Roca sobre la roca roja
Pe?as de fant¨¢stica forma y color rodean esta solitaria fortaleza del extremo oriental de Guadalajara Pe?as de fant¨¢stica forma y color rodean esta solitaria fortaleza del extremo oriental de Guadalajara
Don Gonzalo P¨¦rez, tercer se?or de Molina, era, como todos los Lara, un rebelde sin pausa, un caballero levantisco que no dej¨® de jaquear a Fernando III de Castilla hasta que, en 1222, las huestes reales lo echaron de su castillo molin¨¦s, que era y es de los mayores de Espa?a, y lo cercaron en el de Zafra, m¨¢s chico pero 'mejor defensado': 40 d¨ªas dur¨® el asedio, y 40 a?os durara si la reina madre, do?a Berenguela, no pacta con el revoltoso la Concordia de Zafra, por la que la hija de ¨¦ste, Mafalda, se casar¨ªa con el hermano del rey, don Alfonso, llevando en dote el se?or¨ªo de Molina e tutti contenti.
Aquel enroque medieval fue la primera y ¨²ltima vez que el castillo de Zafra hizo algo en la historia, aparte de bonito.
Despu¨¦s de rebasar el collado de Valdejimeno y el cerro del Corzo se ve el castillo de Zafra
Bonito es su marco, la sierra de Caldereros, una cresta que aflora de sopet¨®n a naciente de Molina de Arag¨®n, toda ella de roca conglomerada y arenisca, roja como un costur¨®n sobre la faz de la paramera. Bonita es su peana, una pe?a escarpada, encabritada, asaz alargada -131 metros por 26- y de base tan delgada que parece estar a punto de desplomarse. Y m¨¢s que bonito, cautivador, su perfil rampante, que sobre el plano inclinado de la pe?a semeja la silueta de una nave dispuesta para ser botada, o mejor lanzada, en estas soledades que bien pudieran ser de Marte por la bermeja color.
Del mismo color son las casas del cercano pueblo de Hombrados, patria del mejor alcaide que tuvo el castillo de Zafra -Juan de Hombrados Malo, bueno siempre para sus reyes, no como los Lara- y lugar donde nos echamos a andar por una pista de tierra que sale por detr¨¢s de la iglesia, bordeando pajares y corrales, para enfilar con rumbo norte, entre campos de labor, hacia la ermita de San Segundo, blanca para variar.
As¨ª, en cosa de media hora, alcanzamos un suave collado y, dando la espalda a la ermita, doblamos a la izquierda para ir por la cresta de la sierra en pos de una pe?a colorada y cortada a pico por una de sus caras que se llama del Baquero.
Esta extra?a roca anuncia la larga serie de afilados pin¨¢culos, piedras caballeras, tormos como torres y pedazos de otras figuras del ajedrez monumental que es la sierra de Caldereros. Buscando el mejor paso entre ellos, ora por la derecha de la cresta, ora por la izquierda, mas siempre a trav¨¦s de espesos jarales y rebollares, avanzamos gozando del panorama que se nos ofrece desde esta esquina del tablero castellano. De Teruel, reconocemos los montes Universales. De Zaragoza, las lagunas de Gallocanta y el Moncayo. De Guadalajara, el castillo de Molina, ciudad castellana que, por seis a?itos que cambi¨® de colores (1369-1375), se apellida de Arag¨®n.
Como a dos horas del inicio, poco despu¨¦s de rebasar el amplio collado de Valdejimeno y el inmediato cerro del Corzo -que otros nombran Pe?a Aguda-, vemos ya las torres del castillo de Zafra descollando a media ladera en la falda occidental de la sierra, que es hasta blanda y andadera si se compara con la acantilada vertiente oriental.
Reconstruido en gran parte por su actual propietario, el vecino de Molina don Antonio Polo, la fortaleza vuelve a lucir tras siglos de abandono una magn¨ªfica estampa, recort¨¢ndose n¨ªtida, como cosa nueva, sobre un fondo de verdes praderas que acent¨²a la rojez y la verticalidad de la pe?a y sus dos altas torres.
Si asombrosas son las vistas del castillo por arriba -en particular, la que brinda la afilada torre del homenaje, que parece clavada como una espada de leyenda art¨²rica sobre la roca-, no lo son menos a medida que lo rodeamos por la izquierda, aunque mayor asombro nos produce, vi¨¦ndolo tan coquetuelo, que fuera capaz para 500 hombres, como afirman las cr¨®nicas.
Por la inmensa nava que se extiende al pie del castillo, corre una pista llana que nos devuelve en otra hora larga a Hombrados, anta?o tierra de alcaides, hoy de pastizales y labranzas, escaques donde pastores y labriegos siguen jugando su partida de peones siglos despu¨¦s de que cayeran las grandes figuras.
Marcha de oto?o o primavera
- D¨®nde. La localidad de Hombrados (Guadalajara), punto de partida de esta excursi¨®n, se halla a 213 kil¨®metros de Madrid yendo por la carretera de Barcelona (N-II) y desvi¨¢ndose en Alcolea del Pinar (salida 135) hacia Molina de Arag¨®n. En el kil¨®metro 78 de la N-211, 17 despu¨¦s de Molina, aparece se?alizado este pueblo a mano izquierda.
- Cu¨¢ndo. Oto?o es, al igual que primavera, una ¨¦poca en que apenas se sienten los rigores climatol¨®gicos del p¨¢ramo molin¨¦s, ideal por tanto para llevar a cabo esta marcha circular de unos 12 kil¨®metros y unas tres horas y media de duraci¨®n -sin contar paradas-, con un desnivel acumulado de 300 metros y una dificultad media-baja.
- Qui¨¦n. Jos¨¦ Luis Cepillo, Francisco Ruiz y Juan Madrid son los autores de la gu¨ªa Andar por las sierras de Guadalajara (Libros Penthal¨®n), en la que se propone una variante algo m¨¢s larga de este recorrido. Una descripci¨®n m¨¢s completa del castillo de Zafra puede encontrarse en la Gu¨ªa de campo de los castillos de Guadalajara, excelente obra de Antonio Herrero Casado, editada por Aache.
- Y qu¨¦ m¨¢s. Cartograf¨ªa: hojas 25-19 (Od¨®n) y 25-20 (El Pobo de Due?as) del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito, o las equivalentes (490 y 515) del Instituto Geogr¨¢fico Nacional, a escala 1:50.000.
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