Riccardo Chailly afirma buscar el equilibrio entre 'juventud y tradici¨®n'
El director milan¨¦s realiza una gira por Espa?a con la Orquesta Giuseppe Verdi
Es uno de los grandes. Uno de los genuinos representantes de esa generaci¨®n de directores que ha tomado el poder en estos ¨²ltimos a?os con aires de rigor, libertad, apertura, disfrute y ¨¢nimo de discusi¨®n en la m¨²sica. Riccardo Chailly (Mil¨¢n, 1953) dirige en estos d¨ªas por Espa?a y Portugal a la Orquesta Sinf¨®nica de Mil¨¢n Giuseppe Verdi, una de las formaciones de la que es titular este m¨²sico que ha marcado, tambi¨¦n, una ¨¦poca en su paso por la Royal Concertgebouw, de Amsterdam, a la que dirige desde 1986. Pero Chailly tiene bien puestos los ojos en el futuro: en 2005 se har¨¢ cargo de la Gewandhaus, de Leipzig, una extraordinaria formaci¨®n de tradici¨®n y vida musical, con 220 a?os de historia.
'Me ofrecieron ser director musical del Teatro Real hace dos a?os, pero lo rechac¨¦'
Su compromiso con esta instituci¨®n tiene su reverso negro para el panorama musical espa?ol: 'Hace dos a?os me propusieron ser director musical del Teatro Real. Me sent¨ª muy halagado por el ofrecimiento pero ya ten¨ªa el proyecto de ir a Leipzig, y lo rechac¨¦. No puedo abarcar tantas cosas', cuenta Chailly. 'El maestro L¨®pez Cobos lo har¨¢ muy bien. Tiene una gran experiencia despu¨¦s de su paso por la ?pera de Berl¨ªn', afirma el m¨²sico.
Habr¨¢ que conformarse con sus visitas sinf¨®nicas a Espa?a. Bastantes, por cierto. Ayer y anteayer actu¨® en Madrid y el lunes lo hace en Barcelona, donde inaugura la temporada sinf¨®nica del Palau de la M¨²sica, en el que recalar¨¢ con su conjunto italiano. 'Es una orquesta joven, de 120 m¨²sicos, muy din¨¢mica y que dirijo desde hace cuatro a?os. Tenemos nuestra sede en el nuevo auditorio de Mil¨¢n. Es necesario un espacio fijo para ir creando un sonido, una identidad y una personalidad t¨ªmbrica', afirma Chailly.
Lo dice por fuerte convicci¨®n, este hombre afable, de barba pelirroja, ojos juguetones, de esos que se ensanchan por la expresividad y con aspecto de hippy reformado por un aire de elegancia lombarda. Si acepta un compromiso lo lleva a sus ¨²ltimas consecuencias. 'No soy de esos m¨²sicos que van por libre, creo en la identidad y en la simbiosis del director con su orquesta', asegura. Pero tampoco en el matrimonio de por vida, como pasaba antes. 'Los directores, ahora, no sabemos cu¨¢nto duraremos en un puesto. Yo no cre¨ª, cuando entr¨¦ en la Concertgebouw', un cargo que acept¨® cuando ten¨ªa 33 a?os, 'que fuera a durar 16 a?os all¨ª', cuenta.
A?os gratificantes
Pero han sido productivos y gratificantes. 'Han creado la figura de director em¨¦rito, por primera vez, para que yo lo acepte y exista un v¨ªnculo permanente', asegura. Ha dado mucho y ha recibido tambi¨¦n. Por ejemplo, en lo referente a Gustav Mahler, con quien Chailly y la orquesta han interpretado y est¨¢n grabando -faltan la Tercera y la Novena- todas las sinfon¨ªas del m¨²sico austriaco en una aproximaci¨®n de la que muchos dicen que hay un antes y un despu¨¦s. 'Mahler nos da las se?ales inquietantes de la m¨²sica del futuro, es un torrente que abrasa. Provoca y va a contracorriente, su influencia es constante en quien se acerca a ¨¦l y marca continuamente', asegura.
Ahora llegar¨¢ a Leipzig con nuevos br¨ªos y a meterse en otros berenjenales. 'Me invit¨® a dirigir all¨ª por primera vez Herbert von Karajan hace 20 a?os y fue un flechazo, un sentimiento por encima de lo racional. Cuando regres¨¦ hace dos a?os tuve el mismo sentimiento y decid¨ª quedarme', cuenta. Ir¨¢ con el maletero lleno de proyectos y se encargar¨¢ de la orquesta, el coro y el teatro de ¨®pera. 'Estoy entusiasmado ante la idea de ser part¨ªcipe del renacimiento cultural de una ciudad as¨ª. All¨ª recibir¨¦ mucho. Por un lado, la tradici¨®n alemana, desde los tiempos de Bach, que trabaj¨® tanto en ese mismo lugar, hasta Mendelssohn, Schumann, Beethoven, Brahms. Ahondar¨¦ en los grandes rom¨¢nticos, los barrocos y llevar¨¦ mi experiencia con los verdaderos provocadores del siglo XX'.
Y se aproximar¨¢ a Wagner adem¨¢s de aumentar a dos el n¨²mero de ¨®peras que hace al a?o. 'Eso espero, aunque, es curioso, all¨ª prefieren la ¨®pera italiana y concretamente el bel canto, por contraposici¨®n a sus vecinos de Dresde, donde reina la ¨®pera alemana'.
Al aceptar el cargo prosigue con su concepci¨®n de cruce de fuerzas. 'Dirijo dos orquestas dispares, una joven, la Giuseppe Verdi, otra hist¨®rica. Lo hago a prop¨®sito. Busco un equilibrio continuo entre juventud y tradici¨®n', afirma. Contrastes, paradojas que lleven a nuevas experiencias, como la que ha tenido con el estreno del nuevo final de la ¨®pera de Turandot, pieza inacabada de Puccini, compuesto por Luciano Berio y que se estren¨® el pasado a?o en Canarias bajo su batuta. 'Berio, con su propio lenguaje, ha conseguido demostrar que Puccini fue un revolucionario y se acerc¨® a su propio camino musical', asegura Chailly, que ha reivindicado siempre al autor italiano con versiones contundentes de Tosca o La Boh¨¨me, por ejemplo.
Es parecido tambi¨¦n a lo que trata de demostrar con esta gira con la Giuseppe Verdi, 'la primera que hace la orquesta por Europa desde hace 10 a?os, que se cre¨®', cuenta. Chailly demuestra el vigor de sus m¨²sicos con dos programas dispares, uno italiano y uno ruso. 'En el italiano llevamos obras de Martucci y Respighi, y en el ruso, de Mossolov, Rachmaninov y Prok¨®fiev'. El ¨²ltimo lo hizo ayer en Madrid y lo repite en Barcelona: 'Tiene grandes contrastes. Desde La fundici¨®n de acero, de Mossolov, una pieza corta y genial en la que la orquesta reproduce los sonidos de una f¨¢brica, al apocalipsis tardorom¨¢ntico de Rachmaninov y su Concierto para piano n¨²mero 2'. Y finales con swing. Tambi¨¦n hacemos danzas de Respighi y Martucci con influencias rusas, aut¨¦nticos juegos r¨ªtmicos, porque el swing no es un invento americano, ellos tambi¨¦n lo ten¨ªan', asegura.
Babelia
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