Letras polacas
Visit¨¦ Polonia por primera vez en 1963. Iba camino de Mosc¨², donde Jean Paul Sartre hab¨ªa organizado un primer encuentro de escritores de Este y Oeste, aprovechando el 'deshielo' de Nikita Jruschov. Recuerdo un pa¨ªs triste, marcado por demasiadas tragedias recientes y antiguas. Visit¨¦ Auschwitz, una memoria que jam¨¢s se borra y reaparece como pesadilla recurrente en mis noches. Varsovia se estaba reconstruyendo piedra por piedra. Arrasado primero el gueto por los nazis en 1939, y al cabo la ciudad entera durante la sublevaci¨®n patri¨®tica de 1944, cuando los rebeldes polacos fueron diezmados por Hitler, mientras las tropas de Stalin contemplaban imp¨¢vidas la matanza del otro lado del r¨ªo. Claro: los nazis asesinaron a los patriotas polacos que hubiesen incomodado a los futuros gobernantes sovi¨¦ticos. As¨ª culmin¨® el cinismo del pacto Ribbentrop-M¨®lotov que dividi¨® a Polonia entre la cruz gamada y la hoz y el martillo, anunciando, en suelo polaco, el inicio de la Segunda Guerra Mundial en 1939.
Cultura acosada, declarada muerta una y otra vez por sus vecinos rusos y alemanes, acaso por ello la resistencia cultural polaca es tan vigorosa
Pero en 1963, el deshielo promovido por Jruschov y la primavera polaca de Gomulka alcanzaban su cima aunque, poco tiempo despu¨¦s, volv¨ªa el siguiente invierno. El endurecimiento de la era Br¨¦znev provoc¨® la alianza de obreros, intelectuales y la Iglesia cat¨®lica que estall¨® en la huelga de los astilleros de Danzig y la emergencia de Solidaridad y su l¨ªder Lech Walesa. La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn impuls¨® la transformaci¨®n democr¨¢tica de Polonia.
Ahora visito Polonia como
hu¨¦sped de mis editores, Bertelsmann, y disfruto de la hospitalidad exigente de su director en Polonia, Phillip Conze, y su espl¨¦ndido equipo de colaboradores. Recibo la medalla de oro de la vieja y bella Cracovia y asisto al espect¨¢culo de mil j¨®venes (incluyendo monjes) bailando rock en la catedral de Santa Mar¨ªa. Visito la extraordinaria Feria del Libro de Varsovia y constato con alegr¨ªa que el nivel de lectura polaco y en general del centro europeo, alt¨ªsimo cuando leer era la ¨²nica diversi¨®n, no ha descendido. Cultura acosada, avasallada, declarada muerta una y otra vez por sus poderosos vecinos rusos y alemanes, acaso por ello la resistencia cultural polaca es tan vigorosa. Inauguro, con emoci¨®n, la muestra art¨ªstica de mi hijo muerto, Carlos Fuentes Lemus, en la Academia de Bellas Artes de Varsovia, en compa?¨ªa de mi esposa Silvia.
Para m¨ª, el regreso a Polonia es el retorno a la lectura de una de las literaturas m¨¢s ricas del mundo en el siglo XX. Si hemos de escoger las diez mejores novelas de los ¨²ltimos cien a?os, el Ferdydurke de Gombrowicz ocupar¨ªa un lugar de honor, con su original¨ªsimo tema: madurar es pudrir. La excelencia de la novela polaca va de Andrzejewsky y sus Puertas del para¨ªso (espl¨¦ndidamente traducida al castellano por Sergio Pitol, muy recordado y admirado en Polonia) al desgarrador Peque?o Apocalipsis de Tadeusz Konwicki, novela que sucede en un solo d¨ªa. La jornada que el protagonista debe culminar prendi¨¦ndose fuego frente a la sede del partido comunista. Bruno Schulz, asesinado por un soldado nazi en el gueto, el Kafka polaco due?o de sue?os, apariciones y f¨¢bulas diab¨®licas. Kazimier Brandys, uno de cuyos t¨ªtulos lo dice todo: En Polonia, es decir, en ninguna parte. Stanislaw Lem, el extraordinario autor de ciencia-ficci¨®n (Solaris). Andrezj Kusniewicz, cuyo Rey de las Dos Sicilias es el recuento polaco de la fascinaci¨®n centroeuropea por la ca¨ªda de la monarqu¨ªa habsburga. Los premios Nobel vivientes, Wislawa Szymborska y Czerlaw Milosz. Los autores teatrales, el cruel y marginal Witkiewicz y el maestro del absurdo catastrofista Mrozek, de larga estancia en M¨¦xico. Y los cineastas: Vadja, Polanski, Ki¨¦slowski. Y los renovadores teatrales: Grotowski. Y los nuevos autores emergentes como Antoni Libera y su espl¨¦ndida novela Madame, suma de las mutuas seducciones er¨®ticas del hombre joven y la mujer madura. La cultura polaca nos demuestra a todos que literatura, cine, teatro, artes pl¨¢sticas, no son lujos de una sociedad, sino sus se?as de identidad, s¨ª, pero sobre todo sus signos de supervivencia y continuidad.
La novela polaca contempor¨¢nea describe as¨ª un gran arco que va de Ferdydurke a Madame. La obra de Libera podr¨ªa ser le¨ªda como un Ferdydurke con cuarenta a?os de comunismo estalinista de por medio. Jojo, el enmascarado y bufonesco narrador de la novela de Gombrowicz, podr¨ªa tener quince a?os o treinta. Como nunca vemos su rostro, no podemos saber. ?sta es la sabidur¨ªa narrativa de Gombrowicz para encarnar su tema central: la adolescencia culmina nuestra vida. Crecer, hacerse hombre, al cabo envejecer: madurar es morir. Es pudrirse. El protagonista y narrador de Madame es, indudablemente, un muchacho. Tiene que serlo porque la inmensa corrupci¨®n colectiva, que no personal, desconocida por Gombrowicz, es la marca de fuego que hereda el joven narrador de Madame: '?Qu¨¦ era mi propia vida? Una infancia entre las ruinas de Varsovia; el macabro mundo del estalinismo; un mundo triste, pobre, crudo y est¨²pido y sombr¨ªo. Una pat¨¦tica rutina diaria en una desgraciada provincia conquistada... una tierra bald¨ªa. Un mundo de segunda mano... viejo, inv¨¢lido. La prosa de mi vida... carec¨ªa de belleza sint¨¢ctica...'.
No he conocido a un centroeu-
ropeo de la era estalinista que no encontrase -o inventase- un motivo de supervivencia. Agarrarse a algo. El narrador de Madame encuentra ese motivo en su bella profesora de franc¨¦s. La novela gira en torno a la pasi¨®n del narrador por la enigm¨¢tica 'Madame', los secretos de su relaci¨®n con otros, sufr¨ªa lejan¨ªa redimida por su nacimiento en las laderas del Mont Blanc. La visi¨®n pr¨ªstina de una ni?a nacida en la nieve vence poco a poco la dura imagen de Madame, 'su aire de absoluta indiferencia'. La 'estrategia de la esfinge', propia de la Polonia ocupada, se va transformando, junto con la imagen de Madame, en fuerza, belleza, inteligencia. 'Rara criatura, nacida del Rin donde s¨®lo lo puro se forja'.
La gran iron¨ªa de esta novela es que a medida que el joven estudiante se va acercando a su bella maestra de franc¨¦s y ¨¦sta a ¨¦l, ambos, fatalmente, empiezan a separarse. Ella va a proseguir su vida de mujer bella, inteligente y madura. ?l va a crecer, va a madurar, va a perder su capacidad on¨ªrica e ir¨®nica adolescentes. Hay un temblor de soledad al final del libro. 'No estoy aqu¨ª. Soy s¨®lo un espejo que refleja al mundo... Soy iron¨ªa y arte puros. Y esto es algo que trasciende la vida'.
El narrador ha escuchado 'los tentadores susurros del Pr¨ªncipe de Dinamarca'. Si en Ferdydurke el narrador puede fingir eternamente que sigue siendo adolescente, el narrador de Libera no tiene ese derecho. Es v¨ªctima del libro que ha escrito, como lo es Quijote del suyo. Conoce el poder de las palabras: no s¨®lo cambian, sino que crean, realidad.
Culmino mi viaje a Polonia con la amistad de Antoni Libera. No s¨®lo es un gran novelista. Es hombre de teatro, traductor de Shakespeare, colaborador de Beckett y director de las obras del irland¨¦s. Cenamos juntos el d¨ªa que se re¨²ne el jurado del Premio IMPAC en Dubl¨ªn. Ambos somos candidatos. Lo gana el franc¨¦s Michel Houllebecq. Libera y yo hemos ganado algo mejor: nuestra amistad.
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