Tregua en la batalla de Medell¨ªn
Los vecinos de los barrios marginales controlados por la guerrilla aplauden la acci¨®n del Ej¨¦rcito contra las milicias
La calma volvi¨® ayer a la Comuna 13 de Medell¨ªn, tres d¨ªas despu¨¦s de iniciada la Operaci¨®n Ori¨®n, con la cual se pretende recuperar esta zona en disputa entre guerrilla y paramilitares. 'Los tenemos cercados', dijo un teniente que dirige el primer ret¨¦n en la falda de la loma donde cuelgan los cuatro barrios donde se concentra el operativo y donde son fuertes las guerrillas. En medio de la tensi¨®n, una explosi¨®n provoc¨® cuatro heridos en la puerta de un gimnasio de la ciudad.
'La parte media ya la tenemos controlada y las fuerzas especiales est¨¢n bajando para cerrar el cerco'. Siguen, sin embargo, en alerta. 'All¨¢ arriba hay hombres con M-60 [rifles de asalto]', indic¨® el oficial. Ayer, el transporte a la parte alta de la ciudad se normaliz¨® y, salvo la requisa de rigor, se pod¨ªa circular . 'Las cosas pueden estallar de nuevo', advierte.
La carretera sube a los barrios altos de las afueras de Medell¨ªn en medio de curvas y recovecos de los que se desprenden escaleras, a manera de callejones, formando un intrincado laberinto. All¨ª empezaron a tomar fuerza, hace l0 a?os, las milicias de los Comandos Armados del Pueblo y el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN). Este a?o, cuando en la loma vecina se instalaron los paramilitares dispuestos a desplazarlos, llegaron las FARC dispuestas a apoyarlos.
Estos grupos act¨²an juntos, pero, seg¨²n los que conocen este intrincado conflicto urbano, son muy distintos. 'CAP y ELN tratan de ganarse a la gente. Las FARC act¨²an como un ej¨¦rcito de ocupaci¨®n, obligan a la gente a encubrirlos, a hacer caletas en sus casas', indican las fuentes. Los testimonios sobre los atropellos que han cometido los guerrilleros, son muchos: 'A las dos de la ma?ana llegaron tres guerrilleros a mi casa. Entraron a dar ¨®rdenes: 'Desp¨¦jenos la cama, que vamos a dormir; saque a su mujer, a las siete debe estar listo el desayuno', cont¨® a este peri¨®dico un hombre de mediana edad, uno de los desterrados de este conflicto.
Se fue a un lugar m¨¢s seguro, cinco cuadras abajo, y all¨ª, en uno de los cotidianos tiroteos del ¨²ltimo a?o, result¨® herida su sobrina. 'Qued¨® inservible', dice el hombre. La bala destruy¨® la matriz de la joven, de 15 a?os. Por esto el analista consultado por este diario no duda en afirmar: 'A las FARC no les importa la gente; si se ven cercados se van; las otras milicias prefieren morir'. Como todos los que viven en zonas rojas, prefiere no dar su nombre.
A las FARC se les culpa tambi¨¦n de los secuestros express. Tres de las v¨ªctimas de esta modalidad -retenciones cortas, sumas relativamente modestas de rescate-, han sido liberadas en la Operaci¨®n Ori¨®n. Las autoridades reconocen que los informantes han sido la clave. Son muchachos con el rostro cubierto con pasamonta?as negros, vestidos de camuflaje, que van orientando los registros.
El viernes al mediod¨ªa la gente volvi¨® a caminar tranquila por algunas calles del sector. 'Se demoraron en actuar, dejaron tomar mucha ventaja al problema', dice una abuela que camina con sus nietos. Es maestra de una escuela de arriba. 'Los milicianos se meten en eso por la pobreza; me lo dicen ellos mismos; muchos son mis alumnos'. En estos barrios pobres el desempleo llega al 60%.
'Vamos a ver hasta cu¨¢ndo nos dura esta felicidad', dice una habitante del barrio El Coraz¨®n. Es el ¨²ltimo, arriba, al lado sur de la comuna. M¨¢s all¨¢ est¨¢n los paras. 'No hemos visto a esa gente estos d¨ªas, y los soldados no se han metido por all¨¢'. 'Es una maravilla vivir en paz', remata.
Territorio 'para'
Una quebrada que baja por el arroyo que separa una loma de la otra marca al norte el territorio, donde empieza el poder de los paramilitares, que se extiende cerros atr¨¢s, en una zona rural de la ciudad, y se extiende tambi¨¦n al sur, formando una tenaza. 'Aqu¨ª se dan las plomaceras [tiroteos]', dice una campesina que regresa a casa en un microb¨²s que cubre la ruta empinada que lleva a San Crist¨®bal. 'Hay mucha confusi¨®n; muchos mandan', dice. Y pregunta: 'Esos de verde que nos pidieron los papeles all¨¢ abajo, ?de qu¨¦ lado son?'. Se refiere al Ej¨¦rcito.Los paras llegaron en noviembre pasado y tienen sus campamentos cerca del oleoducto. Viven de robar gasolina. Andan como Pedro por su casa por las calles de San Crist¨®bal, a veces de paisano, a veces con sus brazaletes. Los asesinatos selectivos se triplicaron desde su llegada. Dos caminos bajan de este caser¨ªo a Medell¨ªn. Uno, el que da a la Comuna 13, es de los paras. El otro, que baja por la Comuna 7, es de los milicianos de la guerrilla. Los transportistas pagan impuestos a unos y a otros. Los del lado de la guerrilla ya no pueden subir a San Crist¨®bal, ni siquiera a enterrar a sus muertos, como era costumbre. Al que sube lo tumban.La pregunta que ronda es: ?cu¨¢ndo empezar¨¢n los operativos contra estos grupos que controlan m¨¢s del 70% de la ciudad? Hace tres meses, los dos bloques de esta organizaci¨®n de ultraderecha se pelearon. El llamado bloque Nutibara, cercano al negocio del narcotr¨¢fico, y el bloque Metro se est¨¢n enfrentando en la ciudad.'Esto se va a poner muy feo', predice un vecino. Lo m¨¢s grave, lo saben todos en Medell¨ªn, es que las 600 bandas de delincuencia de la ciudad se han unido a uno u otro bando en la lucha, aunque la mayor parte se han aliado con los paras. Unos han sido sometidos por las armas. Otros se han vendido al mejor postor.
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