Cuesti¨®n de principios
Sostiene el autor que el ecologismo no est¨¢ re?ido con el posibilismo, pero que s¨ª debe ser beligerante con la violencia pol¨ªtica
La pel¨ªcula del momento es sin duda 55 esca?os en Berl¨ªn, del director Joschka Fischer. Los esca?os conseguidos por Los Verdes alemanes han venido como agua de mayo en estos tiempos de c¨®lera imperial. El valor pol¨ªtico de esas actas de diputado es sin duda enorme. Van a permitir, en primer lugar, que el pa¨ªs econ¨®micamente m¨¢s importante de Europa siga gobernado por una coalici¨®n que se ha desmarcado claramente de los planes militaristas sobre Irak que se est¨¢n fraguando en Washington.
Van a favorecer que la expansi¨®n de la Uni¨®n Europea hacia el Este se haga con un Gabinete ecologista y de izquierdas gobernando el coraz¨®n de Europa central. Van a contribuir de manera decisiva a que el centro de gravedad pol¨ªtico del Consejo de Europa no acabe totalmente escorado hacia la derecha. Van a facilitar que la pol¨ªtica ambiental europea no pierda momento, calado, ni ambici¨®n tras la resaca de Johanesburgo.
La adaptaci¨®n acr¨ªtica de un sector del ecologismo vasco al nacionalismo violento ha condicionado su credibilidad
Matar a un semejante por un pu?ado de ideas es la m¨¢s abyecta de las 'contaminaciones' que un ser humano puede cometer
En estos momentos de sereno j¨²bilo por los resultados electorales de Los Verdes en Alemania, recuerdo que todav¨ªa hace poco tiempo abundaban quienes afirmaban que el ecologismo era una moda pasajera. Para su sorpresa, si hoy se celebrasen elecciones presidenciales directas en la Uni¨®n Europea, el antiguo sesentayochista, ecologista y pacifista Joschka Fischer podr¨ªa ser presidente de la Uni¨®n. Alguien a quien hace escasos meses diversos medios de comunicaci¨®n de su pa¨ªs trataron de linchar pol¨ªticamente ante la opini¨®n p¨²blica por 'la verg¨¹enza' de haber lanzado piedras a la polic¨ªa hace 30 a?os, cuando era un joven rebelde fogueado en las revueltas sociales de la ¨¦poca.
Escasas semanas antes de las elecciones alemanas, finalizaba la cumbre de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible. A la hora de valorar los resultados de la cita de Johanesburgo se han vertido gruesos ep¨ªtetos: fracaso, incumplimientos de expectativas y falta de resultados. Si consultamos las hemerotecas de los ¨²ltimos diez a?os, veremos que la valoraci¨®n de los resultados de las cumbres intergubernamentales suele ser, casi sin excepci¨®n, muy negativa por parte de determinados movimientos sociales y de algunas ONG ecologistas. Ser hipercr¨ªtico con los resultados de las cumbres se ha convertido para algunos en un nuevo ritual. As¨ª, los resultados de Kyoto y R¨ªo fueron duramente valorados en diversos foros sociales y, sin embargo, los a?os han mostrado que fueron eventos decisivos a la hora de situar al medio ambiente en el centro de la agenda pol¨ªtica internacional.
La cumbre de Johanesburgo se ha celebrado en medio de la poderos¨ªsima contrarreforma militar, social y ambiental emprendida por la Administraci¨®n republicana norteamericana. En el Imperio s¨®lo se escuchan tambores de guerra. La destrucci¨®n terrorista de las torres neoyorkinas ha proporcionado un inmejorable pretexto al complejo militar-industrial de ese pa¨ªs para alterar de forma radical el tablero de las relaciones internacionales posteriores a la guerra fr¨ªa. Cuesta recordar otro momento en el que ese pa¨ªs se haya mostrado tan abiertamente imperial, arrogantemente unilateral y avasallador en la escena internacional como en la actualidad.
En ese contexto, la misma celebraci¨®n de una cumbre de las Naciones Unidas en torno a temas tan alejados de la agenda pol¨ªtica de Washington como es llevar agua y energ¨ªa a los desheredados de la Tierra, frenar la destrucci¨®n de la biodiversidad, detener el envenenamiento qu¨ªmico o comenzar a crear espacios naturales protegidos en mares y oc¨¦anos es ya en s¨ª un hecho positivo que no debe ser minusvalorado. Acumular gruesos y despectivos adjetivos sobre la cumbre como ha hecho Jose Vidal-Beneyto -'cada vez m¨¢s grandes, m¨¢s costosas, m¨¢s in¨²tiles, m¨¢s perversas. [Es el] destino ineluctable de las conferencias intergubernamentales. (...) En Johanesburgo se ha tocado fondo'. (EL PA?S, 7 de septiembre de 2002)- es en mi opini¨®n un grave error.
En los cuarteles de mando y think tanks del neoliberalismo m¨¢s conservador se ver¨ªa con muy buenos ojos que las cumbres intergubernamentales fueran sencillamente suprimidas y que las mismas Naciones Unidas quedasen vaciadas de contenido hasta verse convertidas en decorados de cart¨®n piedra. Qu¨¦ mejor argumento para ello que su car¨¢cter 'in¨²til, costoso y perverso'. Conviene no olvidar, sin embargo, que las cumbres sobre medio ambiente y desarrollo proporcionan algunos de los muy escasos foros en la que los pa¨ªses pobres tienen ocasi¨®n de que sus voces sean escuchadas y sus demandas, siquiera parcialmente, atendidas.
De entre los m¨²ltiples aspectos que se podr¨ªan destacar de la cumbre, quiero resaltar un acontecimiento que en mi opini¨®n puede ser recordado en el futuro como un importante punto de inflexi¨®n. El acuerdo entre el World Business Council for Sustainable Development (WBCSD) y la organizaci¨®n ecologista internacional Greenpeace en torno a la urgencia de actuar ante el cambio clim¨¢tico. El WBCSD se define a s¨ª mismo como la coalici¨®n de 160 empresas multinacionales, unidas por el prop¨®sito compartido de avanzar hacia el desarrollo sostenible a trav¨¦s de sus tres pilares: crecimiento econ¨®mico, equilibrio ecol¨®gico y progreso social. Sus miembros proceden de m¨¢s de 30 pa¨ªses, pertenecen a 20 grandes sectores industriales y agrupan a unos 1.000 l¨ªderes empresariales de todo el mundo.
El WBCSD es la organizaci¨®n que ha articulado y que m¨¢s ha divulgado el concepto de responsabilidad social corporativa. Ese concepto sit¨²a a la empresa privada como actor clave en el avance de la sociedad post-industrial hacia el desarrollo sostenible. Mientras que hace diez a?os en la cumbre R¨ªo, el WBCSD y Greenpeace se ve¨ªan como enemigos irreconciliables, en Johannesburgo han firmado juntos un llamamiento alertando sobre el grave peligro del cambio clim¨¢tico y la necesidad de actuar urgentemente. El acuerdo env¨ªa una importante se?al al movimiento social del ecologismo internacional en el sentido de reconocer que el mundo de la empresa est¨¢ llamado a contribuir de manera destacada al avance real, concreto, pr¨¢ctico hacia el desarrollo sostenible.
Esa se?al es en mi opini¨®n muy acertada, porque en el ecologismo como movimiento social internacional hay corrientes antisistema en las que todo lo referente al mundo de la empresa es anatema. A sus ojos, la empresa privada, y especialmente si es una multinacional es el archi-enemigo, el n¨²cleo duro de un sistema de mercado cuya desaparici¨®n es condici¨®n sine qua non para superar la crisis ecol¨®gica global. Ni qu¨¦ decir tiene que esas corrientes son minoritarias en el movimiento ecologista y conservacionista mundial, pero en latitudes como la nuestra, en el Pa¨ªs Vasco, han alcanzado una cierta relevancia debido al peso social que en nuestro pa¨ªs tienen las ideolog¨ªas y movimientos antisistema.
En Euskadi, la existencia de violencia terrorista ha condicionado de manera decisiva el surgimiento, desarrollo e identidad de los diversos movimientos sociales surgidos tras la desaparici¨®n de la dictadura franquista. Buena parte de esos movimientos han quedado secuestrados bajo lo que los viejos mao¨ªstas denominar¨ªan 'la contradicci¨®n principal de esta sociedad', es decir el tema identitario. En ese contexto, la adaptaci¨®n acr¨ªtica, cuando no claramente subordinada, de un sector del movimiento ecologista vasco al nacionalismo violento ha condicionado negativamente las se?as de identidad y la credibilidad social del movimiento ecologista ante el conjunto de la sociedad.
En el Pa¨ªs Vasco, el ecologismo deber¨ªa haber sido la primer fuerza social en oponerse abierta y contundentemente a la violencia pol¨ªtica del terrorismo. Desgraciadamente no s¨®lo no ha sido as¨ª, sino que parte del movimiento ecologista de este pa¨ªs ha chapoteado durante demasiado tiempo en las aguas fangosas de la falta de principios ante el tema de la violencia.
El ecologismo es una afirmaci¨®n de la vida y una denuncia sistem¨¢tica de toda forma de muerte, atropello y destrucci¨®n de las diferentes formas que ella adopta, empezando obviamente por la vida humana. Es una celebraci¨®n de la sobrecogedora riqueza vital de la Tierra, as¨ª como un compromiso noble, firme e ¨ªntegro en defensa de todos sus seres vivos, incluyendo el de las futuras generaciones. El ecologismo es un reconocimiento de la inextricable interdependencia entre organismos, especies, ecosistemas, sociedades y civilizaciones, es decir, un reconocimiento de la verdad profunda de que somos nuestras relaciones. Desde una visi¨®n ecol¨®gica de la existencia, un solo ser vivo -especialmente si es una persona- es m¨¢s valioso que todas las ideolog¨ªas identitarias surgidas de mentes calenturientas y de corazones helados.
El ecologismo no s¨®lo debe distanciarse de quienes son capaces de matar a otras personas por no compartir sus ideas. Debe ser el primero en denunciar que no hay ecosistema m¨¢s valioso que una vida humana, ni h¨¢bitat m¨¢s necesitado de defensa y protecci¨®n que una sociedad libre y abierta para todas las personas, no s¨®lo en Chiapas o la Amazon¨ªa, sino aqu¨ª mismo en Bilbao, en Bermeo o en el Goierri. Desde la visi¨®n ecologista de la existencia, matar a un semejante por un pu?ado de ideas es la m¨¢s obscura y abyecta de las contaminaciones que un ser humano puede cometer. Por ello, el futuro del ecologismo como movimiento social en el Pa¨ªs Vasco pasa inexorablemente por un presente de claridad y firmeza de principios ante el totalitarismo de la violencia.
Antxon Olabe es economista ambiental.
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