Nidito de amor
Lunes: resulta estimulante empezar la semana con una reuni¨®n de alto nivel. Trepo al ¨²ltimo piso del hotel Arts sumamente intrigado. ?Qu¨¦ querr¨¢ consultarme esta vez el enviado de Kofi Annan? El ascensor sube y sube y de pronto veo a un tipo muy guapo en el espejo. ?Jolines, si soy yo! La cosa promete. Vuelvo a mirar y no, ya no parezco el gal¨¢n maduro de hace unos segundos. Por suerte viajo solo, porque las poses grotescas que despliego buscando la imagen huidiza de ese tipo pint¨®n no son compatibles con lo que se espera de un asesor de Kofi. Cuanto m¨¢s miro menos guapo me encuentro. ?Ya est¨¢! La belleza exist¨ªa mientras era un hombre distra¨ªdo que sub¨ªa pensando en la dif¨ªcil situaci¨®n mundial. En cuanto me convert¨ª en un narcicista ansioso e inseguro, dej¨¦ de ser guapo. 'La belleza no se busca, se encuentra'. Se lo solt¨¦ al enviado de Kofi en cuanto se present¨® la oportunidad.
Miro al Camp Nou de reojo, como vigilando a un monstruo que podr¨ªa eructar un viento ardiente en cualquier momento
Martes: supongo que todo el mundo entiende que no puedo revelar el contenido de la reuni¨®n de ayer. Hoy soy un simple reportero, como Clark Kent. Salgo a recorrer la ciudad en bicicleta, buscando historias palpitantes para contar a mis conciudadanos. Vivo en Barcelona, una ciudad surcada por un buen n¨²mero de carriles-bici. Una ciudad con un sector -el Gayxample- en el que viven y trabajan un mogoll¨®n de homosexuales de sexo masculino. ?Tienen un barrio las lesbianas? Habr¨¢ que investigarlo. De momento me apeo de mi Cannondale azul marino y entro en una tienda de ropa. Calzo zapatos de potro verde de Toni Mir¨®, pantalones a cuadros azules y blancos de Dolce y Gabanna, camisa blanca de Issey Miyake y perfume del mismo dise?ador. El encargado, un pelirrojo mon¨ªsimo con una melena que parte con la pana, me mira de arriba abajo y me sonr¨ªe. '?Te puedo ayudar en algo?'. Le confieso mi misi¨®n y el t¨ªo me lo cuenta todo con pelos y se?ales. ?Y no es nada! O sea nada de nada: no hay noticia. Ni una an¨¦cdota, ni un incidente, ni una agresi¨®n, ni una incomprensi¨®n, ni un esc¨¢ndalo. Parte de la comunidad gay / hombre se concentra entre Gran Via, Arag¨®, Villarroel y Balmes, y eso es todo. Lo que resulta malo para el periodista es bueno para el resto de los ciudadanos. Dejar¨¦ que la realidad arruine una noticia interesante.
Mi¨¦rcoles: recibo cartas de un amigo argentino que es periodista y vive en California y de otro amigo argentino que es baterista y vive en Oslo. Ambos nombran a los Beach Boys. ?Una simple casualidad? ?No ser¨¢ una se?al del destino? En ese caso, ?qu¨¦ demonios podr¨ªa significar? Si me lo preguntaran Kofi o su enviado especial, improvisar¨ªa una respuesta enigm¨¢tica y resultona, pero estoy solo en casa y no s¨¦ qu¨¦ pensar. Si llegara Maite le pedir¨ªa ayuda: es fil¨®sofa amateur, siempre lo sabe todo. Pongo Pet sounds e intento abrir las puertas de la percepci¨®n a ver si recibo ondas c¨®smicas o algo.
Jueves: la poblaci¨®n de argentinos en Catalu?a ha pasado de 10.000 a 20.000 individuos en pocos meses. Mi viejo amigo Luis est¨¢ de vuelta. Se vino en 1976. Fund¨® la editorial Dilema. Conoci¨® a una francesa en el Z¨²rich. Se fue con ella a Par¨ªs. Cuando se restableci¨® la democracia, cometi¨® el error de volver a su Buenos Aires querido. Se especializ¨® en la reproducci¨®n de camaleones, que por lo visto no son muy proclives a copular en cautividad. Luis sabe convencerlos. Ahora est¨¢ de vuelta. Es un naturalista eminente que busca trabajo. Juntos recorremos los escenarios de nuestras correr¨ªas barcelonesas y encajamos como podemos el v¨¦rtigo del paso del tiempo.
Viernes: nos mudamos a Les Corts, justo enfrente del Camp Nou. Maite es fil¨®sofa, yo asesor secreto de Kofi; nos gusta un buen partido de f¨²tbol de vez en cuando, pero nos horroriza todo lo dem¨¢s. ?Habremos cometido un error? ?Moriremos pisoteados por las hordas futboleras? ?Ser¨¢n cul¨¦s la verdulera y el inform¨¢tico, la farmac¨¦utica y el mec¨¢nico? ?Nos habremos autoabducido a un planeta blaugrana de encefalograma plano? ?El domingo hay partido!
S¨¢bado: desempaquetamos mis discos y sus libros de Kant y Heidegger en un clima de tensi¨®n apenas disimulada. Pl¨²mbeos presagios enrarecen el ambiente. Hablamos lo justo, solamente tecnicismos del d¨ªa despu¨¦s de la mudanza. Miro al Camp Nou de reojo, como vigilando a un monstruo que podr¨ªa eructar un viento ardiente en cualquier momento.
Domingo: el d¨ªa D. Ya est¨¢n instalados los tenderetes de banderines. Algunos miembros de la avanzadilla hooliganista, enfundados en absurdas camisetas del Bar?a, beben cerveza en la puerta de los bares. Maite y yo permanecemos en silencio en el balc¨®n, tomados de la mano, esperando el Apocalipsis. Hacia la ca¨ªda del sol empieza el desfile de aficionados. Me recuerdan a la migraci¨®n de los ?¨²es, en la sabana africana. Entran, gritan, salen. Se van. ?No ha pasado nada! Abrazo a Maite y le digo: '?ste ser¨¢ nuestro nidito de amor, darling'. Se levanta un viento fresco. Docenas de bolsas de pl¨¢stico, abandonadas por la horda futbolera, bailan una danza de bienvenida en el aire.
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