Aza?a habla de Marruecos
A LA VISTA del repentino aprecio que dicen profesar a la obra de Manuel Aza?a algunos pol¨ªticos contempor¨¢neos que, de leerla, deber¨ªan sentirse aludidos como si les estuviera personalmente dedicada, se impone la conclusi¨®n de que el destino de la labor intelectual del presidente de la Rep¨²blica es el mismo que padeci¨® la de nuestros m¨¢s ilustres heterodoxos: tras superar un largo periodo de ostracismo, en el que la reputaci¨®n del autor sirve de excusa para desterrar cualquier inter¨¦s por sus trabajos, la fama les acomete de un d¨ªa para otro, convirti¨¦ndolos de pronto en cita obligada y referencia literaria de moda. En el camino suele quedarse, sin embargo, lo que sus opiniones tienen de originalidad y de provocaci¨®n, y por eso mismo de estimulante actualidad, como si la admiraci¨®n sobrevenida se les concediese a costa de limarles las aristas, de entender lo que no dicen y convocarlos en apoyo de ideas y actitudes de las que casi con certeza abominar¨ªan.
Tras la edici¨®n de los cuadernos de su diario personal robados en Ginebra durante la guerra civil, reaparece ahora en la editorial Cr¨ªtica Plumas y palabras, una colecci¨®n de ensayos publicada por Aza?a en 1930. En ella incluy¨® algunas de sus mejores p¨¢ginas acerca de la cultura espa?ola, como las que dedica al Idearium de Ganivet, a la Asclepigenia de su admirado Valera o a La Biblia en Espa?a, de George Borrow, de la que ser¨ªa el primer traductor. Pero incluy¨®, adem¨¢s, algunos art¨ªculos de reflexi¨®n pol¨ªtica que corroboran una de las evidencias mejor guardadas de nuestra reciente historia intelectual: a diferencia de lo que sucede con algunos escritores a los que se ha concedido el privilegio de encarnar el pensamiento liberal espa?ol sostengan lo que sostengan, Aza?a no cede en ning¨²n momento a las tentaciones del antiparlamentarismo, no encuentra razones para proponer cirug¨ªas de hierro ni para vulnerar los principios democr¨¢ticos a trav¨¦s de la exaltaci¨®n del pueblo o de las ¨¦lites.
La agudeza de sus an¨¢lisis pol¨ªticos, la inteligente socarroner¨ªa desde la que contempla la realidad anterior al advenimiento de la Rep¨²blica, se hace quiz¨¢ m¨¢s patente en 'Almanzor', uno de los art¨ªculos incluidos en Plumas y palabras, al que los ¨²ltimos avatares de las relaciones de Espa?a con Marruecos parecen haber dotado de una inesperada vigencia: lo que Aza?a afirma en ¨¦l hablando de la guerra de ?frica podr¨ªa hoy sostenerse de la campa?a de Perejil, y de todo lo que ha venido a continuaci¨®n. 'Cre¨ªamos desembocar en el siglo XX', escribe Aza?a, 'y nos vuelven a uno de aquellos que nada tuvieron de dorados, poniendo en armas la frontera contra los moros'. Y retrotra¨ªdos de este modo en el tiempo, no puede resultar extra?o que 'el primer fruto' de esta 'guerra nacional' -poco importa que se trate de la del Rif o la del islote coste?o rescatado al alba- haya sido el de 'restaurar los entes m¨¢s viejos, arrancar del alma a los espa?oles toda una edad, y encenderlos en la misma pasi¨®n que los m¨ªticos guerrilleros de la caverna ast¨²rica'. Aza?a achaca el renacimiento de este anacronismo, de este 'alma del siglo d¨¦cimo', a la influencia de una educaci¨®n 'patra?osa' que, al mismo tiempo que consagra como verdad hist¨®rica la Reconquista -en realidad un 'concepto pol¨ªtico' establecido por 'la propaganda del plan cristiano' acerca de la Pen¨ªnsula-, 'tolera algunos deslices a la imaginaci¨®n' del 'espa?ol mediano'. Entre ellos, desquitarse de 'la aridez de su monogamia fingi¨¦ndose la lascivia de los harenes'.
Por descontado, la denuncia del renacer de los rancios prejuicios contra el moro con motivo de cualquier tensi¨®n no significa que Aza?a reivindique la imagen id¨ªlica del orientalismo rom¨¢ntico. Vencido por el mismo hast¨ªo que le provoca la representaci¨®n del 'fan¨¢tico islamita', implora 'no m¨¢s almalafas ni almaizares, ni marlotas y alquileces; no m¨¢s sultanas sensuales, ni m¨¢s Leilas de ojazos profundos'. De lo que se trata es, por el contrario, de concebir la pol¨ªtica hacia Marruecos como un asunto que concierne a dos pa¨ªses contiguos, no como respuesta a ning¨²n 'enemigo hereditario'. Exactamente el proceder inverso al seguido por algunos de los repentinos admiradores actuales de Aza?a.
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