Andaluc¨ªa no est¨¢ en la sociedad de la informaci¨®n... a¨²n
La reciente presentaci¨®n del Informe sobre Andaluc¨ªa ante la Sociedad de la Informaci¨®n, realizado por el Instituto de Desarrollo Regional para el Consejo Econ¨®mico y Social de Andaluc¨ªa (CES) ha levantado un cierto revuelo porque los medios de comunicaci¨®n han puesto especialmente de relieve una de las conclusiones principales del estudio, a saber : Andaluc¨ªa no est¨¢ en la sociedad de la informaci¨®n (aunque la sociedad de la informaci¨®n s¨ª est¨¦ en Andaluc¨ªa).
En realidad, dada la posici¨®n relativa de Andaluc¨ªa, tanto en sentido econ¨®mico como social, dentro del grupo de pa¨ªses del que formamos parte, dif¨ªcilmente podr¨ªa ser de otro modo. Pero es que tampoco lo est¨¢n por completo ninguno de los pa¨ªses de dicho contexto (y, por supuesto, no lo est¨¢ en absoluto el resto de los pa¨ªses del globo). El lamento de los medios puede deberse al abuso de la vieja receta period¨ªstica de no permitir que la realidad arruine un buen titular, a la proverbial tendencia andaluza a la flagelaci¨®n y la autodisciplina o, simple y llanamente, a que los autores del trabajo no hemos sabido resumir y presentar adecuadamente los resultados de nuestra investigaci¨®n.
Los firmantes hemos dirigido el trabajo en cuesti¨®n y, en las l¨ªneas que siguen, vamos a ocuparnos del tercer asunto que es del que pudi¨¦ramos ser m¨¢s responsables. La dificultad inicial a la que nos enfrentamos fue la de la propia definici¨®n del concepto de 'sociedad de la informaci¨®n'. La literatura cient¨ªfica especializada a¨²n no tiene acu?ado el concepto, entre otras cosas, por lo reciente del fen¨®meno (pi¨¦nsese que el uso de Internet comienza a generalizarse en 1995) de modo que decidimos utilizar una definici¨®n de trabajo que pudiera servirnos como referente para nuestro caso.
Hemos entendido que la sociedad de la informaci¨®n es aquella en la que sus miembros utilizan de manera habitual, generalizada e inconsciente las TIC oTecnolog¨ªas de la Informaci¨®n y las Comunicaciones (tel¨¦fonos m¨®viles, ordenadores personales, faxes, correos electr¨®nicos, televisi¨®n interactiva y, muy especialmente, Internet). Y hemos comprobado que ese no es, en absoluto, el caso de la sociedad andaluza (ni, salvadas las distancias, de casi ninguna otra sociedad).
As¨ª entendida, la sociedad de la informaci¨®n es, entre otras cosas, consecuencia de haber alcanzado un determinado nivel de desarrollo econ¨®mico, de haber llegado a un cierto estadio del proceso de cambio social, en el que los ciudadanos, las administraciones p¨²blicas y las empresas usan tambi¨¦n de manera generalizada e intencional las TIC. Estas ¨²ltimas se sirven de ellas para organizar y gestionar todo su proceso productivo porque tener una p¨¢gina web o, simplemente, usar el ordenador para llevar la contabilidad, no es estar en la Nueva Econom¨ªa ni en la Sociedad de la Informaci¨®n. La revoluci¨®n industrial de nuestro tiempo consiste en plantear las estrategias empresariales a escala planetaria, comprando factores, vendiendo productos, contratando mano de obra, subcontratando parte de la producci¨®n, prestando servicios post-venta, ali¨¢ndose con otras empresas, etc. etc. y utilizando, para todo ello, Internet. La medida en que eso ocurre en Andaluc¨ªa es muy reducida. Lo es en el caso de las empresas, en el de las administraciones p¨²blicas y en el de las familias (como acaba de demostrar el excelente trabajo del profesor Perez Yruela).
A¨²n pareci¨¦ndonos muy importante saber con la mayor exactitud posible lo que pasa en Andaluc¨ªa (hemos dedicado un a?o y medio a averiguarlo, hemos revisado la literatura disponible, hemos hecho encuestas, nos hemos reunido con empresarios, hemos discutido con expertos y profesionales) todav¨ªa nos lo parece m¨¢s llamar la atenci¨®n de la sociedad sobre lo que puede pasar. Y el asunto no es balad¨ª porque la Sociedad de la Informaci¨®n no es el para¨ªso. Como todo gran cambio socioecon¨®mico este tambi¨¦n entra?a riesgos (concentraci¨®n del poder, inestabilidad, precarizaci¨®n, acentuaci¨®n de desequilibrios, marginaci¨®n, brecha digital, anomia) por lo que debemos intentar controlar, en la medida de nuestras fuerzas, la inevitable y deseable transici¨®n hacia el nuevo modo de producir y de vivir.
En opini¨®n de los autores del trabajo, el consejo, econ¨®mico y social m¨¢s importante, que el CES puede dar a Andaluc¨ªa, si hace suyo nuestro dictamen, es precisamente la toma de conciencia de la trascendencia e implicaciones de este proceso de cambio que ya ha comenzado. Hemos comprobado que la dotaci¨®n de medios f¨ªsicos, de infraestructuras de TIC, en las familias, en las administraciones p¨²blicas y en las empresas andaluzas, no es peor que la de otros espacios de nuestro entorno. Ni tampoco lo es la de nuestro capital humano, que tiene la aptitud necesaria. El problema puede ser el de la actitud. Es decir, el de la escasa predisposici¨®n al cambio y a la gesti¨®n del cambio. La modernizaci¨®n de Andaluc¨ªa es un asunto de un profundo calado cultural y pasa por evitar que la Sociedad de la Informaci¨®n 'nos suceda'. Debi¨¦ramos debatir colectivamente la forma en que queremos hacer la transici¨®n hacia esa nueva sociedad. Debatir sobre qu¨¦, c¨®mo y para quien va a producir la econom¨ªa andaluza en los pr¨®ximos veinte a?os. Y debatir, tambi¨¦n, sobre c¨®mo queremos que sea la sociedad resultante, sobre los t¨¦rminos del nuevo contrato social que habremos de firmar para repartir equitativamente los beneficios y los costes de una sociedad m¨¢s participativa, m¨¢s justa, m¨¢s libre y m¨¢s responsable.
Cecilia Casta?o y Carlos Rom¨¢n son miembros del Instituto de Desarrollo Regional.
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