La polic¨ªa desaloja a unas 30 personas de la sede de la CPV

M¨¢s de 10 horas casi sin comer ni beber, sin ir al cuarto de ba?o, sin ver a sus hijos y sin ir al trabajo. Decenas de personas pasaron ayer todo el d¨ªa en los despachos de la CPV, en la calle de Orense, para pedir una explicaci¨®n a su director, Francisco Garc¨ªa. Pero se fueron con las manos vac¨ªas tras ser desalojados por la polic¨ªa. Garc¨ªa no dio la cara, mientras los cinco trabajadores de la empresa permanec¨ªan encerrados en un despacho.

Antes de las 11.00, unas 10 personas esperaban dentro de la sede de la CPV para exigir un cheque. Hasta ahora, los afectados que han pedido la devoluci¨®n del dinero entregado a cuenta s¨®lo han recibido un pagar¨¦. Como si hubieran recibido un cheque en blanco: no ten¨ªa fondos. Otros deber¨ªan haber tenido las llaves de sus pisos el a?o pasado. Un polic¨ªa nacional permanec¨ªa en el interior del local para 'velar por la seguridad'. Un rato despu¨¦s, los 10 perjudicados pasaron a ser 30. Y de 1 polic¨ªa, a 10. Los empleados quisieron cerrar la sede a las cinco de la tarde y echar a todos, pero lo ¨²nico que cerraron fue su propio despacho con ellos dentro. Estaban asustados, a pesar de que los afectados se mostraron pac¨ªficos -a la vez que nerviosos- en todo momento. 'Hemos comprado tres pisos en Sanchinarro: uno yo y, los otros, mis dos hijos. Yo los anim¨¦ a comprar. Les dije: 'Ahorrad un poco y lo compr¨¢is, que es muy barato'. Mar¨ªa Luisa Olivar se lamentaba ayer de la mala suerte. A su espalda, unos recortes de una revista colgados en las paredes parec¨ªan re¨ªrse de ella: 'Joven grupo gestor promotor de viviendas se abre paso en la zona norte de Madrid'. 'El desarrollo empresarial de CPV ha generado un volumen de negocio traducible en 23.500 millones de pesetas que se materializar¨¢n en la entrega de 1.467 viviendas hasta finales de 2002'.

La polic¨ªa no dej¨® entrar a nadie por la tarde. El que sal¨ªa a comer, beber u orinar, ya no pod¨ªa volver a entrar. Dentro lleg¨® a haber cerca de 60 personas. A las puertas del n¨²mero 36 de la calle de Orense, unas 20. Dos mujeres embarazadas se quejaban porque no pod¨ªan ir al cuarto de ba?o. En una lista quedaron apuntadas m¨¢s de 100 personas de distintas fases de distintos PAU con distintas circunstancias familiares y una misma pregunta entre los labios: '?D¨®nde est¨¢ nuestro dinero?'. A las ocho de la tarde, la Delegaci¨®n del Gobierno orden¨® el desalojo de las oficinas. Al final los afectados salieron pac¨ªficamente, pero obligados por 15 polic¨ªas nacionales. Despu¨¦s de tantas horas esperando respuestas salieron a la calle sin obtenerlas, mir¨¢ndose los unos a los otros sin saber qu¨¦ decir, y s¨®lo se les ocurr¨ªan dos palabras: '?Qu¨¦ impotencia!'.