Prisioneros
Sostuvo Ibarretxe en su proclama de libre asociaci¨®n ante el Parlamento vasco que se siente emparedado entre una doble provocaci¨®n que le impele a manifestarse como lo hace: la de ETA y la de Aznar. Pero esto es una falacia, pues contra el vicio provocador est¨¢ la virtud de no dejarse provocar. Es verdad que el campeador Aznar ha venido provocando al lehendakari para que se eche al monte. Pero ¨¦ste podr¨ªa haber demostrado mayor inteligencia, sin caer en la trampa perdiendo los papeles. En el resto de Espa?a fuimos muchos quienes confiamos en que sabr¨ªa gestionar responsablemente la mayor¨ªa de votos que obtuvo en mayo de 2001. Pero no ha sido as¨ª, pues su torpeza pol¨ªtica le ha conducido a meterse en un callej¨®n sin salida. Su propuesta de cosoberan¨ªa unilateral no tiene pies ni cabeza, pues la libre asociaci¨®n s¨®lo puede obtenerse por consenso, como sucede en confederaciones como la Uni¨®n Europea, donde todos sus miembros disponen de derecho al veto. El consentimiento no se impone por decreto, pues quien ofrece libre asociaci¨®n debe reconocer derecho de veto a los candidatos con quienes pretende asociarse.
Pero pasemos al otro lado del espejo y contemplemos el reflejo sim¨¦trico que ofrece Aznar de esta estrategia suicida de autodestrucci¨®n mutua. Tambi¨¦n el presidente espa?ol afirma actuar en leg¨ªtima defensa, respondiendo las provocaciones nacionalistas. De este modo ambos mandatarios, tanto monta uno como otro, se han encerrado solitos en un c¨ªrculo vicioso que les obliga a devolver con creces golpe por golpe, mientras somos nosotros, sus indefensos electores, quienes pagamos el pato de esta partida macabra. Es la estrategia de toma y daca (o tit for tat) que Axelrod analiz¨® en el dilema de los prisioneros, el m¨¢s famoso modelo de teor¨ªa de juegos donde ambos adversarios se encierran en una espiral de conflictividad, con venganzas a la siciliana que van escalando inexorablemente la conflictividad acumulada.
?Cu¨¢l ser¨¢, por tanto, la pr¨®xima jugada de Aznar, a quien ahora le toca el turno de mover ficha en este tablero sim¨¦tricamente emplazado a un a?o vista, cuando venza tanto la provocaci¨®n de Ibarretxe como la sucesi¨®n de Aznar? ?La activaci¨®n constitucional del estado de excepci¨®n? ?O la retirada forzosa de su propuesta de retirada electoral? El coro de c¨¢mara le susurra a Aznar que no debe retirarse ahora, pues la magnitud del desaf¨ªo nacionalista hace m¨¢s necesaria que nunca la firmeza que s¨®lo ¨¦l ha sabido demostrar. Pero esta forma de ver las cosas puede llevarnos precisamente a conclusiones opuestas: Aznar debe retirarse ya, y designar cuanto antes a su sucesor, para que esta espiral de conflictividad no escale otro pelda?o m¨¢s. Pues si la firmeza aznarista contin¨²a provocando a los nacionalistas, la mayor¨ªa del electorado vasco terminar¨¢ por convertirse en independentista.
La ¨²nica forma de romper el c¨ªrculo vicioso en que se han encerrado Aznar e Ibarretxe ser¨ªa que ambos se vayan cuanto antes a casa. Hace falta no s¨®lo que los electores vascos echen a este lehendakari que tan suicidamente defiende sus intereses, sino que adem¨¢s hace falta tambi¨¦n que los electores espa?oles saquen a Aznar del poder, poniendo en su lugar a cualquiera capaz de resolver los m¨²ltiples entuertos (Euskadi, Marruecos, etc¨¦tera) en que nos ha metido la irresponsabilidad del inquilino accidental de La Moncloa. Pero como esto parece f¨¢cil de conseguir, el aut¨¦ntico problema es echar a Ibarretxe de Ajuria Enea. Para parar el aventurerismo del lehendakari, es preciso lograr el vaciamiento electoral del PNV por su flanco moderado, a fin de compensar con creces el trasvase de votos radicales que recibir¨¢ tras el vaciamiento de Batasuna. Pero si prosigue el frentismo antivasco promovido por Aznar, ning¨²n votante del PNV desertar¨¢, y hasta es posible que el voto independentista crezca, pese a todas las absurdas torpezas que cometa el imprudente Ibarretxe. Por lo tanto, parece llegada la hora de disociar el frente PP-PSE, a fin de que los electores moderados del PNV encuentren candidaturas m¨¢s razonables.
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