Cosas de Pere Esteve
Hace poco m¨¢s de cuatro a?os, al d¨ªa siguiente de que Pere Esteve, entonces secretario general de Converg¨¨ncia, estampara su firma en la Declaraci¨®n de Barcelona junto con Arzalluz y Beiras, Jordi Pujol lo dej¨® abandonado a su suerte diciendo, desde?osamente, que aquel acuerdo era 'una cosa de Pere Esteve'. Al d¨ªa siguiente hizo publicar un documento a medio hacer, en sentido contrario, de una hasta entonces desconocida Fundaci¨®n Barcelona, de la que, por cierto, nunca m¨¢s se supo.
En aquellos tiempos, eliminado ya Miquel Roca, Pujol manejaba a su antojo todo lo que suced¨ªa en su partido, nada escapaba a su control, era el sol alrededor del cual giraban los dem¨¢s planetas, grandes y peque?os. Aparentemente, en Converg¨¨ncia nunca pasaba nada: pero una profunda corriente de fondo hab¨ªa empezado a instalarse en las conciencias de muchos militantes y votantes nacionalistas. ?C¨®mo pod¨ªa CiU ser el aliado del PP? En aquellos a?os, con Aznar en minor¨ªa en el Congreso, a¨²n pod¨ªa defenderse que quien mandaba en Madrid era Pujol, ya que los populares necesitaban su apoyo. Pero tras los malos resultados de CiU en las auton¨®micas de 1999 y la mayor¨ªa absoluta del PP en las generales de 2000, la situaci¨®n se invirti¨®: CiU sigui¨® aliada con el PP, pero dependiendo de ¨¦ste en Catalu?a y subordinada a ¨¦l en Madrid. ?Qu¨¦ razones hab¨ªa para seguir en esta humillante situaci¨®n?
Pujol es un viejo zorro de la pol¨ªtica y sabe que m¨¢s desgasta la oposici¨®n que el poder. Y tambi¨¦n sabe que la mitad de sus votantes son catalanistas moderados y la otra mitad nacionalistas convencidos, aunque en el partido predominen netamente estos ¨²ltimos. Su fuerza electoral se basa, desde 1984, en mantener la alianza entre unos y otros mediante una pol¨ªtica pragm¨¢tica y posibilista. El discurso pujolista cambia de contenido y de tono seg¨²n se dirija a unos o a otros. Pero es sabido que se puede enga?ar a muchos durante alg¨²n tiempo, pero no a todos para siempre. En estos ¨²ltimos a?os, se han ido descolgando de Converg¨¨ncia, sobre todo, los moderados. Con la fuga de Esteve -la punta de un iceberg m¨¢s profundo- puede empezar la huida de los nacionalistas.
En efecto, parte de los moderados se abstuvieron en las ¨²ltimas elecciones o pasaron a votar a Maragall en las auton¨®micas y al PP en las generales. Ante tal evidencia, y convencido de que los nacionalistas no le abandonar¨ªan nunca, Pujol orient¨® el partido hacia la recuperaci¨®n de los votos perdidos. Anunci¨® que ser¨ªa su ¨²ltimo mandato, hizo dimitir a Pere Esteve y nombr¨® a Mas sucesor con el encargo de recomponer esta alianza estrat¨¦gica mediante un giro hacia la moderaci¨®n. Pero a los nacionalistas de su partido y de su entorno les ha sido muy dif¨ªcil digerir esta l¨ªnea pol¨ªtica y no han reconocido a Mas la autoridad y la confianza que ten¨ªan en Pujol. El s¨²bito abandono de Pere Esteve indica que Pujol ya no manda como antes en el partido y que ha dejado de ser el punto de referencia un¨¢nimemente respetado del nacionalismo catal¨¢n. Algunos, quiz¨¢ muchos a partir del gesto de Pere Esteve, han dejado de confiar en ¨¦l -es decir, no conf¨ªan en Mas- y orientan sus preferencias hacia Esquerra Republicana. El pacto estrat¨¦gico entre moderados y radicales, eje de la fuerza electoral convergente, es muy probable que se rompa, debilitando as¨ª al conjunto del nacionalismo en beneficio de socialistas y populares.
La salida del partido de Pere Esteve ha sido una indudable sorpresa, pero el clima que la ha propiciado era palpable desde hace bastante tiempo. Los muy numerosos comentaristas pol¨ªticos del entorno convergente no paraban, desde hace a?os, de regodearse en las cr¨ªticas a Aznar y al PP, lo cual, indirectamente, era una cr¨ªtica a CiU. La Ley de Partidos y la instrucci¨®n de Garz¨®n para ilegalizar cautelarmente a Batasuna han sido, al fin, una puntilla indigerible para muchos. Por otra parte, Pujol ya no ten¨ªa autoridad respecto a los suyos: su incapacidad de controlar las elecciones al Institut d'Estudis Catalans y a ?mnium Cultural lo muestra con toda evidencia. Por otra parte, el nacionalismo como ideolog¨ªa est¨¢ de baja en Catalu?a desde mediados de los a?os noventa. Una reciente macroencuesta realizada por Manuel Castells e Imma Tubella -nada sospechosos de antinacionalismo- pone de manifiesto que las generaciones educadas durante la democracia, instruidas en la lengua y la historia de Catalu?a en la escuela, son mucho menos sensibles al nacionalismo catal¨¢n que las educadas durante el franquismo. En el fondo es perfectamente l¨®gico: los dogmatismos siempre generan, afortunadamente, la reacci¨®n contraria.
Al olfato pol¨ªtico de Pujol no le hac¨ªan falta encuestas para saber que ello era as¨ª, y de ah¨ª su orientaci¨®n ¨²ltima hacia la moderaci¨®n. Pero la demagogia que ha usado, y de la que ha abusado, durante tanto tiempo ten¨ªa un precio y se ha tomado cumplida venganza. 'Avui paci¨¨ncia, dem¨¤ independ¨¨ncia', ha ido diciendo Pujol a sus seguidores nacionalistas. La toma de posici¨®n de Esteve pone de manifiesto que a muchos la paciencia se les ha acabado y lo que quieren es simplemente, de una forma u otra, la independencia, cuando menos la independencia del PP. Esquerra Republicana les est¨¢ esperando a la vuelta de la esquina, deseosa de alejarse de su extra?a alianza con los socialistas. Pero estos trasvases est¨¢n destinados a romper el sistema de partidos existente en Catalu?a desde 1984 y, por consiguiente, la hegemon¨ªa del pujolismo como gran movimiento unificador del nacionalismo catal¨¢n.
El experimento de la sucesi¨®n de Pujol est¨¢, en estos momentos, en sus horas m¨¢s bajas. Quien m¨¢s puede perder en las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas es CiU. Y desde ayer, la direcci¨®n de Converg¨¨ncia seguro que est¨¢ experimentando el v¨¦rtigo que da el verse abocado a un precipicio. Donde las dan las toman: cosas de Pere Esteve.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB.
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