El mosquito y el elefante
El gran autor austriaco Stefan Zweig (1881-1942) public¨® Castellio contra Calvino o Conciencia contra violencia en 1936. Llevaba ya dos a?os exiliado del continente europeo, de donde tuvo que huir a causa de los nazis; ¨¦stos hab¨ªan condenado sus obras a la hoguera, tachadas de 'literatura jud¨ªa y degenerada'. Viv¨ªa ocasionalmente en Londres y, desde all¨ª, se afanaba por difundir sus ideas al resto del mundo. En 1934, vio la luz su magn¨ªfica obra de divulgaci¨®n hist¨®rica Triunfo y tragedia de Erasmo de Rotterdam, una declaraci¨®n de principios por parte de Zweig. Al culto y pac¨ªfico Erasmo, cosmopolita y aristocr¨¢tico, se opone la basta figura de un intransigente Lutero, quien, aunque vociferante y autoritario, estaba llamado a dominar media Europa con sus ideas de reforma.
CASTELLIO CONTRA CALVINO
Stefan Zweig Traducci¨®n de Berta Vias Mahon El Acantilado. Barcelona, 2001 252 p¨¢ginas. 16 euros
El autor de Amok o Ardiente secreto, de ensayos tan magistrales como los dedicados a Dostoiewski o Nietzsche, parec¨ªa retratarse en aquel manso Erasmo que, desde su cuarto de estudio, proclamaba el humanismo en obras inmortales. Tambi¨¦n, Zweig lanzaba un mensaje para cuantos cre¨ªan en la concordia de la raz¨®n y en la fuerza de los buenos libros: ?Perseverad en vuestros ideales, seguid escribiendo, pues la tiran¨ªa ideol¨®gica uniformizadora no podr¨¢ amordazaros!
Pero, desde el exilio, los acontecimientos adquieren un cariz m¨¢s oscuro: el triunfo de Hitler en Alemania es absoluto; de nada han servido las ideas humanistas contra el terror sembrado por los m¨¢s fuertes, contra esas multitudes que prefirieron elegir a un predicador de falsedades que les prometi¨® el cielo y la tierra a cambio de su ciega sumisi¨®n. Zweig, que intuy¨® la barbarie futura desde que Hitler apareci¨® en escena, quiere ser ahora a¨²n m¨¢s contundente en la denuncia del mal. Para ello, y animado por el gran ¨¦xito de su Erasmo -Thomas Mann dijo que, con esta obra, Zweig se hab¨ªa convertido 'en un autor cuya fama alcanzaba hasta el ¨²ltimo rinc¨®n de la tierra'-, recurre de nuevo a la Historia para tomar esta vez dos figuras de los primeros tiempos de la Reforma; se trata de los franceses Jean Calvin (1509-1564) -Calvino-, y Sebastian Chatillon (1515-1563) -Castellio-. Ambos eran de car¨¢cter tan opuesto y se comportaron de forma tan distinta que Zweig los transform¨® en arquetipos de sendas maneras irreconciliables de ser, pensar y obrar.
Los dos hombres entablaron
una lucha que el propio Castellio compar¨® con aquella que librase 'un mosquito contra un elefante', pero que no es otra que el trasunto de la eterna batalla entre la raz¨®n y la sinraz¨®n, la honestidad y la hipocres¨ªa; de la sempiterna confrontaci¨®n entre el individuo singular y el poder fanatizado. Su descripci¨®n constituye el argumento de una obra magn¨ªfica escrita con una agilidad y una pasi¨®n asombrosas y tan actual que sorprender¨¢ a cualquier lector, pues Zweig penetra en la personalidad de un extremista religioso -Calvino- que se proclam¨® 'siervo de Dios' y que, en nombre del Alt¨ªsimo, instaura una dictadura teocr¨¢tica en la que no cabe el m¨¢s m¨ªnimo atisbo de libertad personal, aterrorizando con su poder a la ciudad de Ginebra, cuyos habitantes se ufanaban de contarse entre los m¨¢s libres y tolerantes de Europa.
La terrible figura de aquel gran inquisidor -fr¨ªo, calculador, incapaz de goce alguno-, dibujada con sobrecogedora precisi¨®n por Zweig, se torna m¨¢s repugnante a medida que la narraci¨®n avanza. Su pragm¨¢tico celo de moralista demoniaco, las absurdas prohibiciones que impuso a los ginebrinos -vet¨® toda manifestaci¨®n de alegr¨ªa, el canto, las tabernas, el teatro, las efusiones amorosas... En su lugar, el sano trabajo y la asistencia a los oficios divinos, ?hasta tres veces al d¨ªa!- parec¨ªan ya entonces monstruosidades inconcebibles, apenas soportables para personas civilizadas; sin embargo, los apacibles burgueses se las tragaron y se sometieron a ellas durante casi veinte a?os. Y, ?ay del que se atreviera a discutir las tesis expuestas por el dictador en su especie de Mein Kampf piadoso, la Institutio Religionis Christianae! ?Eran infalibles! ?l lo sab¨ªa todo acerca de la Sant¨ªsima Trinidad o la predestinaci¨®n, por ejemplo. Calvino, perfecto antecesor y sosias espiritual de un feroz mul¨¢ Omar de nuestros d¨ªas, fundamentalista en nombre de Cristo, encaja en el molde de cualquier tirano. Acosado por complejos inconfesables, odia lo diferente, teme lo diverso y tambi¨¦n lo individual; a su alrededor, s¨®lo desea corderos y aborrece tanto el talento como la controversia.
Entre m¨²ltiples atrocidades perpetradas por Calvino, quien acab¨® por ejercer una influencia absoluta sobre el poder civil, figura acaso la m¨¢s infame: el asesinato p¨²blico del 'hereje' Miguel Servet, quemado vivo, junto con algunos ejemplares de sus libros, a las puertas de Ginebra el 27 de octubre de 1553. ?La raz¨®n de semejante crimen? El delito de haberse atrevido a pensar de manera distinta a como ordenaba Calvino. El pobre Servet tuvo la osad¨ªa de enviar al t¨¦trico tirano una obra suya en la que osaba discutir algunas tesis de la Institutio. Calvino jam¨¢s se lo perdon¨®; lo persigui¨® con sa?a hasta que logr¨® 'ajusticiarlo'. A muchos molest¨® el proceder arbitrario de Calvino, pero mientras los m¨¢s callaban, s¨®lo un intachable erudito, Castellio, elev¨® la voz. ?ste, honesto profesor, traductor de la Biblia al lat¨ªn y al franc¨¦s, hombre pac¨ªfico pero de inquebrantable conciencia moral y dotado de un agudo sentido de la justicia, se rebel¨® abiertamente contra la arbitrariedad del dictador.
Con su retrato de Castellio, ya no pinta Zweig a otro Erasmo, alejado del mundo, al abrigo de su c¨¢lida habitaci¨®n y de sus libros, sino al intelectual comprometido que est¨¢ dispuesto a sacrificar su vida al airear en p¨²blico la injusticia. 'Castellio no me refleja a m¨ª', manifestar¨ªa Zweig, 'sino al hombre que me gustar¨ªa ser'.
Castellio escribi¨® y denunci¨®, pero sus libros fueron requisados por la polic¨ªa religiosa. El m¨¢s c¨¦lebre lo public¨® bajo el seud¨®nimo de Martin Bellius: Sobre los herejes, si ¨¦stos deben ser perseguidos (1553). En esta obra argumentaba que la intolerancia religiosa es anticristiana y que son injustificables las persecuciones y, m¨¢s a¨²n, los asesinatos de seres humanos tan s¨®lo porque piensen de manera distinta a la establecida seg¨²n la autoridad eclesi¨¢stica. En suma, Castellio calificaba la quema de Servet como acto inhumano y acusaba a Calvino de asesinato; pero, con ello, aquel hombre honesto daba el primer paso hacia el camino de su propio calvario. La persecuci¨®n desatada contra Castellio, el mosquito que os¨® picar al mastodonte, fue despiadada; lo mismo que a Servet, tambi¨¦n a ¨¦l quer¨ªan condenarlo a morir entre terribles tormentos. Y as¨ª habr¨ªa ocurrido de no haber fallecido inesperadamente, si bien despu¨¦s de haber sufrido m¨²ltiples humillaciones.
La radiograf¨ªa psicol¨®gica que Zweig elabora del car¨¢cter totalitario es demoledora, perfecta, como tambi¨¦n lo es la traducci¨®n de Berta Vias, fiel reflejo del vigoroso estilo de un texto que arrebata.
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