Las castas del surf
S¨®lo una minor¨ªa entre la ¨¦lite mundial de la especialidad puede disfrutar de contratos millonarios
Santiago Aguirresarobe est¨¢ exhausto de surf, y eso que nunca le ha dado por montarse en equilibrio sobre una tabla. 'S¨®lo he dormido tres horas en dos d¨ªas', cuenta p¨¢lido tras la barra del bar Akeita que regenta en Mundaka. A 50 metros calle abajo de la puerta de su establecimiento, los mejores surfistas del mundo se preparan para competir.
Es lunes, un lunes de resaca, y apenas queda el eco de los espectadores que el fin de semana han abarrotado el mirador sobre las olas y el bar de Aguirresarobe. 'Ha sido una locura. Me las daban por todos los lados, y encima, atendiendo solo el negocio. Pero bueno, son d¨ªas grandes cuando llega el campeonato de Mundaka, casi como cuando son fiestas del pueblo', se consuela.
El bar est¨¢ ahora vac¨ªo, como la grada montada por la organizaci¨®n. Una veintena de curiosos, franceses en su mayor¨ªa, destacan aqu¨ª y all¨¢, p¨²blico incondicional de una prueba que va camino de su desenlace, un final de funci¨®n mucho m¨¢s an¨®nimo de lo que el pedigr¨ª de los participantes auguraba. Los d¨ªas de labor son as¨ª de crueles y el glamour de los inscritos s¨®lo llena los fines de semana.
Eduardo Lekumberri, desentona vestido de oficina en la zona reservada a competidores y medios de comunicaci¨®n. La moda en este mundillo ha prescindido de melenas oxigenadas, o de melenas a secas. Sitio para los tatuajes, piercings y, sobre todo, los gorritos de lana combinados con el ba?ador. Lekumberri, corbata o no, es miembro del club de surf de Mundaka y echa una mano a los organizadores del Billabong Pro de Mundaka, se lleva de paseo en barco a los periodistas gr¨¢ficos, les acerca hasta los competidores, que vigilan la formaci¨®n de la famosa barra izquierda, una ola de entre dos y tres metros de alto que puede llegar a extenderse 300 metros. No hay otra igual en Europa. Ni otra m¨¢s caprichosa. Por eso Mundaka figura entre las 11 paradas del Mundial de la especialidad.
Mi¨¦rcoles. Sin olas a la vista. La mar, serena, y el mirador, desierto. S¨®lo quedan ocho participantes, casi todos recluidos en el hotel anexo o, como el brasile?o Neco Padaratz, vigilando la m¨ªnima alteraci¨®n del agua en el horizonte. Nada. Padaratz (26 a?os), ocupa el puesto 31 en la clasificaci¨®n mundial y no es precisamente rico. 'Mi hermano [tambi¨¦n compite en Mundaka] me ha abierto mucho el camino y ahora tengo un patrocinador para poder viajar muchos meses. No hay otra forma de hacerlo, salvo si uno es hijo de pap¨¢, lo que no es mi caso. Pero tengo que administrar muy bien lo que gano, porque con tanto viaje es f¨¢cil caer en el descontrol', reconoce.
Cada surfista cobra 3.000 euros de la organizaci¨®n, cifra que los ¨²ltimos de la tabla encuentran m¨¢s bien modesta. 'Algunos pasan estrecheces, me consta', dice uno de los organizadores. No es ¨¦se el caso de los seis o siete surfistas que cotizan alto, varios de ellos bajo contratos millonarios. En este grupo destaca Kelly Slater, estrella de la serie televisiva Los vigilantes de la playa, modelo y, sobre todo, seis veces campe¨®n del mundo de surf. 'Nos llevamos bien los modestos con las estrellas, pero podr¨ªamos llevarnos mejor si los buenos ense?asen su t¨¦cnica a los reci¨¦n llegados al circuito. Las citas ser¨ªan m¨¢s competitivas', considera Padaratz. Con todo, seguir¨ªan compitiendo muchos d¨ªas en el m¨¢s hondo anonimato.
Prepararse sin olas
Eneko Acero, uno de los surfistas europeos m¨¢s se?alados, es un asiduo del Centro de Perfeccionamiento T¨¦cnico de Fadura, en Getxo. Evidentemente, los m¨¦dicos y preparadores de este centro no le ense?an a coger olas, pero s¨ª trabajan su resistencia. Gimnasio, carrera continua vigilada por el puls¨®metro, etc¨¦tera. 'No es f¨¢cil ser competitivo', reconoce el brasile?o Neco Padaratz, 'porque las cosas han cambiado y el nivel ha mejorado mucho. Yo me entreno mucho, y no s¨®lo en el agua. Tambi¨¦n me toca correr, ir al gimnasio...'
Otros, en cambio, no ven tal necesidad y prefieren adherirse a la vieja escuela, la que contempla el dominio de las olas como un estilo de vida m¨¢s que como un deporte: 'Se entrenan en la barra del bar, levantando cervezas', sonr¨ªe uno de los organizadores de la prueba de Mundaka, consciente de que a ¨²ltima hora, el surf es una cuesti¨®n de talento.
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