La carrera de las traiciones
Sevilla, Aitor, Mancebo, Casero, Perdiguero, Beltr¨¢n... han tomado decisiones chocantes en la ronda
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'Verdi ha muerto' fue la frase que inaugur¨® el siglo XX; 'el romanticismo ha muerto (por lo menos en el ciclismo)' podr¨ªa ser la del comienzo del siglo XXI. El romanticismo, o el impulso generoso, o la abnegaci¨®n del gregario o la solidaridad sin recompensa, como quiera que se diga. Ha llegado la era de los corredores con iniciativa propia, de los individualistas, de los traidores. O por lo menos eso ha parecido en la Vuelta que ayer termin¨®.
Todo comenz¨® el segundo d¨ªa, antes incluso de que la mayor¨ªa de los seguidores de la Vuelta supiera qui¨¦n era Aitor Gonz¨¢lez. El ciclista guipuzcoano-alicantino era la baza secreta, el tapado del Kelme, y Vicente Belda hab¨ªa prohibido que se le citara en ning¨²n contexto. Pero esa norma se la salt¨® precisamente ?scar Sevilla, en apariencia el l¨ªder ¨²nico del Kelme. 'Aitor es el l¨ªder del equipo, yo voy a trabajar para ¨¦l', solt¨® el manchego en medio de un pelot¨®n alucinado mediada la segunda etapa. A Belda le lleg¨® la noticia. Se destapaba la estrategia oculta y, aunque oblig¨® a Sevilla a desmentirse, el director alicantino no pudo evitar la primera crisis dentro del equipo. No fue la primera traici¨®n de Sevilla, el ciclista con cara de ni?o y sonrisa de ¨¢ngel. Tres d¨ªas despu¨¦s, durante la ascensi¨®n de Sierra Nevada, Aitor, que todav¨ªa era una inc¨®gnita, marchaba escapado, pero eso no le import¨® a Sevilla, que atac¨® por detr¨¢s.
Fue una acci¨®n que no extra?¨® a nadie por entonces, un hecho que, adem¨¢s, qued¨® tapado por otro acto desleal en otro equipo. Sevilla no salt¨® solo, sino que lo hizo a la rueda de Manuel Beltr¨¢n, el gregario, en teor¨ªa de Casero en el Coast. Casero es un rodador que se defiende subiendo, y sufriendo. Beltr¨¢n es un ¨¢gil escalador que llevaba detr¨¢s al l¨ªder y no le import¨® cambiar de ritmo, dejar clavado a Casero e intentar su propia aventura. Aquella noche, Juan Fern¨¢ndez, su director, se encerr¨® con ¨¦l en la habitaci¨®n, le ech¨® la bronca de turno y le cort¨® las alas: le prohibi¨® moverse el d¨ªa siguiente, cuando la Vuelta llegaba a La Pandera, en Ja¨¦n, la ciudad de Beltr¨¢n, el puerto que m¨¢s ilu?si¨®n le hac¨ªa.
Lo de Mancebo no fue una traici¨®n en sentido estricto, aunque alg¨²n compa?ero de equipo as¨ª lo interpretara, fue una defecci¨®n inexplicable. El l¨ªder del iBanesto.com abandon¨® sin dar explicaciones despu¨¦s de que se quedara cortado en una etapa llana por su costumbre de ir a cola de pelot¨®n casi siempre. La Vuelta marchaba caliente, y a¨²n faltaba la traca final. La venganza de Aitor, la venta de Perdi, la respuesta de Sevilla.
Aitor fue codicioso y asalt¨® el maillot amarillo cuando vio flaquear ligeramente al l¨ªder, su compa?ero Sevilla. Le dej¨® clavado en el Angliru, pero en el siguiente final en alto, La Covatilla tuvo que soportar la visi¨®n de su amigo del alma, Perdi, trabajando, por dinero, para su gran rival, el l¨ªder Roberto Heras. Se qued¨® solo y a¨²n tuvo tiempo de vivir la tercera venganza de Sevilla, que s¨®lo al final, y cuando se le fue Beloki, le ech¨® una simb¨®lica mano. Pero Aitor, el ganador final, es tambi¨¦n el s¨ªmbolo del nuevo estilo. Sonriente y solitario hasta el final, pensando s¨®lo en sus necesidades, acab¨® triunfador. Y abraz¨¢ndose emocionado con su siempre amigo Perdiguero.
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