Tonter¨ªa y lucidez
Par¨ªs y Madrid han sido escenario de dos juicios contra sendos personajes de la literatura y de la moda: el escritor Michel Houellebecq y el dise?ador David Delf¨ªn. El primero ha sido un juicio en toda regla, con tribunal incluido; el segundo, improvisado, de andar por pasarela. Ambos han sido juicios medi¨¢ticos: el primero, de opini¨®n, y el segundo, de representaci¨®n. Ambos responden a la est¨²pida dictadura de la correcci¨®n pol¨ªtica, y son graves, pues ni la correcci¨®n ni la pol¨ªtica deber¨ªan atreverse a levantarle la voz al pensamiento y al arte, que est¨¢n por encima.
La publicaci¨®n en Francia de Plataforma, de Michel Houellebecq, autor tambi¨¦n de las novelas Ampliaci¨®n del campo de batalla, Las part¨ªculas elementales y Lanzarote, del libro de art¨ªculos y ensayos El mundo como supermercado (todos en Anagrama) y del libro de poes¨ªa Renacimiento (Acuarela Libros), vino ya precedida por una pol¨¦mica y un esc¨¢ndalo que le acompa?an desde siempre: su acerba cr¨ªtica contra el liberalismo econ¨®mico, su inc¨®modo an¨¢lisis sobre la liberaci¨®n sexual del ¨²ltimo cuarto del siglo XX, su sangrante apelaci¨®n a unos valores que ve perdidos ('La ¨²nica superioridad que conozco es la bondad. Actualmente nos movemos en un sistema de dos direcciones: la atracci¨®n er¨®tica y el dinero'), le han acarreado acusaciones de porn¨®grafo y reaccionario. Su incansable llamada a la acci¨®n intelectual ('No hay que vacilar en ser te¨®rico; hay que atacar en todos los frentes. La sobredosis de teor¨ªa produce un extra?o dinamismo') le colg¨®, como una letra escarlata, el cartel de peligro. Ahora, Houellebecq dice que el islam es 'una religi¨®n imb¨¦cil' y las cuatro principales asociaciones isl¨¢micas de Francia, a quienes se ha unido la Liga de los Derechos del Hombre, le llevan a los tribunales por 'incitaci¨®n al racismo'. El autor ha tenido que explicarles que despreciar al islam no es despreciar a los musulmanes y que una doctrina nada tiene que ver con una raza, pero hac¨ªa falta un chivo expiatorio de todos nuestros pecados aculturales y racistas.
Lo que le ha pasado a Houellebecq no viene sino a confirmar la decadencia intelectual en la que se halla sumido ese Occidente que el franc¨¦s retrata tan descarnadamente y que sale mucho peor parado que el islam. Le acusan los islamistas, pero le juzga una civilizaci¨®n occidental que no soporta reconocerse en semejante espejo. Y, en ese reflejo autoimpugnatorio, la enferma a¨²n muestra m¨¢s caras de su ya opaco prisma: el miedo al autoan¨¢lisis, el inmovilismo de su pensamiento, la carencia de fe ('Mucha gente siente que vive durante breves instantes; pero sus vidas, vistas en conjunto, carecen de direcci¨®n y de sentido... Ninguna religi¨®n actual es compatible con el estado general del conocimiento; est¨¢ claro que lo que nos hace falta es una nueva ontolog¨ªa... Si no ocurre algo en este terreno, la civilizaci¨®n occidental no tiene ninguna posibilidad'). Ni islam ni nada: nuestra agon¨ªa. Y en cuanto al islam (despu¨¦s de la lucha librada por Occidente contra la insensatez de otros monote¨ªsmos): la valent¨ªa de denunciar una doctrina que, entre diversos desprop¨®sitos, y si no las ha lapidado antes, cubre la cara de sus mujeres.
Y cubrir la cara a las mujeres en su desfile de Cibeles ha suscitado el esc¨¢ndalo que ahora acompa?a a David Delf¨ªn. Un esc¨¢ndalo que es una supina tonter¨ªa. El dise?ador insiste en que lo suyo consist¨ªa en una interpretaci¨®n del surrealismo, se remite a Bu?uel y a Los amantes de Magritte. Pero los malpensados biempensantes le acusan de ser un talib¨¢n (?es que es de risa!) que atenta contra la integridad de las mujeres y frivoliza con su maltrato. El PP y el PSOE (quien pide a Cibeles 'que le repruebe') se han unido en un llamamiento para no comprar prendas de este modista. Miren ustedes (que dir¨ªa el amigo de Bush, el del bigote est¨¦ticamente sospechoso), los que han frivolizado con el maltrato a las mujeres son los se?ores de este Gobierno, y eso lo sabe muy bien el principal partido de la oposici¨®n, al que le ha costado lo suyo llegar a firmar con ellos un 'acuerdo de Estado' contra la violencia de g¨¦nero. ?A qu¨¦ viene esta rasgadura de vestiduras con capucha? Ser¨ªa de risa si no denotara tal grado de confusi¨®n: no se trata de correcci¨®n, sino de inanidad, una tonter¨ªa pol¨ªtica de tal pobreza que llega a aterrar. Y, en el banquillo, la lucidez de Houellebecq: 'Profundamente infectada por el sentido, la representaci¨®n ha perdido por completo la inocencia'.
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