Soledad en el Candela

Entre las leyendas urbanas de m¨¢s solera tiene Madrid un sitio emblem¨¢tico para el flamenco: el bar Candela, en el barrio de Lavapi¨¦s. Por all¨ª ha pasado lo mejor del arte flamenco de las ¨²ltimas generaciones, y es este espacio, y algunos de sus personajes caracter¨ªsticos, los que sirven a Joaqu¨ªn Grilo (Jerez de la Frontera, 1968) como punto de partida, tambi¨¦n como inspiraci¨®n, para un espect¨¢culo denso y particular.

Probablemente a Grilo se le escapa que ha deconstruido con notable resultado la estructura habitual del espect¨¢culo de baile flamenco: no hay centro, y el hilo argumental pasa por ser a veces s¨®lo una sugerencia. Pero lo hecho, hecho est¨¢; Grilo conserva la frescura de siempre y su baile se muestra maduro, con excelencias virtuosas cuando hace falta.

As¨ª esta pieza recrea un ambiente donde conviven artistas con pintorescos personajes noct¨¢mbulos; todos sirven a Grilo para dibujar con sensibilidad y ternura la soledad del bailar¨ªn. En un escenario desnudo, con unas excelentes luces y una m¨²sica de primer orden, el baile recae fundamentalmente sobre Joaqu¨ªn Grilo, que demuestra su val¨ªa, su o¨ªdo y sus sutiles intervenciones en el mundo de la fusi¨®n. En este caso es el jazz, que se enlaza con fluidez a su danza, con evocaciones atinadas al estilo de Paco de Luc¨ªa (Grilo ha colaborado en sus giras durante a?os). Lo teatral est¨¢ desplegado a lo largo de la obra en una serie de evoluciones que, sin perseguir protagonismo, van llevando el ritmo hacia una zona abisal e ¨ªntima donde lo que queda, como sabor y como huella, es la soledad del artista.