Apabullante Ronaldo
El crack brasile?o debuta a lo grande en el Bernab¨¦u, que cae rendido ante sus dos goles
A las 19.24 de ayer, Ronaldo puso el pie en el Bernab¨¦u y pareci¨® que Neil Armstrong pon¨ªa el suyo en la Luna. Un acontecimiento, vamos. En el estadio se extendi¨® un clamor irreconocible, o s¨ª, el que acompa?a a los jugadores que son m¨¢s que jugadores, los que levantan expectativas inauditas, los fuera de serie. Entr¨® Ronaldo con todo su corpach¨®n, estupendamente alimentado, con un sobrepeso que deber¨¢ reducir si desea explotar la velocidad que le hizo imparable. Tambi¨¦n entr¨® con una sonrisa espont¨¢nea, la de un hombre que disfruta jugando al f¨²tbol, aliviado adem¨¢s por el penalti que hab¨ªa detenido Casillas segundos antes de su ingreso en el campo. No estaba, por tanto, en la necesidad de hacer alguna proeza para dar la victoria a su equipo. Y entr¨® tambi¨¦n con su mirada de rifle. ?sa no le abandona, no importa el estado de sus rodillas o sus problemas con la b¨¢scula. Un minuto despu¨¦s, Ronaldo fue Ronaldo, el delantero letal que modifica los partidos por su incomparable facilidad en el ¨¢rea, donde el gol no se le resiste, donde funciona como un reloj, con una precisi¨®n que est¨¢ m¨¢s relacionada con la sabidur¨ªa que con el instinto. Ronaldo no marca goles porque s¨ª. Los marca porque sabe c¨®mo hacerlos, con qu¨¦ decisiones y con los recursos apropiados para conseguirlo. Le bast¨® un minuto para demostrarlo. Desde la izquierda, Roberto Carlos tir¨® un centro mal interpretado por los centrales del Alav¨¦s, tal vez nerviosos por el efecto Ronaldo. La pelota lleg¨® algo llovida, pero fuerte, al delantero brasile?o, que la acomod¨® con el pecho y la remat¨® con violencia de media vuelta. El t¨ªpico remate para llenarse de bal¨®n y dar notoriedad al portero. Pues no. Ronaldo pic¨® el remate, la pelota escupi¨® en el suelo y entr¨® por la escuadra. Nada que hacer.
REAL MADRID 5| ALAV?S 2
Real Madrid: Casillas; Mi?ambres, Hierro, Helguera, Roberto Carlos; Figo, Makelele (McManaman, m. 75), Cambiasso, Zidane; Guti (Solari, m. 63) y Portillo (Ronaldo, m. 63). Alav¨¦s: Dutruel; Abelardo, Ochoa (Rub¨¦n Navarro, m. 69), T¨¦llez; Edu Alonso, Desio, Astudillo, Pablo (Luis Helguera, m. 67), Llorens; Magno (Ilie, m. 70) e Iv¨¢n Alonso. Goles: 1-0. M. 1. Zidane regatea a Abelardo y cruza desde el pico izquierda del ¨¢rea un tiro que entra por la escuadra contraria. 2-0. M.30. Portillo choca con Abelardo en el ¨¢rea. Figo transforma el penalti. 2-1. M.36. Iv¨¢n Alonso cabecea un centro de Abelardo. Casillas despeja y Magno se adelanta a Helguera para marcar. 3-1. M. 64. Centro de Roberto Carlos que Ronaldo controla con el pecho, para rematar a la media vuelta. 4-1. M.71. Pase de Mi?ambres a Figo, que supera a Dutruel en el mano a mano. 5-1. M.78. Contragolpe del Madrid que culmina Ronaldo con un remate suave y cruzado. ?rbitro: Amonest¨® a Iv¨¢n Helguera, T¨¦llez, Astudillo y Luis Helguera. 70.000 espectadores en el Bernabe¨². Iv¨¢n Alonso (m. 62) fall¨® un penalti con 2-1.
La hinchada estall¨® de entusiasmo porque el gol ten¨ªa los ingredientes perfectos para el madridismo: el crack que llega en medio de una expectaci¨®n enorme y que saluda a la afici¨®n con un golazo digno de lo que se espera de ¨¦l. Si es por el don esc¨¦nico, esa especie de magia teatral que les est¨¢ reservada a unos pocos, Ronaldo ha comenzado su carrera en el Madrid con todas las bendiciones. Por si acaso, se reserv¨® otro gol, de diferente factura que el anterior, pero notable tambi¨¦n. Fue el quinto del Madrid, un contragolpe que comenz¨® Cambiasso y continu¨® McManaman, un jugador poco dado a ego¨ªsmos, cualidad que probablemente aprendi¨® en aquel Liverpool pensado por Bill Shankly, un rojo en todos los sentidos de la palabra. En el Liverpool colectivista se educ¨® Macca, as¨ª que a nadie extra?¨® que buscara a Ronaldo en el contragolpe cuando ¨¦l mismo pod¨ªa acabar la jugada. De la soluci¨®n de Ronaldo ante el portero quedan dos cosas: el perfil perfecto para el remate desde el callej¨®n del diez y la naturalidad de la acci¨®n, sencilla, suave, sin la estridencia de su remate anterior. Es lo que ped¨ªa la jugada, y eso es lo que distingue al delantero brasile?o, que aplica los registros correctos en cada situaci¨®n.
Como no pod¨ªa ser de otra manera, la actuaci¨®n y los goles de Ronaldo convirtieron en secundario todo lo que sucedi¨® en el partido. Sin embargo, hubo detalles que no pasaron desapercibidos. Para empezar, el sensacional gol de Zidane en el mismo arranque del encuentro, un prodigio de belleza muy propio del futbolista franc¨¦s, que para estas cosas de la est¨¦tica se las pinta como nadie. Le vino un pase largo y un mano a mano con Abelardo. Con el pase no tuvo problemas porque en los controles es inigualable; con Abelardo, tampoco: le amag¨® hacia fuera y regate¨® hacia dentro, con cierta complicidad del veterano central, que le ofreci¨® la mejor salida. Luego vino el remate maravilloso, que entr¨® limpio por la segunda escuadra. As¨ª comenz¨® el partido, con una belleza de gol que vino a representar algo parecido a la ley de Newton. Todo lo que sube, baja, y desde ese momento al encuentro le dio un ataque de gravedad. Cay¨® en picado.
El Madrid aprovech¨® un regalo del ¨¢rbitro para anotar el segundo, anotado por Figo despu¨¦s de un tropez¨®n de Portillo con Abelardo. Al ¨¢rbitro se le fue la mano y decret¨® penalti. Pareci¨® que el Madrid ten¨ªa el colch¨®n de seguridad para tramitar el partido sin problemas, pero de repente aparecieron uno por uno todos los defectos defensivos del equipo. Su ineficacia en el juego a¨¦reo result¨® escandalosa. Cualquier jugador del Alav¨¦s cabeceaba en el ¨¢rea de Casillas, y no digamos Iv¨¢n Alonso, que tiene muelles. Empezaron a llover centros y uno de ellos se transform¨® en el primer gol del Alav¨¦s. Pudo llegar el segundo -el empate, nada menos- en una jugada que cuestion¨® a Casillas, incapaz de despejar en tres ocasiones la pelota que bailaba entre las cabezas de amigos y enemigos. El caso es que aquello acab¨® en penalti. Pero Casillas tambi¨¦n tiene el don esc¨¦nico: detuvo el lanzamiento y sali¨® del l¨ªo como un h¨¦roe. Todo lo dem¨¢s correspondi¨® a Ronaldo, que entr¨® en ese momento y convirti¨® el partido en otra cosa. En su partido.
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