La pasi¨®n wagneriana de Solti
Para millones de aficionados de todo el mundo, el nombre de Georg Solti (1912-1997) equivale a un coloso de la m¨²sica cuya huella se agiganta con el paso del tiempo. La tenacidad y su desbordante humanidad fueron armas tan poderosas como su inteligencia y talento musical a la hora de conquistar un lugar de honor entre los grandes directores del siglo XX. Muri¨® hace cinco a?os, en el verano de 1997, al pie del ca?¨®n, y en su agenda -ten¨ªa 85 a?os y todav¨ªa estaba lleno de proyectos- Richard Wagner segu¨ªa jugando un papel estelar. So?aba con grabar por segunda vez Trist¨¢n e Isolda, pero no tuvo tiempo. Afortunadamente, dej¨® un impresionante legado wagneriano que el sello Decca, al que Solti permaneci¨® ligado durante m¨¢s de medio siglo, lanza al mercado en una colecci¨®n que permite disfrutar sus antiguas grabaciones con un espectacular sonido digital.
Solti era una batuta electrizante que impresionaba al p¨²blico por el vigor, la fuerza expresiva y la opulencia orquestal de sus versiones. The Opera Collection re¨²ne todas las ¨®peras wagnerianas que llev¨® al disco salvo El anillo del nibelungo, que fue reeditado el a?o pasado en una caja con id¨¦ntico dise?o y espectacular remasterizaci¨®n digital.
Una versi¨®n de Trist¨¢n e Isolda, grabada en 1960, abre una colecci¨®n que incluye otros cinco t¨ªtulos -El holand¨¦s errante, Lohengrin, Tannh?user, Parsifal y Los maestros cantores de N¨²renberg, grabado en 1995-. Las siete obras, que se pueden adquirir por separado o en una caja de 21 discos, resumen una brillante trayectoria iniciada en 1958 con la grabaci¨®n de la Tetralog¨ªa, que marc¨® la cruzada wagneriana de Solti.
Hans Knappertsbusch, Wilhelm Furw?ngler y Clemens Krauss fueron los dioses de la interpretaci¨®n wagneriana y nadie discute su supremac¨ªa. Solti, sin embargo, ten¨ªa 46 a?os y no era tan conocido, y mucho menos venerado, cuando el productor discogr¨¢fico brit¨¢nico John Culshaw le escogi¨® para dirigir el proyecto m¨¢s ambicioso de la ¨¦poca: la primera grabaci¨®n completa de El anillo del nibelungo en un estudio, con la emergente t¨¦cnica estereof¨®nica como supremo aliado.
Nada que ver, por tanto, con las grabaciones realizadas en directo en el Festival de Bayreuth, el santuario wagneriano por excelencia. El sue?o de Culshaw era realizar una Tetralog¨ªa pensada para el estudio de grabaci¨®n, no para el teatro. Y en esa cruzada tecnol¨®gica, Solti se convirti¨® en su mejor aliado, dispuesto a recrear el universo wagneriano con la espectacularidad que exig¨ªa el mercado del disco.
El suntuoso sonido de la Orquesta Filarm¨®nica de Viena y el sentido teatral de Solti fueron bazas seguras en un complejo proceso de grabaci¨®n en la Sofiensaal de Viena que dur¨® casi siete a?os: desde 1958 hasta 1965. El ¨¦xito comercial del Anillo, con Birgit Nilsson, George London, Hans Hotter, James King, Regine Crespin, Wolfgang Windgassen en un notable reparto en el que figuraba la veteran¨ªsima Kirsten Flagstad, supuso la consagraci¨®n de Solti.
Colabor¨® con Culshaw en otro proyecto, Trist¨¢n e Isolda (1960), del que nunca quedaron satisfechos. Su principal baza es la potente Isolda de Nilsson, pero hay excesiva violencia orquestal y, lo que no tiene remedio, el insuficiente Trist¨¢n del Fritz Uhl. A pesar de todo, la relaci¨®n del director h¨²ngaro con Decca sigui¨® teniendo a Wagner como principal objetivo. El ¨¦xito volvi¨® a sonreirles en 1970 con Tannh?usser, producido por Ray Minshull, con la orquesta vienesa, un buen reparto -Ren¨¦ Kollo, Helga Dersnesh y Christa Ludwig en el papel de Venus- y el estupendo coro de la ?pera de Viena preparado por Wilhelm Pitz y Norbert Balasth. La versi¨®n incorpor¨® nuevas t¨¦cnicas de grabaci¨®n para crear en el oyente la sensaci¨®n de movimiento en la llegada y salida de los peregrinos, y nuevas perspectivas sonoras, como sucede en la aparici¨®n final de Venus. Dos a?os despu¨¦s, con otro gran productor, Christopher Raeburn, firm¨® un hermoso Parsifal contando de nuevo con la Filarm¨®nica de Viena y la excelente actuaci¨®n de Kollo y Ludwig.
La calidad del sonido siem-
pre ha sido una de las grandes bazas del legado wagneriano de Solti, a las que hay que a?adir siempre la m¨¢xima calidad orquestal y coral. Es el caso de la versi¨®n de El holand¨¦s errante (1976), lastrada por la mediocre labor de Norman Bailey, pero soberbia por la actuaci¨®n de la Sinf¨®nica de Chicago y de su coro, admirablemente preparado por Margaret Hillis.
Tras un lapso de casi diez a?os, volvi¨® al universo wagneriano en 1985 con una versi¨®n de Lohengrin de enorme sofisticaci¨®n t¨¦cnica, con la virtuosa prestaci¨®n de la Filarm¨®nica de Viena y dos divos en el reparto, Pl¨¢cido Domingo y Jessye Norman, sin demasiada experiencia wagneriana en esa ¨¦poca, pero con enorme gancho entre el gran p¨²blico. El ¨²ltimo t¨ªtulo de la colecci¨®n es Los maestros cantores de N¨²renberg, grabado en concierto en 1995 con la poderosa Orquesta de Chicago.
Desde la serenidad y madurez plena, el octogenario director buscaba ante todo la emoci¨®n y la humanidad en la ¨²nica comedia wagneriana, privilegiando el refinamiento orquestal y mimando el acompa?amiento de las voces de un s¨®lido reparto encabezado por Jos¨¦ van Dam, Ben Heppner, Karita Mattila, Ren¨¦ Pape y Alan Opie. Hermoso y crepuscular punto final a una pasi¨®n wagneriana que marc¨® su carrera.
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