Una explosi¨®n deja a 17 familias sin casa en Santa Coloma
La explosi¨®n convulsion¨® un barrio poblado de inmigrantes africanos y asi¨¢ticos
Para muchos colomenses del barrio del Fondo, la madrugada del domingo fue la peor de su vida. El estruendo de la explosi¨®n en el n¨²mero 4 de la calle de Liszt, a la que sigui¨® un espectacular incendio, removi¨® muchos miedos del vecindario, que desconf¨ªa de la solidez de unos bloques construidos a principios de la d¨¦cada de 1960 y que en los ¨²ltimos a?os vienen soportando el peso adicional de las m¨¢quinas de coser de una constelaci¨®n de talleres de confecci¨®n donde trabajan noche y d¨ªa inmigrantes llegados de Asia y del norte de ?frica en su mayor¨ªa.
La confusi¨®n de los primeros momentos ten¨ªa visos de tragedia. Mientras la polic¨ªa proced¨ªa a desalojar los inmuebles colindantes para prevenir posibles desplomes, los bomberos rescataban los primeros heridos y todos tem¨ªan que bajo los montones de escombros estuvieran sepultados los amigos y familiares que a esas horas acostumbran a estar dormidos y que no aparec¨ªan. El bar situado en los bajos acumulaba la mayor parte de los cascotes: de all¨ª proced¨ªan los primeros heridos y con el desconcierto reinante nadie acertaba a decir si estaba abierto o cerrado en el momento del desplome.
Conforme se conoc¨ªa la noticia iban llegando al lugar familiares aterrorizados por lo que pod¨ªa haberles pasado a sus seres queridos. La madre de una ni?a que esa noche estaba con el padre en el interior del edificio siniestrado contuvo la respiraci¨®n hasta que la polic¨ªa le inform¨® de que ambos estaban fuera de peligro. Para otros, como la se?ora Francisca, la noche del s¨¢bado empez¨® con una reuni¨®n familiar para celebrar la que sin duda ser¨¢ la peor onom¨¢stica que recuerde.
Calles tupidas
Desde la plaza del Rellotge, centro neur¨¢lgico del barrio, se o¨ªan a lo lejos las sirenas de las ambulancias y de los bomberos que se dirig¨ªan a toda velocidad a una zona de calles tupidas donde abundan las viviendas de autoconstrucci¨®n y en la que en los a?os sesenta recalaban emigrantes procedentes del sur de la pen¨ªnsula, las mismas casas donde en los ¨²ltimos tiempos residen colonias de ciudadanos chinos, marroqu¨ªes y paquistan¨ªes. En la oscuridad de las calles empinadas del Fondo, las ¨²nicas luces que proyectaban una imagen de desolaci¨®n en la calle de Liszt eran las de los camiones de los bomberos. Desde los portales entreabiertos apenas se vislumbraban los rasgos orientales de los vecinos que no se atrev¨ªan a acercarse a la zona acordonada por la polic¨ªa, acostumbrados como est¨¢n a mantener las distancias con los agentes uniformados para evitar que les pidan la documentaci¨®n.
Los residentes en la zona observaban en silencio el ir y venir de los bomberos sin acabar de recuperarse del susto. Estrella Murillo, vecina del bloque contiguo, explicaba el efecto que le produjeron, mientras dorm¨ªa, la explosi¨®n y el resplandor de las llamas procedentes de los pisos superiores del bloque situado junto al suyo. Lo peor fue el impacto que les caus¨® ver a un vecino que se lanz¨® al vaci¨® para escapar del fuego. La hija de una familia del primer piso respiraba algo aliviada cuando vio salir por su propio pie a sus padres.
La polic¨ªa local y el Cuerpo Nacional de Polic¨ªa de Santa Coloma y de Badalona, con ayuda de la presidenta de la comunidad de vecinos, trataban de hacer, una y otra vez, el recuento de los residentes para comprobar si faltaba alguien. El alcalde de Santa Coloma, el socialista Bartomeu Mu?oz, presenciaba en primera fila los trabajos de desescombro en compa?¨ªa de Manuela de Madre. Ambos intentaban tranquilizar a los afectados y colaborar cuanto pod¨ªan con la polic¨ªa.
Sobre las tres de la madrugada se vivieron unos momentos de tensi¨®n cuando la excavadora empez¨® a mover los escombros. Todos tem¨ªan que se produjeran nuevos desprendimientos en unas paredes hu¨¦rfanas de fachada que parec¨ªan de cart¨®n. Los mazazos de algunos bomberos para abrirse paso entre las ruinas sobrecog¨ªan a los que miraban desde los balcones cercanos. Cada movimiento de los camilleros estremec¨ªa a las personas que iban llegando de otros puntos de la ciudad por temor a que encontraran cuerpos sin vida. Conforme iba creciendo la lista de heridos leves y se iba descartando que hubiera v¨ªctimas mortales, se apaciguaban los ¨¢nimos de quienes en un primer momento temieron lo peor. En el bloque hundido resid¨ªan familias trabajadoras aut¨®ctonas y algunos jubilados.
Seg¨²n avanzaba la noche, al reanudarse el suministro el¨¦ctrico, la calma tensa fue volviendo lentamente a este rinc¨®n de Santa Coloma que trata de adaptarse como puede a los cambios que est¨¢ viviendo. El hecho de que casi todos, antes o despu¨¦s, eligieran este lugar para empezar de nuevo seguramente ayuda a que la vida cotidiana se desarrolle sin demasiados traumas.
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