?La Vaguada es nuestra?
La autora recuerda que, en la etapa predemocr¨¢tica, la gestaci¨®n de La Vaguada fue un ejemplo de negociaci¨®n que habr¨ªa que haber retomado en su pol¨¦mica reforma.
Qu¨¦ paradojas tiene la vida. De nuevo, reivindicando que La Vaguada es nuestra. Entonces, all¨¢ por el a?o 1976, los vecinos y vecinas del barrio del Pilar nos movilizamos en defensa del uso como dotaci¨®n p¨²blica del ¨²nico espacio libre que ten¨ªa este barrio: La Vaguada. Ese lema fue capaz de sintetizar el sentimiento, la reivindicaci¨®n, la voluntad y, finalmente, la conquista de uno de los movimientos vecinales madrile?os m¨¢s importantes del final del franquismo y los inicios de la transici¨®n democr¨¢tica.
Aquella movilizaci¨®n fren¨® un proyecto urban¨ªstico agresivo y especulador y concluy¨® en un acuerdo que permiti¨® una mayor armon¨ªa de los intereses empresariales con los vecinales: se ampliaron zonas verdes y dotaciones p¨²blicas no previstas inicialmente, se limit¨® el espacio dedicado al comercio y se construy¨® el nuevo centro comercial con unas caracter¨ªsticas arquitect¨®nicas respetuosas y amigables con el entorno en el que se ubica.
El Ayuntamiento les ha concedido cinco licencias de obras entre febrero y julio de 2002
En este contexto no fue una casualidad que se responsabilizara a C¨¦sar Manrique del concepto y dise?o de este edificio. Este escultor del paisaje, este configurador de espacios, reconocido internacionalmente por sus especiales cualidades para armonizar e integrar ¨¢mbitos, para ofrecer equilibrios -no s¨®lo entre los elementos f¨ªsicos, sino de ¨¦stos con las necesidades sociales a las que atienden-, fue el encargado de materializar un acuerdo social entre el movimiento ciudadano, el propietario de un suelo y las autoridades p¨²blicas, creando un hito arquitect¨®nico que fue la expresi¨®n pl¨¢stica del sentir ciudadano, la plasmaci¨®n art¨ªstica del consenso, del pacto de convivencia entre intereses contrapuestos que hoy se pretende dinamitar con unas agresivas y estridentes obras de reforma, autorizadas irresponsablemente por el Partido Popular.
Si se tiene en cuenta que adem¨¢s ese peculiar edificio servir¨ªa como centro comercial en un momento en que comienza en Madrid el desarrollo de las grandes superficies, se resalta su valor arquitect¨®nico frente a la banalidad espacial de los hipermercados, convirti¨¦ndose en una pieza ¨²nica, singular, que conjuga belleza y funcionalidad y que hoy est¨¢ ya incorporada visualmente al perfil de la zona. Pues bien, ha llegado el momento de su transformaci¨®n: alega el propietario motivos de modernizaci¨®n y acomodaci¨®n a los 'nuevos gustos' de sus clientes para plantear cambios tanto en el exterior como en el interior del centro.
El Ayuntamiento, por su parte, dice que, cumpliendo la legalidad vigente, no puede oponerse, porque, en primer lugar, no es un edificio catalogable como bien protegido; en segundo lugar, es muy dudoso que puedan protegerse elementos interiores de un edificio moderno que adem¨¢s son cuestionables como elementos decorativos, y, en tercer lugar, que el edificio tiene un due?o, el cual puede hacer lo que quiera siempre que respete las normas legales existentes.
En este sentido, el Ayuntamiento ha concedido cinco licencias de obras y una de tala de ¨¢rboles entre los meses de febrero y julio de 2002. Seguramente esta parcelaci¨®n de actuaciones (por supuesto, legal) ha impedido que las autoridades competentes apreciasen el alcance que ten¨ªan en su conjunto, y quiz¨¢ la valoraci¨®n hubiera sido otra si las solicitudes de obras se hubieran tramitado en una licencia ¨²nica (igualmente legal) o el propietario hubiese solicitado en un ¨²nico acto todas las obras de modificaci¨®n del centro. ?Piller¨ªa? ?Coartada? ?Azar?
Conocedora accidental de las reformas emprendidas en el centro La Vaguada, la Fundaci¨®n C¨¦sar Manrique, primero, pregunt¨® en qu¨¦ consist¨ªan a Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento y, tras la ambigua e inconcreta contestaci¨®n, se person¨® para conocerlas in situ. Envi¨® a los medios de comunicaci¨®n un lamento y una queja, exponiendo claramente que la reforma destru¨ªa parcialmente el conjunto y supon¨ªa 'una regresi¨®n en el valor social de la obra' que acabar¨ªa con el car¨¢cter artesanal y humano del centro. Pero Manrique realiz¨® un todo coherente, una construcci¨®n que responde a una filosof¨ªa urbana definida y que se cuid¨® hasta su menor detalle; por eso, una destrucci¨®n parcial implica una ruptura de la unidad.
De los elementos art¨ªsticos de La Vaguada s¨®lo se mantendr¨¢n las velas como cartel de reclamo publicitario reconocible a gran distancia, pero se habr¨¢ roto su valor arquitect¨®nico. Las cosas podr¨ªan haberse hecho de otra manera: la propiedad podr¨ªa haberse dirigido a la Fundaci¨®n C¨¦sar Manrique para darle a conocer sus necesidades y c¨®mo se propone atenderlas; o, en la siguiente instancia, las propias autoridades municipales podr¨ªan haber alentado la negociaci¨®n entre las partes, recuperando as¨ª el esp¨ªritu que anid¨® en el proyecto original: integrar intereses y valores, cohesionar barrios distintos, obtener la aceptaci¨®n ciudadana.
Pero quiz¨¢ hoy en Madrid no funciona el sentido com¨²n, el amor por lo singular que caracteriza una ciudad, el respeto por la participaci¨®n y cooperaci¨®n ciudadana, la protecci¨®n de edificios ligados a la historia de la ciudad, antigua o reciente, sino el mercantilismo, la estandarizaci¨®n, incluso la usura.
Hay que pararlos. En plena etapa predemocr¨¢tica, la gestaci¨®n y ejecuci¨®n de La Vaguada constituy¨® el primer ejemplo de negociaci¨®n y acuerdo con la ciudadan¨ªa. Ahora, de un plumazo, el Partido Popular, con su desprecio ol¨ªmpico por la participaci¨®n ciudadana, nos pretende desplazar, en esto tambi¨¦n, a los peores momentos de aquellos tiempos, cuando la gesti¨®n de los bienes p¨²blicos estaba dominada por los intereses econ¨®micos privados y por el ordeno y mando de una Administraci¨®n a su servicio. Un cuarto de siglo despu¨¦s, aqu¨ª tenemos que estar de nuevo para reivindicar colectivamente que La Vaguada es nuestra.
Marta Rodr¨ªguez-Tarduchy es concejal socialista del Ayuntamiento de Madrid. rtarduchy@munimadrid.es
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