La ret¨®rica de la sostenibilidad
Aunque se insiste en apresurar las muertes de la historia, la cr¨ªtica y la teor¨ªa, es ahora cuando se hace m¨¢s necesario refundamentar unos nuevos criterios, una cr¨ªtica posmarxista, un pensamiento que desenmascare la ideolog¨ªa dominante. Porque aunque se haya decretado la muerte de las ideolog¨ªas y de la cr¨ªtica, precisamente en esta ¨¦poca de pensamiento ¨²nico y de ¨²nico pa¨ªs que controla el mundo, las estrategias de dominio a trav¨¦s de la ideolog¨ªa son las m¨¢s sofisticadas en la historia de la humanidad.
Es necesaria una cr¨ªtica a los discursos c¨ªnicos que tienden a dominar en los grandes foros pol¨ªticos, como la Conferencia sobre Desarrollo Sostenible, celebrada en Johanesburgo hace un mes, y en los encuentros disciplinares, como el XXI Congreso Mundial de la UIA (Uni¨®n Internacional de Arquitectos), que tuvo lugar en Berl¨ªn el pasado julio, en los que una ret¨®rica, aparentemente bienintencionada, en el trasfondo dice: 'Estudiemos la contaminaci¨®n y la crisis del mundo desde nuestras torres de marfil (o sea, nuestros hoteles de lujo, palacios de congresos, galer¨ªas comerciales higienizadas y con climatizaci¨®n artificial, barrios de lujo, etc¨¦tera). Nosotros los ricos y poderosos nos reunimos con el objetivo honesto de erradicar la pobreza. Aprendamos nosotros los ricos y despilfarradores de la gente pobre, que subsiste con casi nada. Vamos a ayudar a los pobres (claro, siempre que ello nos reporte beneficios). Nosotros somos los garantes de la libertad y no podemos tomar ninguna medida que coarte la libertad de consumo, despilfarro y contaminaci¨®n. Haremos una arquitectura social y humana, eso s¨ª, sin contar con la gente', etc¨¦tera.
As¨ª, el pa¨ªs dominante, que se proclama defensor de la libertad y la democracia, Estados Unidos, tiene un Gobierno que se cree con derecho a declarar la guerra al pa¨ªs al que otorgue el premio de desafiante, mantiene el anacronismo injusto de la pena de muerte en muchos de sus estados, bloquea la firma de todo protocolo internacional que intente disminuir el consumo y la contaminaci¨®n mientras su huella ecol¨®gica requerir¨ªa dos planetas m¨¢s si todos los habitantes del mundo despilfarrasen como ellos, no reconoce derechos a los presos acusados de terrorismo, etc¨¦tera.
Estamos acostumbrados a que los arquitectos de prestigio utilicen argumentos heterog¨¦neos y contrapuestos, como hace especialmente Rem Koolhaas en sus escritos, para as¨ª poder justificar a la vez la alta tecnolog¨ªa y la sostenibilidad, la rentabilidad inmobiliaria y la justicia social. O como hacen Renzo Piano y Richard Rogers, que por una parte participan en los foros en defensa del urbanismo sostenible y por otra se prestan a operaciones especulativas que no tienen que ver con el medio y segregan socialmente.
El conjunto de la Potsdammer Platz de Berl¨ªn, que se presenta como una nueva ciudad p¨²blica, abierta y sostenible, en realidad se basa en el lujo y la sofisticaci¨®n, y tiene barreras que sutilmente separan el barrio de fastos y negocios del resto real de la ciudad. Bajo el camuflaje de lo pol¨ªticamente correcto, se utilizan los t¨¦rminos m¨¢gicos del espacio p¨²blico y de la sostenibilidad para legitimar operaciones de especulaci¨®n y segregaci¨®n. Se ha de desenmascarar un discurso urbano que plantea algo en realidad irresoluble: no se puede conciliar la tradici¨®n, y todo lo que implica de reconocimiento del patrimonio y respeto por el tejido social, con la innovaci¨®n seg¨²n los criterios productivistas y arrasadores del tardocapitalismo. ?En qu¨¦ medida 22@ en Barcelona, que se plantea a favor del tejido urbano, humano e industrial existente y en defensa de la sostenibilidad, puede, en realidad, servir para expulsar a los supervivientes en dicho tejido existente?
Podemos encontrar una actitud ¨¦tica y human¨ªstica en arquitectos como Shigeru Ban, Glenn Murcutt, Alvaro Siza Vieira, Hermann Hertzberger, Peter Smithson, Frei Otto, Josep Llin¨¤s, J?rn Utzon, Paulo Mendes da Rocha, Claudio Caveri y otros, pero dif¨ªcilmente en los grandes despachos de los arquitectos estrella que ofrecen sus argumentos arquitect¨®nicos y te¨®ricos para legitimar operaciones especulativas. Para ellos no hay otro argumento cierto que no sea la rentabilidad y el negocio, el prestigio y el poder, por m¨¢s que se escuden en argumentos te¨®ricos, est¨¦ticos, urbanos o falsamente ecologistas.
Dentro de un Estado espa?ol con una insuficiente pol¨ªtica sobre el medio ambiente, el discurso oficial que ha adoptado el Gobierno catal¨¢n incluye el objetivo de la sostenibilidad, pero en realidad en los ¨²ltimos a?os ha aumentado la preparaci¨®n de m¨¢s suelo urbano en los municipios de la regi¨®n metropolitana de Barcelona, apostando por una nueva corona que seguir¨¢ creciendo en forma dispersa de mancha de aceite.
Vivimos una crisis general de la cultura que tiene una estrecha relaci¨®n con la crisis ecol¨®gica, con la incapacidad de los sistemas productivos dominantes de relacionarse con el medio sin agotarlo y destruirlo. En este contexto prevalece una doble moral: se habla oficialmente de sostenibilidad, pero al mismo tiempo aumentan las emisiones de CO2, el gasto de energ¨ªas no renovables, la continuada generaci¨®n de residuos, las ciudades difusas, las diferencias entre ricos y pobres. Mientras se consiguen peque?os avances en materia de sostenibilidad gracias a los sectores m¨¢s conscientes de las sociedades, a las organizaciones no gubernamentales y a las administraciones locales progresistas, los retrocesos a gran escala son mucho mayores y m¨¢s graves. Vivimos en la ¨¦poca de la ret¨®rica de la sostenibilidad que oculta la realidad: si no hay grandes cambios sociales, pol¨ªticos e infraestructurales, la sostenibilidad del planeta ser¨¢ cada vez m¨¢s un objetivo inalcanzable.
Josep Maria Montaner es arquitecto y catedr¨¢tico de Composici¨®n Arquitect¨®nica en la Escuela de Arquitectura de Barcelona.
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