"Todav¨ªa siguen vivos los conflictos que se taparon en 1945"
La agon¨ªa del Tercer Reich, la h¨¢bil estrategia militar de Rusia y las torpezas de Alemania, mezcladas con los testimonios directos de los soldados y los civiles. El humor negro del d¨ªa a d¨ªa en los hacinados refugios berlineses, narrado junto al salvajismo del deshumanizado Ej¨¦rcito Rojo, capaz de violar a cerca de dos millones de mujeres (alemanas, prusianas, sovi¨¦ticas) bajo los efectos de todo tipo de bebidas. La paranoia esquizofr¨¦nica de Stalin y el monstruoso delirio de vanidad de Hitler, explicados en paralelo a las consecuencias de las cumbres de Teher¨¢n y Yalta... Todos esos relatos cruzados, las grandes y peque?as historias sucedidas en torno a la conquista de Berl¨ªn por el Ej¨¦rcito Rojo, son el eje del fascinante libro Berl¨ªn: la ca¨ªda, 1945, que publica en Cr¨ªtica el historiador y ex militar brit¨¢nico Antony Beevor, autor de la muy elogiada y vendida Stalingrado.
'La historia es siempre colectiva y humana', explica Beevor. 'Pero se suele narrar de una forma despersonalizada, como si fuera ajedrez. Yo siempre he odiado eso. En los a?os ochenta se puso de moda en Gran Breta?a y EE UU la historia oral: cartas, diarios, entrevistas a testigos y protagonistas. Pero eso no resolv¨ªa los problemas. Hab¨ªa que combinar las dos miradas, la de arriba y la de abajo. La historia de los l¨ªderes no basta'.
Beevor buce¨® ('despu¨¦s de pedir permiso a mi mujer') durante tres a?os y medio en multitud de archivos rusos, alemanes, estadounidenses, brit¨¢nicos y suecos. Cre¨ª que los rusos no me dejar¨ªan ver un papel. Pero al final fue incluso divertido. Un coronel me dijo: 'Elige el tema y nosotros elegimos los documentos'. Al principio s¨®lo me daban cartas de ¨¢nimo a Stalin de los soldados que estaban en el frente, pero cuando el superior desapareci¨® empezaron a dejarme ver todo, incluso los diarios de los comisarios pol¨ªticos. Ellos eran los curas del Ej¨¦rcito Rojo. Y los curas y los m¨¦dicos suelen contar lo m¨¢s interesante de las guerras'.
Su intenci¨®n era escribir 'una historia llena de grises': 'Ni todos eran buenos ni todos eran malos'. ?Pero a qu¨¦ obedec¨ªa esa sed violadora? 'Primero, a la visi¨®n deshumanizada de la poblaci¨®n alemana que produjo la propaganda de Stalin sobre la brutalidad de los nazis en Stalingrado. Hab¨ªa odio entre los dos pueblos, terror por ambas partes'. Algunos oficiales sovi¨¦ticos, a?ade Beevor, consideraban que la piedad era un signo de humanismo burgu¨¦s. Pero la raz¨®n que explica que tambi¨¦n fueran violadas miles de mujeres en Prusia Oriental, Pomerania o Ucrania fue la represi¨®n sexual que Stalin instaur¨®. 'Surgi¨® entonces el erotismo cuartelero. Soldados de Asia Central, que nunca se hab¨ªan relacionado con una mujer, se encontraron rodeados de rubias. Eso les daba miedo, y beb¨ªan para poder consumar las violaciones. Productos qu¨ªmicos, anticongelantes... Muchos quedaron ciegos, otros muchos murieron'.
Beevor define al Ej¨¦rcito Rojo como una tropa de seis o siete millones de hombres sin esperanzas de sobrevivir. 'Viv¨ªan con la muerte, y por eso eran indisciplinados, capaces de matar a un oficial si intentaba impedir una violaci¨®n'.
La feroz batalla de Berl¨ªn dej¨® tambi¨¦n cientos de miles de muertos. 'No tantos como Stalingrado, desde luego, porque all¨ª hubo un mill¨®n', dice Beevor, que calcula 100.000 v¨ªctimas alemanas, 78.000 rusas y medio mill¨®n de heridos.
Pero Berl¨ªn fue algo m¨¢s que una tumba gigantesca: fue el origen de la guerra fr¨ªa. 'Tras la incomprensi¨®n que hubo entre Stalin y Churchill en Yalta (Stalin era un paranoide que pod¨ªa crear los m¨¢s peligrosos malentendidos), el mariscal pens¨® que Churchill no cumplir¨ªa su palabra sobre Polonia. Esa paranoia se agrand¨® hasta pensar que los americanos iban a usar la bomba at¨®mica contra Rusia. No era verdad porque EE UU fue siempre muy ingenuo con Stalin, y siempre subestim¨® el trauma que le produjo el ataque alem¨¢n de 1941. Las sospechas mutuas dieron lugar a la larga guerra fr¨ªa posterior. 1945 fue cuando Europa puso sus problemas en una camisa de fuerza. Y no se la quit¨® hasta 1989'. 'Pero me temo que el 45 todav¨ªa dura', a?ade Beevor. 'Todav¨ªa siguen vivos muchos conflictos ¨¦tnicos que se taparon entonces. Chequia, Yugoslavia...'.
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