'No busco el martirio, pero si me ataca un loco por la calle me defender¨¦ con mi cuchillo'
Mohamed Chukri le pide al camarero que traiga 'una botella del mejor vino que haya', y el camarero, que ha entendido perfectamente a Chukri, aunque ¨¦ste haya hablado en castellano, trae una de M¨¦daillon, un cabernet de la zona de los Uled Thaleb, en Benslimane. Chukri prueba y aprueba el vino. '?El primer trago del d¨ªa?', pregunta el periodista con una sonrisa que indica que sabe que la pregunta es tonta y la respuesta negativa. 'No', responde Chukri. 'Esto es vodka', dice se?alando el vaso con un l¨ªquido blanco que beb¨ªa antes de la llegada del periodista. 'Aqu¨ª ya me he tomado tres; y en mi casa, un whisky de Chivas para desayunar'. Chukri dirige la mirada a un plato con rodajas de pl¨¢tano ba?ados en otro l¨ªquido y a?ade: 'Y eso tiene un poquito de Baileys'.
Yo traduc¨ªa en mi cabeza del ¨¢rabe al espa?ol y se lo dictaba a Bowles, que hablaba un buen espa?ol, que luego lo traduc¨ªa al ingl¨¦s. Oye, un moro y un americano se entend¨ªan en T¨¢nger en espa?ol
PREGUNTA. Usted siempre ha bebido mucho, ?no?
RESPUESTA. ?Ufff! ?Barriles! Tabernas enteras, bodegas enteras, grandes bares, peque?os bares, restaurantes, burdeles, hoteles... He bebido sin parar.
P. Y sigue bebiendo.
R. ?Claro! Mi cuerpo lo soporta hasta ahora. Y a mi edad no tengo nada que perder. Nada que perder, oye.
Chukri naci¨® en una aldea del Rif en 1935, en la ¨¦poca del Protectorado espa?ol en el norte de Marruecos, y desde su juventud vive en T¨¢nger. A sus 67 a?os es un tipo de cabello leonino y canoso, amplia frente cruzada por una cicatriz, bigote de puntas ca¨ªdas bajo una nariz de halc¨®n y ojos chicos y tan vivos e inteligentes como tristes. Tambi¨¦n es una leyenda viviente de la literatura magreb¨ª y ¨¢rabe. En 1972 escribi¨® El pan desnudo, el furibundo y doloroso relato de su infancia y adolescencia en el rebelde y miserable Rif ocupado por los espa?oles y en el T¨¢nger cosmopolita de la ¨¦poca internacional. Fue el retrato de un lugar y un tiempo desde el lado de los que limpiaban botas, vend¨ªan cigarrillos de contrabando, trapicheaban con quif, comet¨ªan peque?os hurtos o se prostitu¨ªan con los extranjeros. Luego, en Tiempo de errores, Chukri cont¨® su extraordinario esfuerzo para convertirse en escritor desde su condici¨®n de p¨ªcaro analfabeto. Ahora cuenta un pu?ado de historias tangerinas, autobiogr¨¢ficas una vez m¨¢s y de las que te golpean al h¨ªgado, en Rostros, amores, maldiciones, reci¨¦n publicado en Espa?a.
P. Rostros arranca con los personajes del bar Granada, unas prostitutas llamadas Lala Chafika, Malika, Fati... Usted ha ido mucho de putas, ?verdad?
R. ?Mucho! Antes yo pod¨ªa follar dos o tres veces al d¨ªa con mujeres distintas y luego hasta me masturbaba antes de dormirme. Cuando ten¨ªa 19 a?os, hubo un d¨ªa en que ech¨¦ nueve polvos. Claro, ahora s¨®lo una o dos veces al mes, ya no estoy tan en forma. Pero las putas de antes eran m¨¢s cari?osas y ten¨ªan cultura, al menos ten¨ªan cultura oral. Sab¨ªan contar historias, ?entiendes? Como Fati, F¨¢tima, marroqu¨ª pura, de Larache, que todav¨ªa vive en Dinamarca. Y las de antes ten¨ªan tiempo. Las de ahora ponen el reloj y ni disimulan: 'Son quince minutos'.
P. ?Hay alg¨²n gran amor frustrado en su vida?
R. He tenido algunos amor¨ªos. Pero yo me he casado con mis lecturas, mis escritos y mis amigos. Y si me casara alg¨²n d¨ªa con una mujer, no querr¨ªa tener un hijo. Temo comportarme como mi padre se comport¨® conmigo, ?entiendes? Siempre he vivido con ese complejo.
El padre de Chukri era un desertor del Ej¨¦rcito colonial espa?ol que ataba al ni?o Chukri a un ¨¢rbol y le azotaba con un cintur¨®n de cuero, y que un d¨ªa, en un arrebato de c¨®lera, estrangul¨® hasta causarle la muerte al hermano de Chukri. Chukri cont¨® esa historia, y el odio al padre que enraiz¨® en su alma, en El pan desnudo. Y lo hizo del mismo modo directo y descarnado con el que ahora habla en Rostros de las prostitutas del Granada o de Alal, el hijo que le hace una felaci¨®n a su anciano padre para evitar que se case de nuevo y tener que compartir su herencia. As¨ª que sus temas y su estilo le han convertido en un escritor maldito, en un escritor que ha sido comparado al norteamericano Bukowski y al cubano Pedro Juan Guti¨¦rrez. Pero la condici¨®n de maldito es a¨²n m¨¢s explosiva en el mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n. En 1989, Chukri fue condenado a muerte por el r¨¦gimen de Jomeini y en los noventa sus obras fueron prohibidas en Egipto por la presi¨®n de los ulemas.
P. Cuando sali¨® la traducci¨®n al castellano de El pan desnudo, Juan Goytisolo escribi¨® que usted hab¨ªa escrito la primera autobiograf¨ªa ¨¢rabe honesta, sincera, verdadera. En el mundo ¨¢rabe es rar¨ªsimo el que uno proclame p¨²blicamente sus debilidades y sus vicios. ?De d¨®nde le viene la fuerza?
R. Las autobiograf¨ªas ¨¢rabes, que se cuentan con los dedos de una mano, est¨¢n escritas con pocas confesiones. Yo, para escribir mi trilog¨ªa autobiogr¨¢fica, me he servido m¨¢s bien de ejemplos occidentales, como san Agust¨ªn y sus Confesiones, Jean-Jacques Rousseau, Somerset Maugham, Colin Wilson, Les mots de Sartre, Juan Goytisolo y Coto vedado... Estas lecturas me han dado coraje para expresarme. Sabemos muy bien que la literatura ¨¢rabe cl¨¢sica era m¨¢s libre que la de ahora. Ahora abundan los tab¨²es. Pero en la ¨¦poca preisl¨¢mica y al principio del islam hab¨ªa una literatura, como Las mil y una noches o El jard¨ªn perfumado, que ten¨ªa m¨¢s libertad de expresarse. Hubo una decadencia en la cultura ¨¢rabe, sobre todo cuando los ¨¢rabes salieron de Espa?a, hace cinco siglos. Se perdi¨® la libertad de expresarse y reinaron el fanatismo y la religi¨®n. Y la religi¨®n lo ha matado todo, ?entiendes? Los tab¨²es matan la libertad, la creaci¨®n.
P. El fanatismo tambi¨¦n quiere matarles a Salman Rushdie, Naguib Mahfuz y usted.
R. S¨ª, vamos para abajo, no para arriba. Pero esto no me para, no es el muro de Berl¨ªn, ni es la Muralla de China. Esto no me impide seguir escribiendo lo que escribo. Si a m¨ª me ataca un loco por la calle y me da una pu?alada y muero, me importa un pepino. Porque t¨² te vas pero la idea queda. Yo no busco el martirio, pero si me toca la mala suerte, pues que toque. No tengo miedo de seguir escribiendo tal como escrib¨ª el primer libro. Yo tambi¨¦n llevo conmigo un cuchillo. De gran tama?o. No quiero irme solo al cementerio. Que vayan conmigo uno o dos, oye. Puedo llevarme por delante uno o dos de esos locos. No me voy solo.
P. Cuando le he contado a algunos amigos de la burgues¨ªa tangerina que ven¨ªa a la ciudad para entrevistarle, me han dicho: '!Oh, no, Chukri da tan mala imagen de T¨¢nger!'.
R. Claro, los compatriotas son a veces... Bueno, yo te voy a hacer otra pregunta: esta gente que te dice que Chukri da una mala imagen de T¨¢nger, ?qui¨¦nes son esta gente? Son gilipollas, gilipollas sociales. Que te invitan a un tay¨ªn, un cusc¨²s o una harira en sus casas y no han le¨ªdo ni media docena de libros. Yo he le¨ªdo cuatro mil libros y puedes creer en m¨ª m¨¢s que en ellos. A ti te invitan a un tay¨ªn y a pasarlo bien y a fumar unos pitillos de quif o de hash, pero, oye, no te van a convencer con esto, ?no? Lo que te convence m¨¢s es la palabra. Al principio existi¨® la palabra. ?stos son cagones, no han realizado nada en sus vidas.
P. Vale, Chukri. Hablemos, pues, de T¨¢nger. Hubo tres grandes ciudades cosmopolitas en el Mediterr¨¢neo ¨¢rabe: Alejandr¨ªa, Beirut y T¨¢nger. A Alejandr¨ªa se la han cargado el nacionalismo y el islamismo, pero con Beirut y T¨¢nger a¨²n no han podido, aunque las han dejado pachuchas. T¨¢nger sigue siendo diferente, libre y canalla. ?T¨² c¨®mo definir¨ªas T¨¢nger?
R. Hombre, T¨¢nger es una ciudad m¨ªtica. Y el mito no se explica. Si lo explicas cesa de ser un mito. Tiene sus secretos.
La conversaci¨®n se desarrolla en el tangerino hotel Ritz, que no tiene nada que ver con los lujosos Ritz de Par¨ªs y Madrid. All¨ª tiene su oficina Chukri, all¨ª recibe por las ma?anas. Y mientras el escritor y el periodista almuerzan y charlan, la botella de M¨¦daillon mengua a marchas forzadas. La charla es en castellano, lengua que Chukri, como tantos tangerinos, habla con fluidez y gracia.
P. Chukri, a usted se le nota que le gusta mucho Espa?a.
R. ?Hombre, hombre! Yo he tenido aqu¨ª grandes amigos espa?oles, a partir de los gitanos y los andaluces, que eran como nosotros, marginados. Y tambi¨¦n he tenido maestros, profesores y escritores espa?oles que han sido y son mis amigos. Pero nunca he tenido un amigo franc¨¦s. Francamente. Y con los ingleses y norteamericanos era otra cosa. Era para follarles y para follarme. No f¨ªsicamente, espiritualmente.
P. ?Lee a escritores espa?oles?
R. ?Claro! Y tambi¨¦n he traducido poetas espa?oles. He traducido poemas de B¨¦cquer, los Machado, Vicente Aleixandre, Gabriel Celaya, Lorca, Labordeta, Susana March... Los he traducido al ¨¢rabe.
P. ?Y cu¨¢l es su escritor espa?ol favorito?
R. Ahora me da la impresi¨®n de que Am¨¦rica Latina ha superado a Espa?a. Con Juan Rulfo, Cort¨¢zar, Garc¨ªa M¨¢rquez, Vargas Llosa... Esos nombres no tienen equivalentes en la actual narrativa espa?ola. Pero admiro a Juan Goytisolo y Torrente Ballester. Y de los cl¨¢sicos, soy un gran admirador de Cervantes.
P. ?Los lee en espa?ol?
R. ?En espa?ol! ?En qu¨¦ voy a leerlos?
Con la botella de tinto vac¨ªa y los est¨®magos apaciguados, Chukri y el periodista se van a la casa del escritor, un ¨¢tico en un inmueble pr¨®ximo al Ritz. Chukri sube los cinco pisos a pie -no hay ascensor- y sin dejar de fumar. La casa es un rastrillo de ropas, vajillas, aparatos electr¨®nicos anticuados, libros, folletos y fotos de Chukri con escritores: Paul Bowles, Alberto Moravia, Jean Genet, Goytisolo, Tahar Ben Jelloun... Hay tambi¨¦n un retrato bien visible del l¨ªder rife?o Abdelkrim. Chukri ense?a a su invitado sus propios libros, incluidas las 48 traducciones a otras tantas lenguas de El pan desnudo, y su colecci¨®n de mu?ecas inv¨¢lidas -as¨ª las llama ¨¦l-; mu?ecas a las que les faltan ojos, brazos, piernas, cabezas.
El periodista le ha tra¨ªdo a Chukri dos botellas de vino M¨¢laga, una de parte del arabista Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa, que vivi¨® muchos a?os en T¨¢nger, y otra como regalo propio. Chukri abre una, sirve dos vasos generosos y pone en el v¨ªdeo una casete. Es una emisi¨®n de Apostrophes, el programa televisivo de Bernard Pivot, de hace 20 a?os y a¨²n en blanco y negro. Chukri estaba invitado -'fue mi primera salida de Marruecos'- a hablar del odio al padre con motivo de la aparici¨®n en Francia de El pan desnudo. 'Ahora', dice, 'comprendo mejor a mi padre. Su violencia ven¨ªa de la violencia y la miseria en la que viv¨ªa Marruecos bajo el colonialismo. Cuando me escap¨¦ de casa, yo viv¨ªa en los cementerios para no ser violado por los mayores'.
P. Pero la cosa no ha mejorado tanto tras m¨¢s de cuarenta a?os de independencia. Las ciudades marroqu¨ªes est¨¢n llenas de ni?os, adolescentes y j¨®venes que viven en chabolas, se ofrecen como gu¨ªas, venden chocolate, se prostituyen o hacen de alcahuetes, sue?an con emigrar a Europa en patera.
R. Ahora es casi peor, oye. Y yo sigo hablando de eso. Estoy considerado un escritor pornogr¨¢fico en el mundo ¨¢rabe porque hablo de la sexualidad. Pero intento dar algunos valores en mis libros.
P. ?Qu¨¦ valores?
R. Yo estoy comprometido socialmente. Me inclino a defender a las clases marginadas, olvidadas y aplastadas. No soy Espartaco, pero creo que todas las personas tienen una dignidad que tiene que ser respetada. Aunque no hayan tenido oportunidades en la vida.
P. En el T¨¢nger de los a?os cuarenta, cincuenta y sesenta vivieron o recalaron personajes como Paul y Jane Bowles, Truman Capote, Cecil Beaton, Tennessee Williams, Gore Vidal, William Burroughs, Allen Ginsberg, Jean Genet, Alberto Moravia, Jack Kerouac... Era la ¨¦poca del T¨¢nger bohemio, del T¨¢nger jet-set, del T¨¢nger beatnik, del T¨¢nger de los globe-trotters. Y, sin embargo, usted dijo una vez que esos extranjeros ven¨ªan a T¨¢nger 'como quien va a ver saltar a un mono de ¨¢rbol en ¨¢rbol'. ?Tambi¨¦n piensa eso de sus amigos Genet y Bowles?
R. No lo pienso de Genet, que era aut¨¦ntico, pero s¨ª de Bowles. ?l vino aqu¨ª en busca de un Marruecos naif. Le hubiera gustado que Marruecos siguiera como en los a?os treinta. Bowles no amaba a los marroqu¨ªes, amaba a su propio Marruecos. Casi todos esos extranjeros de la ¨¦poca dorada de T¨¢nger ven¨ªan aqu¨ª en busca de exotismo y placeres, para fumar quif y hash, para tener chicas, chicos... Yo no estoy en contra de esa gente, pero a m¨ª no me dieron la oportunidad de vivir como ellos. Lo malo era vivir en el otro lado. Lo malo era la humillaci¨®n de los que viv¨ªamos en el otro lado. A m¨ª tambi¨¦n me hubiera gustado vivir esa buena vida. Pero la buena vida de esa gente era a costa de aplastar a los dem¨¢s. Y aplastar a los dem¨¢s es algo primitivo, ?entiendes?
P. Pero Bowles le hizo un regalo: tradujo al ingl¨¦s El pan desnudo.
R. ?Hombre, un gran regalo!
P. ?C¨®mo trabaj¨® con Bowles en la versi¨®n inglesa de El pan desnudo?
R. Yo lo traduc¨ªa en mi cabeza del ¨¢rabe a mi espa?ol y se lo iba dictando. Bowles, que hablaba un buen espa?ol, mejor que el m¨ªo, lo iba escribiendo en su espa?ol y luego lo traduc¨ªa al ingl¨¦s. Oye, un moro y un americano se entend¨ªan entonces en T¨¢nger en espa?ol.
P. ?Est¨¢ escribiendo algo nuevo ahora?
R. No, estoy corrigiendo cosas viejas. Oye, te voy a hacer una confesi¨®n: yo quiero matar la fama que me dio El pan desnudo. Escrib¨ª Tiempo de errores y no se muri¨®. He escrito Rostros y tampoco. El pan desnudo no quiere morir. Y me aplasta. Me siento como esos escritores aplastados por la fama de un solo libro. Como Cervantes con Don Quijote, o Flaubert con Madame Bovary, o D. H. Lawrence con El amante de Lady Chaterley. El pan desnudo sigue sin morir, el hijo de puta. Los ni?os por la calle no me llaman Chukri, me llaman El pan desnudo. Ese libro me dice todos los d¨ªas: 'Aqu¨ª estoy, vivo'.
P. As¨ª que va a seguir intentando matar El pan desnudo.
R. ?Claro! Yo soy cabez¨®n. Soy Aries. Sabes que el lobo te va a comer, pero le das cornadas. Rostros no es mi despedida de la escritura. El escritor nunca se despide hasta que lo llevan a su tumba.
P. Y usted no tiene la intenci¨®n de irse pronto a la tumba.
R. !No, no, no!
Vaciada la primera botella de M¨¢laga, Chukri abre la segunda.
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