Historia y memoria
Resulta pavoroso ver que en la tierra asoma un cr¨¢neo que pudiera ser de tu abuelo. Ver que lleva prendas reconocibles (un reloj, alpargatas o restos de un pantal¨®n) e imaginar la angustia por la que pas¨® ese hombre antes de que le asesinaran. Zaldibi, Piedrafita. Pero podr¨ªa recorrerse la geograf¨ªa vasca y espa?ola, pueblo a pueblo: se encontrar¨ªan cosas similares. As¨ª es, en Espa?a hubo 'desaparecidos', muchos desaparecidos. Se les llam¨® 'paseados'.
Preso en una c¨¢rcel o en un convento, 'orden de libertad' al atardecer, un cami¨®n, un peque?o pelot¨®n de fan¨¢ticos armados -a veces con sacerdote-, una parada en un claro de bosque o en una curva, y, si quer¨¦is confesaros, es el momento..., porque os vamos a mandar para el 'otro barrio'. ?P¨¢nico! O pod¨ªa ser llevado desde casa en presencia de la familia. Escuelas llenas de presos, mujeres llev¨¢ndoles la comida dos veces al d¨ªa. Y cada ma?ana, pregunt¨¢ndose por su marido: ?Est¨¢ a¨²n Juan en la escuela? Simas que hicieron de fosa com¨²n, barrancos a los que se arrojaba los cad¨¢veres. Lauaxeta (Goiz eder onetan erail bear nabe / En este hermoso alba, me van a asesinar.), poeta y responsable de prensa del Gobierno vasco, preso en Guernica, fusilado tras juicio sumar¨ªsimo. V¨ªctor Pradera, ide¨®logo carlista, asesinado en San Sebasti¨¢n tras un simulacro de 'tribunal popular'. O Gregorio Balparda, asesinado por negarse a participar en esos simulacros en Bilbao. Partidas de milicianos que incursionaban en territorio sublevado y secuestraban a conocidos derechistas. Todo esto ocurri¨®, y debe contarse. Pero apenas si hemos digerido esa parte de nuestra historia. Dir¨ªa que no la hemos digerido en absoluto.
Est¨¢ en nuestra memoria difusa. Y, naturalmente, en la m¨¢s emotiva de los familiares (que comienzan a asociarse y a exigir). Hay quien, ante un descubrimiento de enterramientos medievales, dice -con aire de saber algo m¨¢s-: ya digo yo, eso son las barbaridades que se hicieron aqu¨ª con la guerra, si lo sabr¨¦ yo (se?or de sesenta del 'barrio chino' de Barcelona en En Construcci¨®n). Todo el mundo lo sabe, pero todav¨ªa da pavor o pereza comentarlo abiertamente. Se sangra por esa herida.
Por lo dem¨¢s, ?es justo presentar las cosas con la interesada simetr¨ªa que m¨¢s arriba, aqu¨ª mismo, se presenta? ?Es justo decir, como hace el Episcopado espa?ol en documento oficial, que hubo muertos por ambos lados; y aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria? No, en absoluto.
La sociedad no ha reelaborado cr¨ªticamente ese tiempo. Se aprende de las desgracias, apenas de los ¨¦xitos. Si la Historia es magistra vitae, lo es para ayudarnos a evitar nuestro lado oscuro, para poco m¨¢s. La Memoria (que puede ser inocua y puro folclor cuando se raya el rid¨ªculo erigiendo una atalaya a Sancho III de Navarra en Fuenterrab¨ªa), debe ser filtrada por el tamiz cr¨ªtico de la Historia en sociedades modernas si ha de ser transmitida en los centros educativos o formar parte de cierta conciencia colectiva.
En Espa?a y en el Pa¨ªs Vasco se nos ha hurtado, hasta hoy, el debate sobre ese pasado; m¨ªtico para unos -no necesariamente del mismo bando-, amargo para la mayor¨ªa. Va siendo hora de que, como en Europa (Alemania, Francia, Italia), saldemos cuentas con nuestro pasado hasta elaborar una comprensi¨®n ¨¦tica de ¨¦l; algo que resulte p¨²blicamente debatido y reelaborado cr¨ªticamente.
Seguramente, m¨¢s de un asesino de hoy, actor de la 'liberaci¨®n nacional', se hubiera tentado la ropa antes de ponerse 'en marcha' de haberse formado en una cultura c¨ªvica m¨¢s cr¨ªtica con las ideolog¨ªas que exaltan el asesinato justificado y la apolog¨ªa de la muerte en aras de causas 'mejores'.
Quiz¨¢ sean los familiares de las v¨ªctimas de entonces y de ahora los que puedan empujarnos a ese debate en la escena p¨²blica y nos obliguen a cierto usos p¨²blicos de la Historia m¨¢s elaborados (Memoria cr¨ªtica).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.