Un beso demasiado suave
Desde su arranque, desde dentro de la bella flotaci¨®n de las nieves calmadas del pueblo asturiano (el mismo donde, enlazada con ¨¦sta, ocurre su pel¨ªcula anterior, You're the one) que alberga a la met¨¢fora de Jos¨¦ Luis Garci, ¨¦ste impregna a la pantalla de Historia de un beso con rasgos de una forma de hacer cine solvente, rica y compleja. Porque -adem¨¢s de esmero para crear ritmos interiores en las largas y sustantivas tomas; adem¨¢s de elegantes calidades, propias de un experto filmador, en el continuo secuencial, y adem¨¢s del inconfundible tacto del celuloide de un director que ama lo que filma- se percibe en esa pantalla la misteriosa respiraci¨®n de la imagen, tan dif¨ªcil de decir en qu¨¦ consiste pero tan evidente, que llamamos atm¨®sfera.
HISTORIA DE UN BESO
Direcci¨®n: Jos¨¦ Luis Garci. Gui¨®n: Horacio Valc¨¢rcel y J. L. Garci. Int¨¦rpretes: Alfredo Landa, Ana Fern¨¢ndez, Carlos Hip¨®lito, Tina Sainz, Manuel Lozano. G¨¦nero: drama, Espa?a 2002. Duraci¨®n: 110 m.
Y si Garci busca y encuentra atm¨®sferas, lugares f¨ªlmicos abiertos a los latidos cordiales de la imaginaci¨®n, h¨¢bitats an¨ªmicos respirables, otro tanto logra con su sabio, astuto y preciso manejo del tiempo, pues dentro de ¨¦l busca y encuentra sitio para abrir el mago instante de la elipsis, ese salto de tiempo en que el espectador proyecta en su pantalla interior lo que la pantalla exterior le oculta. Y combina Garci con soltura ingredientes de un gran estilo: elipsis y atm¨®sferas, zumos de tiempo y jugos de espacio, poes¨ªa y escena, territorio y discurso de una historia sentimental albergada en la estancia de las leyes no escritas de la amistad y del amor.
En los rincones, noble y abiertamente melodram¨¢ticos, de la evocaci¨®n de ese amor, de cuanto rodea a esa historia de un beso (otra cosa es el beso mismo, lienzo que no est¨¢ a la altura de su marco), logra Garci una conmovedora incursi¨®n en la ausencia de un hombre -un gran hombre, pero no porque lo digan de ¨¦l los escritores del filme, sino porque su grandeza es construida por un gran actor, Alfredo Landa, que hace una composici¨®n serena, de alto voltaje an¨ªmico, eminente, como deja ver la paradoja de que su ausencia est¨¦ presente en la pantalla con tanta fisicidad como su presencia-.
Es ¨¦se el milagro de la transfiguraci¨®n, que vertebra, eleva y ennoblece a esta bella pel¨ªcula interiormente desequilibrada, pues por ese flanco entra tambi¨¦n en ella un soplo de endeblez e inconsecuencia. Porque en un filme que hace un uso tan sagaz de los saltos de tiempo, de las elipsis, de la capacidad sugeridora de la imagen, no tiene explicaci¨®n, a no ser por una carencia sustancial en el gui¨®n, por una grave imprecisi¨®n de la escritura, la peque?ez, casi cercana a la cicater¨ªa y la pacater¨ªa con que se nos ofrecen los vaivenes de la peripecia amorosa entre Landa y Ana Fern¨¢ndez. Es una relaci¨®n pobre, verbal y asexuada, conducta que no encaja con el hombre complejo y libre que la ejerce, ajeno a cualquier moral de sacrist¨ªa. Y el meollo de esta Historia de un beso se queda en relato epid¨¦rmico de un beso demasiado leve, demasiado suave, que escamotea -pues la imagen no sugiere ni un instante de tripas adentro, o de delicado onanismo so?ado, consolador, es decir, indicio de carne- algo que por fuerza debe haber en las v¨ªsceras y en los sue?os de ese hombre, de ese viejo animal herido y enamorado. Y el beso historiado queda reducido a un roce m¨¢s que casto, a un roce conventual, a un besito.
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