Rosita
Hace unos d¨ªas me anunciaron que Rosita, la conserje del instituto donde dej¨¦ los mejores a?os de mi adolescencia, se jubilaba este mismo octubre. Son cosas que suceden muy a menudo y, desde luego, no levantan titulares en los medios ni alimentan columnas de opini¨®n. Pero resulta que el caso de Rosita, por muy com¨²n que parezca, tiene perfiles paradigm¨¢ticos, apela a razones tan sagradas como la memoria ¨ªntima y, adem¨¢s, es aplicable a cualquier mortal que goce de pasado y lo enaltezca con orgullo si las circunstancias lo exigen. A ello me refiero y, desde luego, si de algo puedo jactarme es precisamente de que, entre los recuerdos m¨¢s puros de mi paso por el Figueras Pacheco, el de Rosita es abrumador e insustituible. Ocurri¨® all¨¢ por el 78. Mi llegada a aquel instituto fue m¨¢s o menos ca¨®tica. No encontraba mi aula y acab¨¦ perdido en aquel trasiego de alumnos resabiados que me miraban como a un intruso f¨¢cil de abatir. Fue entonces, en aquel tortuoso laberinto, cuando vislumbr¨¦ la figura redentora y delgada de Rosita. Recuerdo mi gesto compungido, su mano sobre mi hombro, su aire locuaz encaminando mis pasos hacia la clase que me correspond¨ªa y, sobre todo, aquellas palabras suyas que cayeron sobre m¨ª como un mar amable, como una lluvia de confianza dif¨ªcil de ahuyentar de la memoria. Despu¨¦s llegaron los d¨ªas, el repertorio docente de aquel tiempo, los compa?eros que debutaron conmigo y que crecieron a mi lado para marcharse luego, como yo, en busca de un mundo menos generoso. Sin embargo, ella, Rosita, que fue en ese tiempo mi centinela feliz, no se march¨® con las cosas. Cada a?o, cuando vuelvo por el viejo instituto, ella me espera como una Pen¨¦lope varada en su roca vig¨ªa, en el reino de esa conserjer¨ªa desde la que otea mi llegada y me recibe con la complacencia del abrazo.
Hace unos d¨ªas me anunciaron que se jubilaba. Ma?ana es su despedida y pienso estar all¨ª. Melancol¨ªas aparte, el esp¨ªritu asustadizo y d¨¦bil de ese muchacho que a¨²n deambula por los pasillos del Figueras buscando a Rosita vendr¨¢ sin avisar. Son cosas que ocurren y hay que estar prevenido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.