la frontera con Polonia. 'Dejad de pintar todo tan negro', ha escrito encima alg¨²n energ¨²meno socialdem¨®crata. Es parad¨®jico: si en alguna parte del pa¨ªs la situaci¨®n pinta color de hormiga es precisamente en localidades como Eisenh¨¹ttenstadt, que literalmente se traduce por Ciudad de la Acer¨ªa, en la antigua Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA).
Entre 1953 y 1961 se llam¨® Stalinstadt, Ciudad Stalin, lo que ya lo dice todo: esta aglomeraci¨®n de edificios (arm¨®nicos, los m¨¢s antiguos; horrendos, los m¨¢s recientes) es una creaci¨®n artificial: al lado de una acer¨ªa tambi¨¦n fundada a comienzos de los a?os cincuenta, aqu¨ª deb¨ªa nacer la primera urbe socialista en territorio alem¨¢n. Tiempos aqu¨¦llos.
'Tal y como est¨¢n las cosas, yo no veo ninguna perspectiva para este lugar', constata Andreas Wendt, jefe de redacci¨®n del peri¨®dico local. En cierta forma, ¨¦l es todo un superviviente: de su generaci¨®n de bachilleres, es el ¨²ltimo que sigue en la ciudad. Los dem¨¢s se han marchado, sobre todo al oeste del pa¨ªs, en busca de trabajo y de un futuro mejor. Con el muro de Berl¨ªn a¨²n en pie, la ciudad ten¨ªa m¨¢s de 50.000 habitantes; ahora ya s¨®lo son 41.000. Como tambi¨¦n sucede en otros lugares de la antigua RDA, las autoridades proyectan derribar, hasta 2015, unos 3.000 apartamentos. Ya sobran.
'Lo ¨²nico que nos ha quedado es la acer¨ªa Eko Stahl', resume el periodista. En 1990, este complejo sider¨²rgico a¨²n ten¨ªa 11.415 empleados. Hoy, los trabajadores son 3.038, mientras otros 2.700 laboran en las peque?as empresas. Suena tenebroso, pero podr¨ªa ser peor: en otras ciudades, los antiguos combinados socialistas han tenido que cerrar completamente sus puertas. Eko Stahl, controlado hoy d¨ªa por Arcelor, una multinacional con participaci¨®n espa?ola, sobrevive mal que bien en medio de la feroz competencia en el mercado mundial del acero. 'Para nosotros ya es un ¨¦xito no tener que reducir posteriormente la plantilla', constata el presidente de la empresa, Paul Belche.
Aparte de la acer¨ªa y sus empresas sat¨¦lites, a duras penas quedan empleadores. 'No se est¨¢n creando nuevos puestos de trabajo. Al contrario, se est¨¢n perdiendo', constata G¨¹nther Rahn, con el conocimiento de causa que le otorga su experiencia al frente de una escuela de formaci¨®n profesional, en la que en este a?o est¨¢n inscritas 784 personas. 'Y despu¨¦s, ?qu¨¦ har¨¦is?'. 'Despu¨¦s, nada, pero al menos tendremos un t¨ªtulo', contesta un joven de 17 a?os.
Rahn hace lo que puede para intentar emplear a sus pupilos: se inventa nuevas profesiones o recomienda, sobre todo a los parados mayores, formarse en el ¨²nico trabajo en el que a¨²n hay demanda: el cuidado de ancianos.
Tambi¨¦n la oficina de empleo busca desesperadamente soluciones. Una de ellas es muy pol¨¦mica: pagar 2.500 euros a aquellos desempleados que est¨¦n dispuestos a marcharse y trabajar en el oeste del pa¨ªs. 'Desde el punto de vista regional, esto es muy problem¨¢tico', admite Frank Mahlkow, uno de los responsables de la oficina de empleo, 'pero es igual de conflictivo que haya j¨®venes que, desde hace cinco a?os, no encuentren un empleo'. Incluyendo a los parados que se encuentran en cursos de formaci¨®n, la tasa de paro ronda el 21%.
Los problemas son tan grandes que ninguno de los interlocutores cree que ni Schr?der ni Stoiber puedan solucionarlos con sus respectivos programas electorales: el uno, apostando por una reestructuraci¨®n del r¨¦gimen del paro (Schr?der), y el otro, por los empleos de baja retribuci¨®n y nuevos programas de inversi¨®n en la antigua RDA (Stoiber).
'Lo que aqu¨ª se vive es una gran apat¨ªa pol¨ªtica', observa el periodista Wendt. De ella ni siquiera se salva el Partido del Socialismo Democr¨¢tico (PDS), heredero del r¨¦gimen socialista. Aun as¨ª, seg¨²n todos los pron¨®sticos locales, en Eisenh¨¹ttenstadt, al igual que en buena parte de la antigua RDA, ganar¨¢ Schr?der. No porque tenga mejores recetas, sino porque ha impresionado con la manera de ponerse al mando durante la emergencia de las riadas. Y porque resulta m¨¢s simp¨¢tico: 'Por estos lados, un b¨¢varo nunca ganar¨ªa unas elecciones', concluye el periodista Wendt.
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