El Alto Atlas a lomo de mula
Recorrido con ni?os por las monta?as de Marruecos
Si lo viese Josefina, una pija de mi colegio, se le caer¨ªan los palos del sombrajo', afirma perpleja una muchacha espa?ola de 13 a?os. M¨¢s a¨²n que la espl¨¦ndida panor¨¢mica de la mayor cordillera del norte de ?frica, lo que asombra a los ni?os europeos en el Alto Atlas es la penuria descarnada de los pueblos de monta?a marroqu¨ªes. 'Aqu¨ª no hay electricidad, luego no hay televisi¨®n', repite incr¨¦dulo un chaval franc¨¦s en la aldea de Tizi Ussem, a 1.850 metros de altitud. No hay luz y tampoco hay jab¨®n ni medicinas, como comprobar¨¢ la muchachada en Uaneskra, a 1.900 metros de altitud, cuando al salir del refugio de monta?a unos ni?os se acercan a Margarita, Elsa y Andrea para pedirles pomadas, detergente y, por supuesto, bombons (caramelos).
A pesar de estas carencias, los peque?os bereberes se r¨ªen lanz¨¢ndose al atardecer, en una plaza con olor a lumbre, un pedazo de cart¨®n multicolor, el ¨²nico juguete que poseen. Han cumplido con su principal tarea del d¨ªa, llenar de agua en la fuente los bidones que tienen que llevar a sus casas, y, despu¨¦s de perseguir un poco a los turistas, ¨¦sta es su ¨²ltima distracci¨®n antes de cenar.
Tizi Ussem y Uaneskra son caser¨ªos perdidos, accesibles solamente por caminos de cabras, incluidos en un circuito de senderismo para ni?os y adolescentes, por el macizo del Tubkal, la m¨¢s alta cima de la cordillera con sus 4.167 metros. El recorrido, que arranca en el pueblo de Imlil, compagina las caminatas con los tramos a lomos de las mulas que acompa?an al grupo cuando el sendero se hace demasiado empinado para los peque?os.
La primera misi¨®n de las mulas es, sin embargo, trasladar de un albergue a otro las mochilas de los excursionistas y la pitanza para el pic-nic de mediod¨ªa al aire libre. Empezar¨¢, como todas las comidas en Marruecos, con la ceremonia del t¨¦ a la menta vertido por Omar, el cocinero, que, junto con un gu¨ªa y unos muleros, forman parte de la expedici¨®n. En Marruecos, el senderista europeo es un hu¨¦sped distinguido constantemente atendido por el afable grupo local que le acompa?a.
Estas cortes¨ªas apenas aten¨²an la dureza de la marcha. En pleno agosto, el calor no es excesivo -alrededor de 26 grados-, pero, a diferencia de las cordilleras en Europa, la sombra escasea para descansar y los innumerables pedruscos entorpecen la caminata. El agua, en cambio, mana en abundancia, pero, sin pastillas potabilizadoras, s¨®lo sirve para refrescarse. En las diminutas tiendas de los pueblos no siempre se encuentra agua mineral. De ah¨ª que las p¨ªldoras sean indispensables.
Al final del camino diario, los refugios son desiguales. Algunos, los de las aldeas remotas, son m¨¢s que espartanos. Las comidas, sin embargo, nunca son frugales. Omar se las ingenia para alternar los platos tradicionales marroqu¨ªes, desde el tajin hasta el cusc¨²s, con una cocina convencional que los ni?os comen con m¨¢s apetito. La leche en cart¨®n no existe, y los j¨®venes senderistas descubren at¨®nitos que hay otra, en polvo, que se diluye en agua.
El paisaje compensa con creces estas incomodidades. Las cimas majestuosas son ocres, los pueblos color tierra est¨¢n perfectamente integrados en las escarpadas laderas con cultivos de terraza. Por los senderos que las recorren es intenso el tr¨¢fico de burros, mulas y campesinos a pie atiborrados de fajos cuya vida apenas se ha visto alterada desde hace siglos.
Abajo, en el valle, entre cedros y palmeras -Marruecos posee cinco millones de ¨¢rboles datileros- las mujeres bereberes, ataviadas con trajes coloridos, labran el campo. Sonr¨ªen al turista, pero cuando ¨¦ste intenta fotografiarlas, se tapan y gritan: '?flus!' (dinero).
Orquesta improvisada
La carencia de electricidad en los albergues tiene, a veces, sus ventajas. Para matar el tiempo a la luz de la bombona de gas, gu¨ªa, cocinero, muleros y posadero agarran la bater¨ªa de cocina y entonan en tamazirt, el dialecto de algunas de las tribus del Alto Atlas, canciones tradicionales de los bereberes, los habitantes originales de Marruecos antes de que los ¨¢rabes los islamizaran.
A la orquesta improvisada se incorporan aut¨¦nticos instrumentos tradicionales, como el bendir o el tbal, y los hombres se animan hasta bailar un ahuac al que se sumar¨¢n el resto del grupo, empezando por los m¨¢s j¨®venes. Sentadas a un lado, las mujeres acompa?ar¨¢n la danza con sus tradicionales gritos de 'yuyus'.
Despu¨¦s de esta inmersi¨®n en la alta monta?a bereber, Marraquech, donde finaliza el viaje, a tan s¨®lo un par de horas, se asemeja para el turista a Nueva York. Para peque?os y grandes, el choque cultural ha merecido la pena.
GU?A PR?CTICA
- La Balagu¨¨re (00 33 562 97 20 21 y www.balaguere.com), en Arrens Marsous (Francia), organiza la ruta descrita por el Alto Atlas. Arranca en Marraquech, aunque el senderismo empieza a partir del pueblo de Imlil, al que se llega en microb¨²s por una pista. Dura ocho d¨ªas (siete noches), con unas cinco horas de marcha diaria y un desnivel m¨¢ximo de 600 metros. El precio oscila, en funci¨®n de la edad, entre los 361 y los 468 euros, e incluye todo, excepto el agua mineral, el seguro y la media pensi¨®n en Marraquech. El vuelo hasta Marraquech tampoco est¨¢ incluido.
Varias empresas espa?olas de turismo alternativo ofrecen circuitos de senderismo en Marruecos, aunque ninguna dispone de un programa espec¨ªfico para ni?os. Sus precios, con el trayecto a¨¦reo incluido, oscilan entre los 950 euros y los 770 para recorridos de una semana a 10 d¨ªas. - Keltirutas (00 212 61 22 52 73 y www.keltirutas.com) es la agencia de un espa?ol, Alberto Gaberre, afincado en Tet¨²an, que ofrece circuitos a la carta en el Rif y en todo el Atlas. - Giroguies (636 49 08 30 y www.giroguies.com) propone itinerarios con programaci¨®n fija y a la carta. - Desert Line (956 43 16 82 y www.desertline.net) ofrece senderismo a la carta en todo el pa¨ªs, incluido el desierto. - Exploracci¨®n (915 91 97 97 y www.explora-acci¨®n.com) organiza recorridos con salidas en fechas fijas.
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