M¨¢s modernizaci¨®n
Si me dejara llevar por el ¨ªmpetu de la actualidad, por la vor¨¢gine de lo cotidiano, tendr¨ªa que volver a escribir sobre la II Modernizaci¨®n (s¨®lo teclear dicha expresi¨®n me produce una mezcla de risa floja, de rabia y de desesperanza). Y me niego. Me niego a hacerle el juego a quienes nos toman por tontos, pretendiendo que demos por cerrada la 'I Modernizaci¨®n' (?qu¨¦ fue de ella? ?d¨®nde est¨¢ la rendici¨®n de cuentas de lo que entonces prometieron?, porque, qu¨¦ menos que cerrar la primera fase de algo para poder empezar la segunda, digo yo). Y sobre todo me niego a hablar de lo que algunos quieran, precisamente para que no hablemos de lo que de verdad nos interesa, que coincide con lo que algunos no quieren que hablemos.
Y si quieren que hablemos de modernizar, vamos a hablar, por ejemplo, de modernizar el sistema de ayudas p¨²blicas y subsidios. Ya lo dijo el martes Jordi Pujol: un sistema de ayudas que sigue existiendo a los veinte a?os de su creaci¨®n es que ha fracasado y hay que replante¨¢rselo. Y, dicho sea de paso, no le falta su mijita de raz¨®n, lo que pasa es que eso lo dice Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar o Javier Arenas y desde la Junta los anatemizan, y sin embargo lo dice Pujol, y nadie ha dicho todav¨ªa esta boca es m¨ªa. Por cierto, que se lo ha dicho a Chaves en su casa (Canal Sur), en la visita a la que Chaves ha invitado a Pujol, que tambi¨¦n tiene narices. ?Ya me gustar¨ªa a m¨ª que mi presidente fuera a Catalu?a a decirle a Pujol que ya est¨¢ bien de discriminar a los andaluces porque no hayan nacido en Catalu?a o porque no sepan hablar catal¨¢n! Pero eso es mucho esperar de Chaves...
O tambi¨¦n podemos hablar de modernizar nuestro comportamiento pol¨ªtico, respetando de una vez las exigencias de la ¨¦tica. Porque, por ejemplo, todav¨ªa no he visto ni o¨ªdo a nadie pedir perd¨®n al alcalde de Huelva, Pedro Rodr¨ªguez, por lo que dijeron para hacerle da?o cuando la falsa denuncia en el asunto de Isla Chica. Los dirigentes del PSOE de Huelva, que tanto se ufanaron de haber llevado a Pedro Rodr¨ªguez a los Juzgados, deber¨ªan ahora pedir perd¨®n por haber actuado con tanta, por decirlo de forma suave, falta de escr¨²pulos.
Pero hay silencios que resultan m¨¢s dolorosos que otros. Es especialmente lamentable que quien desde la atalaya de una supuesta intelectualidad, y desde el parapeto de un presumible (y discutible, en vista de c¨®mo lo aplica) conocimiento constitucional, atac¨® con aut¨¦ntica sa?a al alcalde de Huelva. Y me estoy refiriendo a Javier P¨¦rez Royo, que haciendo un uso que a m¨ª me parece ileg¨ªtimo de su 'condici¨®n' de catedr¨¢tico universitario, y nada menos que en Derecho Constitucional, se olvid¨® de sus supuestos conocimientos cient¨ªficos y escribi¨® un art¨ªculo titulado Dimisi¨®n inexcusable, dando a entender que el derecho de Pedro Rodr¨ªguez a la presunci¨®n de inocencia se resent¨ªa por su negativa a hablar del asunto; o sea, que si Pedro Rodr¨ªguez no se autoinculpaba, tendr¨ªamos que presumir que era... inocente, pero menos. Que eso lo diga yo, que sigo siendo un humilde aprendiz de abogado, malo; pero que lo diga P¨¦rez Royo, que firma como catedr¨¢tico de Derecho Constitucional, son ganas de usar torticeramente una posici¨®n que anta?o fue prestigiosa.
Pues lo dijo, y se qued¨® tan pancho; poco menos que tach¨® al alcalde de delincuente, augur¨® su procesamiento por el TSJA (?vaya futuro como pitoniso!) y luego... ni siquiera una disculpa cuando se ha venido abajo toda la patra?a, cuando ha quedado al descubierto que era uno de los actores principales de una campa?a orquestada de desprestigio contra el alcalde de Huelva.
Por cierto, que no es s¨®lo el derecho al honor de Pedro Rodr¨ªguez, de Francisco Moro, de Enrique P¨¦rez Vigueras o de Michael Dumois el que se ha visto vituperado, vilipendiado y pisoteado, aunque a m¨ª me parezca muy perniciosa la teor¨ªa que poco a poco se ha ido formando en los tribunales de que los personajes p¨²blicos (los pol¨ªticos) llevan en el sueldo que de ellos pueda decirse cualquier calumnia, cualquier injuria, y que el calumniador o el injuriador quede sin castigo (doctrina que, por cierto, se ha ido consolidando gracias a la impune verborrea de ilustres socialistas como Alfonso Guerra, Gaspar Zarr¨ªas o Pepe Caballos). Tambi¨¦n se ha visto mancillado, de un modo indirecto, el derecho al honor de las familias de esos pol¨ªticos: ?qui¨¦n presta satisfacci¨®n ahora a las mujeres e hijos de Pedro, de Curro o de Enrique por lo que han tenido que padecer viendo a sus maridos calumniados e injuriados? ?qui¨¦n les compensa los malos ratos que habr¨¢n sufrido durante este a?o largo que ha durado la campa?a de acoso y derribo?
Eso s¨ª que merece una reflexi¨®n profunda; eso s¨ª que justifica una revisi¨®n, desde la ra¨ªz, de la forma de hacer pol¨ªtica que tenemos en Andaluc¨ªa. Eso s¨ª que ser¨ªa una aut¨¦ntica, una verdadera Modernizaci¨®n de Andaluc¨ªa, si de una vez para siempre desterr¨¢ramos de nuestros pol¨ªticos (y de sus resentidos esbirros medi¨¢ticos, aunque se vistan de catedr¨¢ticos) la mentira, la patra?a y la media verdad como instrumentos pol¨ªticos.
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