Piqu¨¦ regresa a casa
Nada nuevo sucedi¨® en el Pa¨ªs Vasco la semana pasada. Muchos adolescentes estuvieron planificando asaltos a autobuses o a cajeros mientras beb¨ªan cerveza y evaluaban los nuevos fichajes del Alav¨¦s. Otros adolescentes segu¨ªan con mirada oblicua los pasos de ingenuos concejales. Por su parte, el escritor Juaristi demostr¨® que el fanatismo y la intemperancia est¨¢n bien repartidos entre los vascos, sea cual sea su bandera, y, coloc¨¢ndose ante los micr¨®fonos, reclam¨® con la misma ferocidad con que en su juventud hab¨ªa defendido la causa etarra, no una respuesta c¨ªvica contra ETA y su entorno, sino una especie de cruzada rojigualda contra el nacionalismo vasco. En sus guaridas, los etarras segu¨ªan preparando bombas, aunque un par de ellos eran cazados por la polic¨ªa francesa horas antes de que causaran unas muertes. Alguien salv¨® la vida, alguien la perder¨¢ a la menor ocasi¨®n. En el mismo momento, el fiscal general suger¨ªa la posibilidad de suspender la autonom¨ªa. Nada nuevo sucedi¨® en el Pa¨ªs Vasco la semana pasada. Y mientras lo de siempre segu¨ªa sucediendo, yo llam¨¦ al jefe de opini¨®n de este diario para sugerirle una cr¨®nica: Josep Piqu¨¦ daba una conferencia en Girona y el acto pod¨ªa recoger m¨¢s de un eco del demencial laberinto vasco.
El ministro diagnostic¨® el final de un ciclo catal¨¢n, con los sue?os auton¨®micos de 1977 muy cumplidos
Por fortuna, Girona no es una ciudad vasca. Tal como se narrar¨¢ a continuaci¨®n, el acto se desarroll¨® al estilo belga, pongamos por caso, o dan¨¦s. Hubo protestas en la calle, pero rituales, y Piqu¨¦ estuvo amable y pulcro, como suele, aunque ligeramente ¨¢tono. No sucedi¨® nada period¨ªsticamente significativo. ?Pero por qu¨¦ hab¨ªa yo supuesto -se preguntar¨¢ el lector- que una simple conferencia pod¨ªa convertirse en un acto explosivo? Por la fascinaci¨®n que ejerce el abertzalismo vasco en la Girona nacionalista. Por el caso Carod, que ha dado argumentos a los opinan que la jugada vasca de Aznar y Garz¨®n ser¨¢ el primer paso de la reconquista de la uniformidad espa?ola. Y por el impresionante precedente que sufri¨® hace tres a?os Anna Birul¨¦s presidiendo la inauguraci¨®n del curso universitario: los protestatarios armaron un fenomenal pitote, la polic¨ªa tuvo que ocupar la universidad y los delegados estudiantiles sabotearon el acto acad¨¦mico. Me acordaba yo de los ojos desorbitados de un grupo de estudiantes que, habi¨¦ndose colado en la galer¨ªa superior del claustro de la Facultad de Letras y agarr¨¢ndose a unas deliciosas columnas g¨®ticas, insultaban con tremenda rabia a los invitados a la recepci¨®n oficial. Yo no lo o¨ª, pero alguien dijo aquel d¨ªa que un grupito de estudiantes enton¨® la meliflua versi¨®n catalana del repugnante 'ETA, m¨¢talos: al PP, pim, pam, pum'.
Por fortuna, Girona no es una ciudad vasca. Llegu¨¦ a la conferencia media hora antes de su inicio. El edificio noucentista de La Caixa, frente al c¨¦lebre Pont de Pedra, estaba literalmente enjaulado. Una numerosa cohorte de Mossos lo proteg¨ªa. Unas mujeres se burlaban del gasto policial dedicado a un solo hombre. 'I tots igual, eh?, i els paguem a tots' (comentario muy propio de una ciudad acostumbrada a unos ricos que nunca hacen ostentaci¨®n de sus millones). El grupo del ministro Piqu¨¦ lleg¨® rodeado de polic¨ªas y de indiferencia. Al cabo de media hora, hab¨ªa llenado completamente el auditorio de La Caixa (organizadora del acto, junto a la Cadena SER y Diari de Girona) en el que descollaban importantes empresarios, profesionales y funcionarios. Un poco antes del inicio, un reducido n¨²cleo de jovenc¨ªsimos independentistas se agrup¨® frente a la entrada del edificio. Eran apenas 30, liderados por un curioso personaje, okupa, mendigo y manifestante, que no se pierde un solo fregado local. Entonaban los esl¨®ganes ('Contra el capital, viol¨¨ncia obrera') con cierta desgana, como quien tramita un pesado encargo burocr¨¢tico. 'Al PP, pim, pam pum'. Sonaba a juego rutinario; sonaba, francamente, sin malicia. A lo mejor no piensan lo que dicen. Pero lo que dicen es terrible. Los mossos detuvieron a tres de ellos. Es un eslogan infantil, pero pone los pelos de punta. 'Visca Terra Lliure!'. Un eco de la locura vasca, s¨ª, pero muy desgastado. Por fortuna.
Piqu¨¦ diagnostic¨® el final de un ciclo catal¨¢n, con los sue?os auton¨®micos de 1977 muy cumplidos, con una Espa?a muy distinta, mucho m¨¢s abierta, rica y expansiva y con un proceso europeo y mundial que manda los t¨®picos soberanistas al pozo del siglo XIX. Reclam¨® la necesidad de retomar la tradici¨®n del catalanismo que se fortalec¨ªa regenerando Espa?a, proclam¨® la compatibilidad del sentimiento de pertenencia espa?ol y catal¨¢n, alert¨® del peligro de la comodidad (buscar en Madrid la culpa de los males propios) y del peligro de 'los debates est¨¦riles que, al no tener soluci¨®n, s¨®lo producen frustraci¨®n'. Tuvo s¨®lo un lapsus, pero curioso: 'Prat de la Ribera'. Y present¨® una Espa?a beata que acepta sin reticencia la pluralidad excepto cuando se expresa violentamente. Su ideal es el bienestar. El futuro es el bienestar. 'Catalu?a podr¨¢ conquistar el futuro si no pierde el tiempo en debates in¨²tiles'. Despu¨¦s habl¨®, en plan Reader's Digest, de su tema ministerial, las nuevas tecnolog¨ªas. Le aplaudieron cort¨¦smente. El discurso podr¨ªa haber tenido su gracia si no estuviera Aznar tan encerrado en su juguete como el nacionalismo catal¨¢n en el propio (y el vasco no digamos). Yo esperaba que el ministro brillante regresar¨ªa a casa con una llave nueva, singular. Se trata, digo yo, de abrir alguna puerta cerrada. Pero, al parecer, no hay puertas cerradas, por lo que no hace falta llave alguna. Demasiado ang¨¦lico, demasiado f¨¢cil. Como orador, estuvo Piqu¨¦ correcto y elegante, pero monocorde y plano. Nada que ver con aquel tipo pulqu¨¦rrimo, chispeante, sobradamente preparado que ejerci¨® de estupendo edulcorante del ¨¢cido Aznar. Piqu¨¦ tiene ahora una expresi¨®n m¨¢s grave, ligeramente ensombrecida. ?Ser¨¢ el peso de la p¨²rpura o la nostalgia de la p¨²rpura?
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